“Se nos olvida que los españoles también somos migrantes”: Carlos Diz y Belén Fernández Suárez, sociólogos

Pancarta de Juventud Sin Futuro de la manifestación del 7 de abril de 2011

Guillermo Albarrán

Sevilla —

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'“No nos vamos, nos echan”. Las luchas contra la precariedad de la nueva diáspora española' es un libro pensado como una investigación sociológica, escrito como un ensayo y que se lee como un diario de memorias. Memorias de los españoles que “huyeron” del país tras la crisis de 2008. Las “precarias” condiciones laborales y los “insuficientes” derechos sociales “obligaron” a miles de jóvenes a emigrar. Estos jóvenes, desde el extranjero, se convirtieron en un “potente actor transnacional” y una “pieza muy importante” en las luchas sociales dentro de España.

“Los emigrantes nos fuimos del país, pero no lo abandonamos”, declara Faustina González, una de las autoras del libro, que se ha presentado recientemente en la sala Lanónima de Sevilla. Alberto Jiménez, que también intervino en el acto, explicó que los 25 escritores que han participado intentan “romper un ciclo”: “Dejar algo escrito era nuestra deuda con nuestra experiencia migrante. Hablábamos con otros españoles que estaban en nuestra situación, un poco mayores que nosotros, y se quejaban de que nadie dejaba constancia de su historia (que dentro de poco sería la nuestra). Nos dimos cuenta de que si no escribíamos nada, algún día nos convertiríamos en esos señores y señoras que se quejan de nadie escribe sobre los migrantes españoles”.

En la presentación, aparte de Faustina y Alberto, que ha llegado en avión desde Suiza ese mismo día, estuvieron Carlos Diz, que se conectó virtualmente desde Galicia y María Almena, que pudo “escaparse un momento” para una videollamada desde Francia. “Esta situación representa muy bien cómo se ha ido creando el libro. Así lo hemos escrito: reuniones online improvisadas, intentar hacer coincidir los horarios... La mayoría de los 25 autores ni siquiera nos hemos conocido. No nos hemos visto en persona”, explicó María a los asistentes.

En esta obra han participado sociólogas, filósofas, antropólogas, psicólogas, enfermeras, científicos, activistas, “gente de barrio”, todas ellas queriendo arrojar luz sobre los problemas que los unieron. A veces, las uniones se ven materializadas en “hitos” como la creación de Marea Granate, un grupo descentralizado dedicado a la lucha social en España desde el extranjero, y que cobra gran protagonismo en el libro. Uno de los mayores logros de este colectivo fue la derogación del voto rogado en 2022, que modificó el sistema de voto exterior eliminando las trabas burocráticas que dificultaban a los migrantes participar en las elecciones españolas.

Tras la presentación, este periódico habló con Carlos Diz y con Belén Fernández Suárez, coordinadores del libro. Ambos son docentes e investigadores en el Departamento de Sociología de la Universidade da Coruña y miembros del Centro de Investigación Interuniversitario de los Paisajes Atlánticos Culturales.

¿Por qué tomaron la decisión de escribir un libro de investigación con un estilo tan literario?

Carlos Diz: Para entender la expresividad del texto y ese carácter literario hay que mirar la composición de las autorías. No queríamos que hablaran solo expertos académicos, como si fueran figuras alejadas de toda esta problemática, estudiándola desde sus laboratorios. Es que una de las principales fuentes de conocimiento de esta investigación son los relatos de muchas de las autoras, desde su experiencia personal. Cerrarnos detrás de un lenguaje demasiado técnico no solo nos estaría limitando a nosotros mismos, sino que desmerecería muchas de las experiencias de estas personas, y la expresividad con la que deberían contarse.

Belén Fernández: Esa emocionalidad no podía quedarse fuera del libro. Forma parte de lo que estudiamos, está al mismo nivel que cualquier análisis técnico. No rechazamos de ninguna manera esta parte más 'científica', esencial para entender muchas de las dinámicas que movilizan a la diáspora española. Eso sí, no se nos puede olvidar que, aunque sean objeto de estudio, hablamos de personas, y lo más importante es cómo estas migraciones “obligadas” afectan a su calidad de vida, al mantenimiento de sus lazos familiares en España, a su desarrollo como ciudadano...

¿Qué es la 'precariedad compartida' y cómo crea alianzas españolas en el exterior?

B.F.S.: Podría decirse que la precariedad compartida es la columna vertebral del libro. Es un sentimiento colectivo. Se convierte casi en un rasgo generacional. La inestabilidad laboral, los sueldos insuficientes, una oferta de vivienda que no responde a las necesidades de los jóvenes... Ante esto, muchos deciden migrar, dejarlo todo atrás y salir del país. Cuando llegan a su destino, se dan cuenta de que su situación no cambia tanto, solo mejoran ligeramente algunos aspectos de su calidad de vida; lo justo para que merezca la pena vivir allí, pero no lo suficiente como para autorrealizarse. Es decir, se van fuera y siguen teniendo que luchar contra lo que luchaban en España, pero lejos de su familia y en un idioma que no es el suyo.

C.D.: Este sentimiento de 'precariedad compartida', en ocasiones, lleva a los españoles que viven en el extranjero a buscarse los unos a los otros, y de eso habla el libro. Se usa el concepto de 'contaminación' como algo positivo, porque estos jóvenes activistas se contagian entre ellos y acaban formando asociaciones como la Marea Granate. Es muy bonito, desde un punto de vista sociológico, ver cómo esa precariedad, una vez se asimila por los que la sufren, actúa como motor para movilizar a estos jóvenes. Crea núcleos activistas que, luego, tienen más repercusión política de la que nos imaginamos.

Todos hemos sido, somos y seguiremos siendo migrantes

¿Qué diferencia a los emigrantes de los que hablan en el libro (los del 2008) de los de ahora?

C.D.: Los autores del libro hablamos mucho de los 'migrantes del 2008' por intentar facilitar el lenguaje, pero en realidad nos referimos a un período mucho más largo. A partir del 15M, por ejemplo, que fue en el 2011, salieron muchos españoles al extranjero para buscarse la vida, y de ellos también hablamos. Ahora bien, al traer el libro a la actualidad, al leerlo teniendo en cuenta la situación de los jóvenes en 2025, uno se da cuenta de que bien podría hablarse de un problema estructural que para nada se ha solucionado.

No solo es que muchas de las autoras de este libro sigan perteneciendo a la diáspora por no poder permitirse volver a España, sino que cada día se sigue 'expulsando' a jóvenes del país. Se van por los mismos sueldos incompetentes, por la misma inaccesibilidad de la vivienda, la casi inexistente oferta laboral científica... La situación es muy parecida, y eso habla de la inacción de las administraciones y del arraigo de todos estos problemas en la sociedad española.

B.F.S.: Sí, y por eso queríamos que el libro acabara siendo una caja de herramientas para los nuevos migrantes. Que los jóvenes españoles puedan acceder a las memorias de aquellos que estuvieron en su misma situación, pero una década antes. Creemos que podría ser de gran ayuda y, quién sabe, incluso inspirar una nueva ola de lucha social desde el extranjero.

Es más, creo que también contribuye a visibilizar el problema de la migración, y demuestra que en esto no hay ni continentes ni regiones. Todos hemos sido, somos y seguiremos siendo migrantes. Así que, cualquier traba que pongamos a la gente que viene a buscarse la vida, se la pueden estar poniendo a los españoles que hacen lo mismo, y se van al extranjero.

No eres negro, indio, marroquí o latinoamericano, pero eres migrante. ¿Sabes por qué? Porque, aunque digas que no has venido por necesidad, ahora pones cafés en otro país. No, no eres un expatriado, eres un migrante

¿Por qué algunos españoles que emigran tienen problemas identificándose como 'migrantes'?

B.F.S.: Hay una desconexión con nuestro propio pasado como emigrantes. Las migraciones masivas de los 60 se dieron en un período oscuro para los derechos sociales en España. A las clases populares, en esa época, se les negó totalmente la posibilidad de iniciar movimientos sociales ascendentes, es decir, subir de clase. Así, la gente se iba a buscarse la vida a otros países en los que hubiera al menos la esperanza de mejorar las condiciones de vida.

Esto ha hecho que, en España, la emigración se asocie durante mucho tiempo a las clases sociales más bajas, y mucha gente no quiere asociarse con eso. Es una autopercepción un poco distorsionada, pues no quieres identificarte con aquellas personas que se iban por la imposibilidad de tener una vida digna aquí y, sin embargo, tú te vas porque no hay un trabajo en el que te paguen bien sin que te exploten y porque no puedes acceder a una vivienda en condiciones.

C.D.: Eso, y el relato hegemónico actual de lo que es la inmigración. Muchas personas tienen una visión muy negativa de lo que son los inmigrantes en España y el 'problema' que acarrean para el país. Así, cuando algunas de estas personas tienen que irse, no quieren ser vistos como 'migrantes', sino como 'jóvenes viviendo fuera'. En el libro, de hecho, reflejamos una conversación que nos contó alguien de Marea Granate. Estaban trabajando para apoyar a un joven español y este se resistía a autodenominarse como emigrante. Desde la asociación le dijeron: “No eres negro, indio, marroquí o latinoamericano, pero eres migrante. ¿Sabes por qué? Porque, aunque digas que no has venido por necesidad, ahora pones cafés en otro país. No, no eres un expatriado, eres un migrante”.

¿Cómo se blanquea, desde la política y los medios de comunicación, el problema los jóvenes emigrantes?

C.D.: Aunque es un proceso muy complejo, no siempre se trata de un proceso consciente y organizado. También está muy relacionado con la actitud que hemos dicho que tienen algunos migrantes respecto al concepto de 'migración'. Al igual que ellos, algunos medios de comunicación y políticos intentan desmarcarse de estas connotaciones negativas, y pintar esta movilidad 'obligada' como algo más cool y moderno. Estamos muy acostumbrados a escuchar el relato del joven que se va porque quiere, porque quiere estudiar fuera, conocer mundo o aprender idiomas. Es como si se quisiera poner la migración como algo privilegido.

B.F.S.: Que seguro que lo es en el caso de ciertas personas. Sin embargo, no se puede disfrazar de 'aventureros' a los jóvenes que se van porque no les queda más remedio. ¿Estos migrantes españoles acaban aprendiendo idiomas? ¿Se empapan de una cultura distinta a la suya? Sí, pero eso no quita que, probablemente, si pudieran hacer todo eso desde su casa, desde su pueblo o ciudad de nacimiento, un gran número de ellos no se iría.

¿Han encontrado, en su investigación, algo parecido a una solución para este problema?

C.D.: Es complicado. Para empezar, no se ve un futuro próximo en el que los flujos migratorios puedan 'solucionarse'. Si hablamos en general, migrar ya es en sí la solución que intenta poner mucha gente a los problemas que vive en su país de origen. Es decir, es un error tratar de evitar que la gente se mueva, en vez de luchar por mejorar las condiciones de vida de un territorio, hasta el punto en que las personas que viven ahí no quieran marcharse. Claro que la escasez de recursos es resultado del sistema capitalista que vivimos. Y respecto a eso, de manera inmediata y realista, hay poco que se pueda hacer.

B.F.S.: El libro tiene en cuenta eso. No se trata solo de un análisis sobre los problemas a los que se enfrenta la diáspora española. Precisamente, la parte más importante de nuestra investigación es ese registro de las soluciones que ellos han aportado. Las movilizaciones, hacerse oír, buscar a los medios de comunicación, intentar influir en la agenda política, buscar aliados sociales... Todo eso son soluciones, pero no es nada nuevo. Es lo que estos jóvenes llevan haciendo en el extranjero desde hace muchos años. Y nosotros solo intentamos contarlo.

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