Yo no me doctoré en Bellas Artes porque me daba la risa. Ahora sería doctor. Doctor en Bellas Artes. Esto puede sonar muy grandón, pero es verdad. El lenguaje manejado para explicar el arte moderno –y para elaborar tesis– resulta especialmente ridículo –o quizá me lo parece a mí que estoy íntimamente familiarizado con él–, como cualquier visitante de museos de cosas contemporáneas puede comprobar, ya que han optado definitivamente por narrar con cartelitos el propósito de los artistas, que ahora mismo es quejarse y denunciar la situación de los más desfavorecidos con diversos telares. Telares es como llamamos en León a todo cachivache en general. ¿De dónde habrá salido la palabra? Telares. Es muy gracioso. E inexportable: lo sé por experiencia, la gente no leonesa de habla española o castellana pone caras rarísimas cuando uno afirma que ha estado haciendo telares, porque se lo toman literalmente. Esto, que puede parecer –y es– una digresión me vale para acceder al breve prontuario de términos interdisciplinares que me salieron seguidos cuando intenté explicar en serio vaya usted a saber qué exposición, igual hasta una mía. Peorformance: acción artística que sigue a una muy mala. Taxinomía: ley o norma de ordenación que cobra lo que le da la gana por la carrera. Concepcual: arte incomprendido o con muchos interrogantes. Porpuesta: idea llevada a cabo con gran rapidez y torpeza. Identifaz: manifestación visual enmascarada de una marca, empresa o compañía. Flashmob: a gangster racket or crime syndicate containing one rapid superhero. Comiseración: sentir lástima por el responsable de una exposición desafortunada o grotesca. Instalacién: disposición de objetos o medios adquiridos en tiendas de baratillo con la intención de crear una experiencia en sala museística. Dicoztomía: método basado en una división violenta del área del objeto por la pata de alguna bestia. Improvisacción: happening llevado a cabo de forma abrupta y sin preparación alguna. Pentulante: persona que presume de sus logros plásticos cinco veces seguidas. Podría seguir poniendo pendejadas hasta el próximo domingo, pero, al contrario que por la mayoría de las producciones culturales actuales, siento algún respeto por cualquiera que haya llegado a leer hasta aquí. Creo que ha quedado claro el motivo por el que soy incapaz de hablar –y escribir– en serio sobre el pataliebre de Joseph Beuys o sus amiguitos y sus telares durante un rato; enseguida se me salen los mocos.