Bulos, mentiras, engaños, patrañas y calumnias

Los bulos y la desinformación campan a sus anchas por internet y las redes sociales.

Por paradójico que pueda parecer, la universalización de las redes sociales, que abrieron una puerta a todo tipo de contenidos prácticamente sin limitación alguna, están siendo utilizadas torticeramente para crear la mayor tasa de ignorancia que han conocido los tiempos. La escasa capacidad crítica que muestran algunas personas, aparentemente bien informadas y aún mejor preparadas, alcanza niveles preocupantes.   

Cuando el conocimiento y la ciencia, el saber en suma, están al alcance de la mano de todo aquel que persiga cultivarse, contando además con infinitas posibilidades de acceder a campos que hasta tiempos no muy lejanos permanecían vedados al hombre corriente, resulta que una incontenible marea de desinformación, mentiras y bulos causa estragos entre lo que se ha dado en llamar la generación mejor preparada de la historia. Cierto es que no sólo la gente más joven se ve arrastrada por esta vorágine de confusión imperante. Personas tenidas por sensatas tampoco escapan al influjo maléfico de la información sesgada, manipulada o directamente falsa.

Jamás se abusó tanto de la mentira, la falsedad y el engaño, pero contabilizar tal cantidad de víctimas de este fraude descarado no puede por menos que causar sonrojo en quien trata de escapar de esta peste del siglo XXI. Claro que si bien se mira nadie está exento en caer en las trampas astutamente tendidas por personas sin escrúpulos que deliberadamente tratan de enredar y confundir, unas veces por simple placer, pero la mayoría de las veces por intereses espurios como la política, el dinero, etcétera. 

Es bien cierta que ni la mentira ni su uso nacieron ayer. Tampoco es una característica exclusiva de la especie humana. Hay sobrados ejemplos entre los animales, desde el rape o la tortuga que agitan un apéndice que semeja un gusano y que sirve para devorar al pez que confiado se acerca a tomar un tentempié, hasta el ave que arroja migajas al agua para atraer y cebar a los peces que lo cebarán a él. Los podencos saltan sobre matorrales aislados cuando detectan la presencia de una pieza para causar un estrépito que la haga salir de su escondrijo, mientras salen raudos a esperarla al lado contrario del que produjeron el sonido. Como se ve, la mentira es consustancial con la vida.

'Fake News' hechas 'arte'

Pero la mentira alcanza la consideración de arte cuando se practica entre congéneres humanos. Tan es así que el chino Tsun Tzu, ya mencionaba la mentira como poderoso arma de guerra. Gracián afirma sarcástico que “la vida del hombre es milicia contra la malicia” porque maliciosa es siempre la intencionalidad del bulo propalado y propagado. La mala conciencia del género humano con este tipo de mensajes ha llevado incluso a tergiversar su nombre o camuflarlo con el eufemismo anglófono de 'fake'. De la misma prensa se llegó a decir que las únicas verdades que contaban eran la fecha, el precio y las esquelas.

Nada nuevo por tanto bajo el sol, lo preocupante es que cuanto más fácil es el acceso a la información, mayor es el número de falsedades que se hacen circular y se tratan de difundir entre la opinión pública. Al margen de esos personajes que sienten algún patológico impulso por engañar a sus semejantes, informando de milagrosos remedios caseros, tratamientos de dolencias o belleza que rozan el masoquismo, sin provecho aparente para el emisor, el grueso de los falsificadores profesionales de noticias y conocimientos persigue fines miserables con su no menos miserable conducta.

Los bulos de los políticos

Por tal motivo, el grueso de los bulos actuales proviene de los políticos, organizaciones afines y de los medios de comunicación sensacionalistas que cimientan sus ingresos en la herrumbre de la condición humana, revolcándose en el barro, como se ha podido comprobar recientemente en repulsivas imágenes grabadas con motivo de las inundaciones de Valencia. De cualquier modo, la sofisticación del bulo se alcanza en el ámbito político y en el ámbito de los periodistas que son la voz de su amo, no menos rastreros que los reporteros enviados a cubrir catástrofes donde lo menos importante es reflejar el dolor humano, lo verdaderamente importante es alcanzar la mayor cota de audiencia.

Es pues la política el campo de Agramante o el patio de Monipodio, si acaso no es la cueva de Alí Babá, donde eclosionan personajes con cuajo suficiente para desollar a su padre si con ello obtienen beneficios y dignidades, amén de nauseabundos periodistas cuya sola presencia provoca arcadas y que mienten a sabiendas pero pasando por heraldos de la verdad, aunque ésta los repudie. Son personajes cuyas palabras parecen afectas de Vómito Negro pero cuya opinión goza de la incomprensible estima de cadenas de radio y televisión, cuyas audiencias tragasables están ávidas de engullir cualquier hipérbole y como no, de sus propios medios de comunicación y de los lectores que les hacen la ola. 

Grandes manipuladores

Ni que decir tiene que son grandes manipuladores de la opinión pública y causan desviaciones en las almas ingenuas capaces de comulgar con ruedas de molino antes que hacer una mínima comprobación o contrastar la veracidad de aquello que leen, ven o escuchan. La sarta de disparates, filfas, insidias y descalificaciones que gran parte del respetable público se ha tragado con las farisaicas informaciones llegadas desde Valencia, deberían movilizar a los siquiatras de este país para comprobar que extrañas enfermedades aquejan el meollo de muchos españoles, y del mismo modo, tratar de conocer la naturaleza de las endorfinas que motivan tal actitud en estos mentirosos compulsivos.

Mucho valen los medios que no se dejan embarrar y persiguen la verdad, aunque la verdad esté proscrita y como reza el tango: “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretenciosos o estafador. Todo es igual, nada es mejor ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!” ¡Qué le vamos a hacer, son los signos de los tiempos! Avanza la mentira mientras la verdad retrocede afrentada. Y lo peor es que la calumnia y la impostura son buscadas y pretendidas con afán. Entre torpes que creen no serlo y espabilados que lo son, se nos ofrece un porvenir desalentador.

¿Verdad…? ¿Quién quiere escuchar la verdad? ¡Corren tiempos de prestar oídos a los falsos profetas!

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

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