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Francisco Hidalgo: “Nosotros no íbamos contra Cataluña, sino en defensa de los andaluces”

Entrevista N&B a Francisco Hidalgo, exdiputado de PSA en el Parlament en 1980 y crítico flamenco en Cataluña

Aristóteles Moreno

22 de febrero de 2025 20:20 h

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El 10 de abril de 1980, el Parlament de Catalunya reanudó su periodo de sesiones tras la larga noche franquista. En aquella primera legislatura de la democracia, integrada por 135 parlamentarios, había dos diputados que perturbaban claramente el paisaje general de la Cámara. Los dos se habían presentado por un partido en cuyas siglas aparecía el nombre de otra comunidad autónoma: Andalucía. Se trataba de una anomalía sin parangón en el recién estrenado sistema autonómico.

El señor de la fotografía que encabeza esta entrevista era uno de ellos. Francisco Hidalgo Gómez. El otro se llamaba José Acosta, profesor de Derecho Constitucional, ya fallecido en 2015. Francisco Hidalgo tenía apenas 30 años de edad. Era maestro de escuela, agitador cultural y crítico flamenco, que había emigrado desde Posadas a Cataluña en 1974 junto a toda su familia. El suyo fue un periplo idéntico al de otro millón de andaluces que abandonaron su tierra en los años sesenta y setenta en busca de mejores condiciones de vida.

Casi sin saberlo, Francisco Hidalgo estaba a punto de escribir una de las páginas más sorprendentes de la historia contemporánea de Andalucía. También de Cataluña. Hizo historia al pisar el Parlament como diputado del Partido Socialista de Andalucía (PSA). Hizo historia igualmente como investigador del flamenco fermentado en Cataluña, mucho más prolífico y fértil de lo que pudiera pensarse. Y ahí están sus sugerentes libros para certificarlo.

Han pasado 45 años desde entonces. Y Francisco Hidalgo sigue viviendo en Cornellá. A sus 75 años, es dueño de un corazón mestizo que se nutre sin traumas de las dos identidades que han construido su biografía. Ha venido a Posadas en un viaje relámpago para colaborar en un proyecto de su gran amigo Luis de Córdoba. Son las 10.30 de una apacible mañana en el corazón de la Judería. “Mis padres eran colonos agricultores que se establecieron en Almodóvar del Río y Los Mochos, antes de regresar a Posadas, que era el pueblo de mi madre”, recuerda frente a una taza de café. Allí nació él en 1949. “Tenían su finquita y su huerta, pero en aquellos años todo el mundo sufría y lo pasaba mal”.

Yo quería respirar. Y pensaba que en Europa se respiraba más libremente

PREGUNTA. Usted se crió en Posadas.

RESPUESTA. Yo me crié en Posadas.

P. ¿ Y cómo recuerda el pueblo en aquella época?

R. Más grande. La infancia te hace ver las cosas distintas. Era un pueblo sin mucho movimiento. De vida muy tranquila. Paseábamos arriba y abajo por el Paseo Pedro Vargas moceando y piropeando si te atrevías. Y ya está. Con poco futuro. Notabas que cada vez salía más gente del pueblo. Una de las hermanas de mi madre se fue a Alemania con su marido y estuvieron allí un año. Los que decidían irse eran más valientes que el resto. O más inconformistas. Mi padre se colocó en Abengoa y viajaba de norte a sur y de este a oeste haciendo montajes eléctricos.

P. La familia se quedó en Posadas.

R. Él venía a Posadas para estar con nosotros periódicamente.

P. Usted estudió en los Salesianos de Posadas.

R. Yo estudié en los Salesianos. Y luego Luis [el cantaor Luis de Córdoba] y yo nos fuimos al seminario.

P. A Montilla.

R. A Montilla. Yo luego me fui a Pedro Abad.

P. Y se salió del seminario.

R. Nos salimos los dos.

P. No le gustó.

R. Era una forma de poder estudiar de forma asequible. Si te portabas bien en los Salesianos y te veían con futuro, te convencían para que te metieras en el seminario de Montilla. Y luego, cuando se te despertaba la vida interiormente, te dabas cuenta de que aquello no era lo tuyo.

P. ¿Qué es lo que no le gustaba del seminario?

R. Uno de los veranos nos dejaron salir apenas un mes de vacaciones para estar con la familia. Mis padres estaban en Niebla [Huelva]. Fuimos a la playa y allí había otras vistas. Entonces no había ni bikinis ni nada, pero sí bañadores y eso te despertó otra sensación.

P. ¿Hasta qué curso hizo en los Salesianos?

R. Hasta cuarto y reválida.

Lo primero en Cataluña era aprender a leer. Luego, asfaltar las calles

P. Y estudió Magisterio.

R. Empecé a estudiarlo en Posadas por libre. Un amigo y yo compramos los libros a medias y los repartimos.

P. Y luego empezó a trabajar.

R. Estaba estudiando y empecé a trabajar en un colegio privado en Posadas. Yo sabía latín muchísimo. Más incluso que los maestros. Después montaron un colegio privado en Córdoba y me vine con ellos también. Era un colegio en la calle Cinco Caballeros. Se llamaba San Miguel. Ya no está.

P. Y en 1974 decide emigrar a Cataluña.

R. Mi padre estaba trabajando en Galicia en ese momento. Nos fuimos durante el verano para estar con él y desde allí decidimos ir a Cornellá porque estaban mis tías. Y nos quedamos.

P. ¿Toda la familia?

R. La mayoría. Mi hermana se quedó en Córdoba. Yo leí en La Vanguardia que se necesitaba maestro, me presenté y me dijeron: “Si quieres, empiezas en septiembre”.

P. Y os establecisteis en Cornellá.

R. Sí. En la emigración, por lo general, emigra alguien y los demás se acogen a su amparo.

P. Usted estaba trabajando en Córdoba. ¿Por qué emigró?

R. Primero porque mi padre ya empezaba a tener una edad y yo pensaba que no podía seguir así. Creía que allí le sería más fácil conseguir un trabajo. Mi hermano José, el tercero, había hecho dibujo publicitario en la Escuela de Arte y Oficio aquí y yo pensaba que en Córdoba se iba a comer los mocos.

P. Usted no veía futuro aquí.

R. No. Diego sí porque era platero, aunque también pensamos que allí le podíamos montar un taller. El otro todavía tenía que acabar de estudiar y el más pequeño venía conmigo a la escuela.

P. ¿Cuántos hermanos erais?

R. Seis.

P. Y se fueron todos menos su hermana.

R. Menos mi hermana. Cataluña estaba al lado de Europa. Era Europa.

Fui cabeza de cartel del PSA y logramos 71.000 votos

P. Usted eso lo tenía claro.

R. Lo tenía absolutamente claro. Había ido a Barcelona unas cuantas veces y eso de poder irme a las 11 de la mañana al cine y salir a las 2 de la madrugada viendo películas distintas era una de mis pasiones. En los 70 Córdoba y Andalucía todavía eran un poquito atrasadas. Barcelona era otra cosa.

P. Tenía un impulso cultural y moderno.

R. Era mucho más moderno y con más posibilidades. Y tenías más cerca a Perpiñán.

P. ¿Qué Cataluña encontró en los albores de la Transición?

R. Una Cataluña efervescente, inquieta. Un caldo de cultivo bulléndose en lo que había de venir. Cataluña era una sociedad que no habíamos visto en Andalucía. Mi madre, por ejemplo, se asomaba al balcón a ver pasar la gente. Nuestro balcón daba a una calle por donde pasaban los trabajadores de la Siemens. A las 7 de la mañana pasaban 3.000 personas. Muchas de ellas se paraban en el kiosco de prensa a comprar los periódicos. Para mi madre era un espectáculo. Aquí vimos la primera manifestación. Era la curiosidad de ver una vida que no se conocía.

P. Allí el franquismo asfixiaba menos que en Andalucía.

R. Asfixiaba de una forma diferente. Aquí asfixiaba económicamente. No es un tópico lo del jornalero. Y allí era un atenazamiento cultural de la lengua y las tradiciones catalanas, salvo aquellas que el franquismo pudiese incorporar en su visión del españolismo. En Andalucía se apoderaron del flamenco y de la literatura. ¿Cuándo hemos descubierto que la literatura más rica de todo el Estado español es andaluza? Después de haber conquistado las libertades. De la Generación del 27 sabíamos que existía un Lorca, pero era el del “anillito del lagartito”.

P. Usted fue uno más del millón de andaluces que en los años 60 y 70 emigran a Cataluña. ¿Cómo se integraron en la sociedad catalana?

R. Se integran primero laboral y socialmente. Culturalmente, no se produce una integración o no hay voluntad de integrarse.

P. ¿No hay voluntad por parte de los andaluces o de los catalanes?

R. Por las dos partes. Primero, porque el andaluz trabajaba hasta doce horas y cuando llegaba a su casa no tenía ganas de saber nada. Segundo, porque en Andalucía el fútbol y el pan y circo era una cultura muy fuerte. Desterrar eso no se produce de la noche a la mañana. La integración social sí, porque llegan pensando que van a mejorar económica y socialmente; que sus hijos van a tener un mejor futuro, y empiezan a vincularse con las asociaciones de vecinos. Cuando yo llegué a Cornellá, solo había un centro cultural y social: la biblioteca. Ahora tenemos seis bibliotecas, una por barrio. Es un avance. Entonces, el que vivía en la otra punta de Cornellá tenía la biblioteca lejos. Si es que sabía leer. Porque lo primero era aprender a leer. Y luego asfaltar las calles, para que cuando llovía no se inundaran.

P. ¿Usted se sentía un extraño en Cataluña?

R. No. Pero mi posición era distinta. Mi formación cultural era bastante mejor que la mayoría. Yo había ido conociendo la diferencia entre Cataluña y Andalucía. Y sabía que estaba más cerca de Europa. Que tenía más posibilidades. En Barcelona se había estrenado la película Helga, aquella célebre de arte y ensayo, que aquí llegó bastante más tarde. Las colas en Barcelona para verla fueron dos o tres meses antes de que se presentara en el cine Iris, de San Lorenzo.

P. Usted quería estar cerca de Europa.

R. Yo quería respirar. Y pensaba que en Europa se respiraba más libremente y se vivía mejor.

En la campaña de 1980 nos acusaban de ser "señoritos andaluces"

P. La película El 47 retrata una crudísima vida de los inmigrantes andaluces y extremeños de Torre Baró.

R. Todo depende de la zona. El caso que retrata El 47 es parcial. Yo tengo mis reparos en cuanto a la interpretación que han hecho de la historia. Creo que la han mediatizado.

P. ¿A qué se refiere?

R. Por ejemplo, no se dice en ningún momento claramente que era militante del PSUC.

P. Del partido comunista catalán

R. Eso es.

P. ¿Y por qué cree que han cercenado ese dato?

R. No lo sé.

P. El director, por cierto, tiene ascendencia cordobesa del Valle del Guadiato.

R. Es que si tú rascas allí en Cataluña encuentras andaluces. Por ejemplo, Rufián o Puigdemont. Como canta Serrat, “somos hijos de mil leches y de mil madres”. Como en Andalucía, que somos los más mestizos del mundo afortunadamente.

P. Usted se implicó políticamente.

R. Primero me implico cultural y socialmente. Y, como consecuencia de eso, viene la implicación política.

P. Y se mete en el Partido Socialista de Andalucía.

R. Me meto en el PSA.

P. ¿Por qué en el PSA?

R. Porque mi formación es andaluza. Y mi cultura. Yo llegué con una cultura andaluza. Con un conocimiento medianamente notable de lo que era, había sido y podía ser Andalucía. Entonces, era lógico que tuviera esa militancia socialista andaluza. Primero me echaron los tejos del PSUC.

Descubrí el flamenco en Cataluña

P. Y dijo que no.

R. Les dije: “Mira, vamos a seguir siendo amigos, compañeros”. Pero yo no me encuentro aquí.

P. ¿Por qué?

R. Había cosas que no. Los andaluces somos más libertarios, más libres. Otra forma.

P. ¿Y el PSUC qué era? ¿Más estalinista?

R. Tuve la suerte de conocer a algunos del PSUC que eran todo lo contrario de la vieja escuela.

P. ¿Cuándo se integró en el PSA?

R. Decididamente para las elecciones.

P. En 1980.

R. En 1979.

P. Y fue cabeza de cartel por Barcelona.

R. Fui cabeza de cartel. Sí, señor. No todos los del PSA tenían confianza en Pepe Acosta, porque ya había dado una espantá anterior y supongo que prefirieron tener a alguien más pacífico. Yo no iba a ser en ningún caso cabeza de lista y Pepe Acosta fue el que me convenció.

P. ¿Y él por qué no?

R. Porque no se fiaban de él.

P. Más de 71.000 votos, dos diputados y sexta fuerza política de Cataluña. Todo una sorpresa, ¿no?

R. La sorpresa es que no sacáramos más.

P. ¿Vuestras aspiraciones eran superiores?

R. Nuestras aspiraciones eran sacar tres diputados. La campaña fue muy dura.

P. ¿Por qué?

R. Nos atacaron por todas partes.

P. ¿Qué clase de ataques?

R. Ataques dialécticos. Nos tildaban de lerrouxistas.

P. Alejandro Lerroux era de derechas.

R. En los mítines nos cortaban la megafonía o se ponían en la puerta. Especialmente los del PSUC.

No hay que ser andaluz para cantar soleá

P. ¿La izquierda? Os veían como una competencia electoral.

R. Evidentemente. Les cojeaba su discurso. Y nuestro mensaje era para un sector de la población más amplio. Mandaban a las bases. Decían que íbamos a quitarles el pan. Y que éramos señoritos andaluces.

P. ¿Señoritos andaluces? Si vivíais en barrios obreros.

R. Nosotros éramos en Cataluña los señoritos andaluces. Ya sabe: tú siembra, que algo queda.

P. ¿El PSA se percibía como un caballo de Troya en el Parlament?

R. Lo percibieron algunos. Luego vieron que no. Nosotros no íbamos contra Cataluña, sino defendiendo a una parte de la población que era la andaluza. Evidentemente podíamos beneficiar también a la no catalana. A la población inmigrada que no había tenido acceso a la educación y a las posibilidades de futuro.

P. ¿Qué representaba el PSA en Cataluña?

R. La decidida oposición a la utilización del catalán como arma coactiva para la clase trabajadora. Que no fuese necesario el catalán para acceder a puestos determinados.

P. La inmersión lingüística fue vuestro primer caballo de batalla.

R. El principal.

P. Porque había dificultades para acceder al trabajo y a la universidad.

R. Porque empezó la campaña de “haz de saber catalán para acceder a algunos puestos”. Y decían: “Este que ha venido de la Alpujarra puede ser técnicamente mejor que cualquiera que ha nacido en Granollers, pero no habla catalán”. Quienes tienen que atender al público tienen que saber obligatoriamente catalán. ¿Y los andaluces y los extremeños qué hablaban? Castellano. Por ejemplo: en la Peña Fosforito pusimos clases de catalán gratuitas. La Peña Fosforito estaba integrada en la Asamblea de Cataluña, pero éramos un caso excepcional. Estábamos dos locos allí que lo veíamos de otra forma.

P. ¿El catalán era un instrumento que se utilizaba en contra de la comunidad andaluza?

R. No específicamente así. Intuíamos que cuando se hiciera la Ley de Normalización Lingüística iba a ser un choque de trenes. ¿En qué había perjudicado el franquismo a Cataluña? En la supresión del catalán muy fundamentalmente. Entonces iban a tener una punta de lanza reivindicativa muy fuerte. Y más todavía cuando fue Pujol el que se hizo con el Gobierno y Esquerra [ERC] estaba detrás apoyándolo. El señor Heribert Barrera era para echarle comida aparte. Era más catalán que republicano. Y luego el PSC, que podía ser el más dialogante, y que de hecho lo era, por la izquierda le apretaba el PSUC.

P. ¿Cuál era la propuesta del PSA con respecto a la normalización lingüística?

R. Aceptamos, como no podía ser de otra forma, la recuperación del catalán, pero pedimos que se pusieran medios para la formación de los que no habían tenido acceso. Y además que fuera gradualmente.

Entonces había muchos andaluces analfabetos que no sabían ni firmar

P. Y se pusieron los medios.

R. Se pusieron. Otra cosa es que después no se respetara tanto y que además se hiciera una segunda ley. Y ahí nos equivocamos nosotros. No preveíamos que se pudiera hacer otra segunda Ley de Normalización Lingüística que resultó más restrictiva que la primera.

P. Usted aprendió catalán.

R. Yo aprendí catalán desde el principio. Mal pero lo aprendí. Es más: mi hermano Rafael, que entonces estaba en cuarto de la ESO con 10 años, daba catalán en el colegio cuando no era obligatorio. Teníamos una profesora licenciada en lengua catalana y mi hermano desde el primer día estuvo inscrito.

P. El catalán fue una llave para prosperar en Cataluña.

R. Digámoslo así. Pudo haber sido un impedimento para progresar.

P. ¿El tema de la lengua catalana hoy en día está resuelto?

R. Yo creo que está resuelto. Tú llegas a Cataluña, hablas en castellano y te contestan perfectamente en castellano. Aunque en todos lados cuecen habas.

P. Es la lengua vehicular en la educación y en la universidad.

R. Sí. Pero también está el castellano. Esa es la segunda parte donde se ha apretado un poquito más. Yo entiendo también que hay casos especiales. Un guardia civil de Cardeñosa, por ejemplo, que lo trasladan a Cataluña. Es normal que proteste, pero si tú vas a ir allí tres o cuatro años tienes que pensar que el hecho de que tu hijo sepa catalán es una ventaja. Y no en presentar un recurso porque le obligan a estudiar. No se puede tener un maestro para tu hijo nada más en la clase.

P. ¿Qué papel jugó Alejandro Rojas Marcos en aquella aventura política?

R. Alejandro Rojas Marcos era el primer secretario. Mandó mucho y era muy protagonista como también lo fue Arredonda, Luis Uruñuela, Diego de los Santos o Pepe Aumente, aunque más pacíficamente. Porque Pepe era de echarse su siesta obligatoriamente.

P. Hay quien dice ahora, por cierto, que Alejandro Rojas Marcos ha entregado la bandera andalucista al PP.

R. Ha hecho un gesto que parece que le ha entregado la bandera de Andalucía. Y la bandera de Andalucía no es andalucista exclusivamente. Es de todos los andaluces, sean o no andalucistas. Esa generosidad de tener una idea tan brillante y cedérsela a Juanma Moreno, así como así, yo no la he compartido.

P. ¿Usted sigue siendo andalucista?

R. Yo creo que voy a ser andalucista, si no políticamente sí culturalmente, toda la vida. Ya hay cosas que no se curan.

P. Cuando salió usted de Andalucía no tenía ni idea de flamenco y en 1978 fue presidente de la Peña Fosforito en Cornellá. ¿Se aferró al flamenco como a un mástil identitario?

R. Fue un mástil identitario. Primero me aferré a la Peña como a un mástil social. En el barrio de San Ildefonso, donde estaba la Peña Fosforito y yo trabajaba de maestro, no había ningún centro social. Lo único que había era la asociación de vecinos, un intento de casino popular y las peñas flamencas. La de Fosforito fue la primera y la histórica. Y ahí es donde yo pensaba que se podía hacer labor cultural y social. Estuvimos dentro de la Asamblea de Cataluña y dábamos clases de catalán. Yo también daba clase a los mayores por las tardes. Acababa la escuela y me iba a la Peña a dar clases de matemáticas, de escritura, de ortografía.

Los andaluces se integraron en Cataluña laboral y socialmente, pero no culturalmente

P. Había muchos andaluces analfabetos.

R. Había muchos andaluces estructuralmente analfabetos y también ágrafos, que es distinto. Apenas sabían firmar. Yo he escrito cartas a gente que me lo pedía.

P. Fue un salvavidas para muchos andaluces.

R. Para muchos no, pero sí para un grupo. Yo no era ni socio de la Peña.

P. Y descubrió el flamenco en Cataluña.

R. Sí. Me integré en la Peña, me hicieron tesorero y luego secretario. Y yo dije: “Tengo que saber flamenco. No voy a estar aquí con el culo al aire. Por lo menos tengo que disimular”. Y fue allí donde aprendí. Tuve la suerte de que caí en una Peña donde había una masa social sin formación que me seguía el camino. Cuando yo propuse la primera vez hacer una exposición de pintura en la Peña, algunos se llevaron las manos a la cabeza. “Este Paco está loco”, decían. Pues se hizo. Probablemente fue la primera peña que hizo una exposición de pintura. Se convirtió en un casino en el sentido andaluz de centro social y cívico.

P. Y usted se convirtió en crítico flamenco.

R. Bueno, eso dicen, pero yo no ejerzo. Sí es verdad que he escrito artículos de flamenco, pero no me gusta ejercer de crítico. Hace tiempo que decidí disfrutar y no estar viendo si la soleá es del Charamusco o no, si es de Triana o de Alcalá, si la hace como Antonio Mairena o como Fosforito.

P. Usted ha escrito artículos en muchas publicaciones de flamenco.

R. Sí. Y sigo escribiendo. Ahora la revista Candil, que es la histórica, me ha pedido otra vez que vuelva.

P. Y ha sido jurado del Concurso Nacional de Flamenco de Córdoba y del Festival de las Minas de la Unión.

R. Pero eso no es ser crítico.

P. Aficionado.

R. Eso es ser aficionado, quiero yo creer, con criterio.

P. ¿Qué ha sido el flamenco en Cataluña?

R. El flamenco en Cataluña ha sido una seña identitaria de Andalucía y de los andaluces. Allí sí. Aquí también, pero menos. Me decía mi madre: “Francisco, ¿tú te has dado cuenta que aquí los coches no ponen la A de Andalucía?”. Digo: “Claro. ¿Para qué quieren poner la A de Andalucía si están viviendo en Andalucía?”. En Cataluña la ponían para que se supiera que eran andaluces. Pues eso pasa con el flamenco.

P. Los andaluces se reivindicaban en Cataluña.

R. Se reivindicaban como andaluces. En la manifestación del 4 de diciembre estuvimos más de medio millón de personas en Cataluña.

P. ¿Ese sentimiento perdura hoy?

R. Ese sentimiento sigue perdurando, aunque más aguaito, más tranquilizado, menos efervescente. Y rebrota de vez en cuando. Algún amigo mío, que es un cachondo, hace poco me dijo: “Paco, si ahora estuviera el PSA la que íbamos a armar aquí”.

Éramos la oposición a la utilización del catalán como arma coactiva contra la clase trabajadora

P. ¿El flamenco sigue siendo en Cataluña un archipiélago andaluz en el exilio?

R. No. Sigue siendo una seña de identidad, pero cada vez menos. Cada vez es más una isla de acogimiento general de andaluces y no andaluces. Es cada vez más una manifestación cultural con mayúsculas y con personalidad propia y diferenciada. Una manifestación que algunos llevamos reivindicando desde hace mucho tiempo y que tiene una presencia de más de 250 años.

P. ¿250 años?

R. Sí. Tendré que mandarle alguno de mis libros.

P. ¿Cuántos libros ha escrito?

R. Yo que sé. Veintitantos. De flamenco muchos.

P. Ha escrito muchos libros de flamenco.

R. Sí. Por ejemplo, Como en pocos lugares: noticias del flamenco en Barcelona. Ahí hago un repaso del flamenco, aunque es un libro incompleto porque cuando yo lo escribí todavía no había internet. En el estreno del Gran Teatro del Liceo, Joan Camprubí y Manuela Perea bailan con sus cuadros fandangos, malagueñas, rondeñas. ¿Era flamenco? Igual no. ¿Era preflamenco? Sin duda. Eso fue en el año en que Estébanez Calderón escribe Escenas andaluzas. Antes Alejandro Dumas había escrito una carta a la condesa de Montijo, que había estado en un bautizo y los asistentes cantaban canciones que le sonaban tremendamente a lo que habían oído en Andalucía. ¿Era flamenco? No lo sé. Pero sí era ese caldo de cultivo que dio lugar al flamenco que ya se cantaba en las cuevas del Sacromonte.

P. ¿Hay que ser andaluz para cantar soleá?

R. No. En absoluto. Hay una larga nómina de grandes cantaores no nacidos en Andalucía y que cantan muy bien soleá. Y grandes tocaores, algunos de los más emblemáticos de la historia, o bailaores supremos que no han sido andaluces. Le puedo dar un listado, desde Juan Barea a Carmen Amaya.

P. ¿La familia de Carmen Amaya no era de origen andaluz?

R. Yo repito lo de siempre: a lo catalán le arrascas un poquito y te sale un extremeño o un andaluz. Parece que una parte de la familia de Carmen era mallorquina y otra parte tenía vínculos con el Sacromonte granadino.

P. Flamenco catalán no es un oxímoron.

R. Flamenco catalán, en cuanto que está hecho en Cataluña por artistas que se sienten catalanes y que ejercen de catalanes, sí existe. Flamenco cantado en catalán ha habido intentos, pero…

P. ¿Qué lugar ocupa el flamenco catalán en la historia del flamenco?

R. Yo tengo escrito que salvo Madrid, Cádiz, Málaga y Córdoba, está por delante de otras provincias.

P. Le da un lugar preeminente.

R. Si lo comparamos con Andalucía, sí. Los flamencos andaluces, sean gitanos o no, eran muy inteligentes y sabían que aquí tenían poco futuro. ¿Dónde hay dinero de verdad? En Madrid y en Barcelona. Por eso en el siglo XIX están cantando los andaluces en Madrid.

Me temo que el Procés está en hibernación

P. Fue cofundador del Congreso de Cultura Andaluza en Cataluña.

R. Sí.

P. Y participó también en el Congreso de Historia Catalano-Andaluza en Hospitalet.

R. Ese Congreso hasta lo creé. Y lo dirigió el catedrático de Historia Eloy Martín Corrales. Hicimos tres ediciones.

P. ¿Y qué salió de ese Congreso?

R. Unos estudios muy interesantes que nos desvelan que hubo una época en que los emigrantes eran los catalanes y venían a Andalucía. Cuando fracasa la revolución industrial en Andalucía y triunfa en Cataluña, se invierte la corriente y son los andaluces los que van a Cataluña. Isla Cristina, por poner un ejemplo, es una población fundada por pescadores principalmente de Sitges, Mataró y Calella. En primer lugar, Isla Cristina se llamó La Higuerita porque encontraron una allí higuera cuando la fundaron. El cura que vino con ellos era el padre Mirabent, que le ha puesto nombre a la coral polifónica de Isla Cristina.

P. Ahora es usted militante del PSC.

R. Soy simpatizante porque no pago cuota.

P. Se le ha caído el andalucismo de la biografía política.

R. Se me ha caído el andalucismo militante. Supongo que es la evolución lógica. Te jubilas y te jubilas casi de todo.

P. ¿Qué lugar ocupa Andalucía en su memoria?

R. Preeminentísimo. En los recuerdos de infancia, que es cuando se crea la historia de una persona, está Andalucía.

P. ¿Por qué no volvió?

R. ¿Y para qué voy a volver?

P. No lo sé.

R. Porque creo que no voy a ser útil aquí. Y allí puedo seguir haciendo cosas. Si vuelvo, lo que estoy haciendo allí igual no tiene el mismo sentido aquí. Escribir de espectáculos ya hay muchos aquí. No nos sacudamos tanto unos a otros.

P. ¿El Procés fue un desgarro para usted?

R. Fue una preocupación, sobre todo. Una alteración de la tranquilidad debida.

P. ¿Qué le preocupaba?

R. Los enfrentamientos que se produjeron día a día. Mirarse por el rabillo de los ojos como diciendo: ¿es mi amigo o es mi enemigo? El que en una misma familia, en lugar de pelearse por el Barça o el Madrid, se pelearon por cosas más esenciales y se alterara la convivencia.

P. Miles de andaluces votaron a Ciutadans. ¿Se sintieron huérfanos?

R. Digo yo que también le votaron miles de extremeños y de gallegos. Le votó mucha gente. Yo no me equivoqué. Y mira que eran atractivos cuando se presentaron.

La bandera de Andalucía no es de los andalucistas exclusivamente

P. ¿Por qué eran atractivos?

R. Porque parecía en un principio que elaboraban un discurso de integración, de convivencia, de equilibrio entre radicalidades. Y luego se vio que fueron ellos los que se radicalizaron hacia un lado contrario al corazón.

P. Hacia la derecha.

R. Hacia la derecha.

P. ¿El Procés está muerto o simplemente hiberna?

R. Yo me temo que está en hibernación. Está latente. Un movimiento que consigue tanto arraigo tan rápidamente no se barre tan fácil. Queda siempre el polvo en suspensión. Y el polvo en suspensión puede volver a caer.

P. En su carné del Parlament hay una i latina entre Hidalgo y Gómez. ¿Es la i de integración?

R. Es la i de la tradición catalana de poner los nombres. Yo pedí que me hicieran un carné en castellano. Primero me hicieron uno que ponía Francesc. Yo les dije que no me llamaba Francesc. Que mis padres me habían bautizado como Francisco en homenaje a mi abuelo. Y me lo cambiaron. Y luego les dije que yo no utilizaba la i latina y que, por tanto, no había que ponerla.

P. Pero la pusieron.

R. Claro. Es que yo no soy Francisco Hidalgo i Gómez.

P. ¿Lo hicieron en contra de su voluntad?

R. No. Es el mecanismo del funcionario que está haciendo los carnés. No le doy yo mayor importancia.

P. ¿Y se la quitaron?

R. Sí, claro. Yo no tengo culpa de ser Francisco Hidalgo Gómez. Yo respeto que tú seas Jordi Pujol i Soley, pero mi tradición es mi tradición.

El flamenco fue en Cataluña un mástil identitario

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