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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Equinoccio de primavera

Fotografía del reloj de sol del IESA, realizada por el autor de este artículo.

Eduardo Moyano

25 de marzo de 2025 20:09 h

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Los equinoccios (aequinoctium) no son hoy tan populares como los solsticios (solstitium), que solemos festejar con las hogueras de San Juan (en la noche más corta del año, al inicio del verano) o con el inicio de la Navidad (en la noche más larga, al comenzar el invierno). Algunas personas, con afán de resaltar el sentido secular de esas fiestas y desprenderlas de su significado religioso, saludan incluso su llegada con un “feliz solsticio” (en vez del habitual Feliz Navidad), enfatizando la aún vigencia simbólica de ese fenómeno astronómico.

Sin embargo, los equinoccios, no siendo hoy tan celebrados como tales, sí lo eran en la antigüedad, cuando al llegar el equinoccio de primavera se festejaba el final del invierno y se invocaba a las diosas de la fertilidad y la agricultura para que protegieran los campos y las cosechas (Cibeles, Deméter, Ceres…) Recuerdos de esas celebraciones pueden verse en las fiestas de marcado aire rural que aún se celebran por estas fechas en algunos pueblos, e incluso en el sincretismo religioso de la Semana Santa, considerada por muchos antropólogos como fiesta de la primavera.

Significado astronómico

En todo caso, los equinoccios son un importante suceso astronómico, que nos ayuda a conocer el movimiento anual de traslación de nuestro planeta alrededor del sol y el lento movimiento de precesión que, como una peonza, realiza sobre sí mismo el eje de rotación de la Tierra. En la fecha de los equinoccios, el sol se sitúa justo en la línea del ecuador terrestre, teniendo los días y las noches la misma duración. Uno de los equinoccios (20-21 de marzo) abre la estación de la primavera, y el otro (20-21 de septiembre) la del otoño.

Esos días, un observador que estuviera situado en algún lugar del ecuador terrestre y alzara sus ojos al cielo del mediodía, vería que el sol está justo en el cénit, comenzando a declinar a partir de esa fecha al Este o al Oeste, según sea el equinoccio de primavera o el de otoño. El pasado 20 de marzo a las 10.01 horas tuvo lugar el equinoccio de la primavera de este año 2025. Desde entonces, las noches se acortarán y los días se alargarán hasta llegar a su máxima duración en el solsticio de junio.

En términos astrológicos, el equinoccio de primavera recibe el nombre de “punto de Aries” porque, cuando fue identificado hace 2.500 años por babilonios y griegos, el sol se situaba en esa fecha de marzo justo sobre la constelación de Aries, siendo por ello el primero de los signos del zodiaco. Recordemos que cada signo del zodiaco significa que, durante el mes correspondiente, el sol está en la constelación que lleva su nombre: Aries (marzo), Tauro (abril), Géminis (mayo), Cáncer (junio), Leo (julio), Virgo (agosto), Libra (septiembre), Escorpio (octubre), Sagitario (noviembre), Capricornio (diciembre), Acuario (enero) y Piscis (febrero). Por eso, y paradójicamente, la única que no se ve por la noche es la constelación que corresponde al signo zodiacal de ese mes.

Ahora, debido a la ya citada lenta precesión del eje de la Tierra, resulta que, en su movimiento aparente, todas las constelaciones zodiacales se han desplazado un mes respecto al momento en que babilonios y griegos crearon los signos del zodiaco. Esto significa que, en la actualidad, estos signos no se corresponden con los meses que le asignamos, sino que tienen un desfase de un mes. Pero, aun así, se mantiene la antigua convención y seguimos nombrando los signos del zodiaco según el viejo orden mensual de las constelaciones.

Por eso, y aún a sabiendas del error que se comete, continuamos llamando “punto de Aries” al día del equinoccio que da entrada a la primavera, cuando en realidad hoy el sol está sobre la constelación de Piscis en esa fecha de marzo. Lo mismo ocurre en el equinoccio otoñal, que seguimos denominando “punto de Libra” cuando sabemos que en esa fecha (20-21 de setiembre) el sol está situado en la constelación de Virgo.

La estación de los relojes de sol 

Sea como fuere, lo cierto es que, a partir del equinoccio de primavera, el sol reina en todo su esplendor al ir prolongándose la duración del día, aumentando el número diario de horas de exposición solar.

Este equinoccio es, además, el comienzo de la etapa preferida por los amantes de los relojes de sol, cuya asociación se ha reunido, por cierto, el pasado fin de semana en Córdoba bajo los auspicios de un gran aficionado a la gnomónica, Esteban Martínez Almirón, autor del excelente libro Relojes de sol (andaluces) históricos, publicado hace sólo unos meses.

Con la llegada del equinoccio de primavera, empieza a iluminarse la piedra del reloj de sol que construí hace años en uno de los patios del IESA, en el viejo edificio de la “Casa de las Pavas” de Córdoba. Y así estará hasta el final del verano, cuando regrese el equinoccio de otoño el día 21 de septiembre. Entonces el astro solar se retirará de nuevo, dejando el reloj de sol sin la luz de sus rayos hasta el retorno de la primavera.

LUCEM DEMONSTRAT UMBRA

(Al reloj de sol del IESA)

Ya luce su esplendor la primavera

en los patios helados y sombríos,

y ya el sol regresa con su brillo

a las vetustas paredes del IESA.

Un reloj que hibernaba aún dormido

entre las verdes hojas de la yedra,

se aviva al sentir en su alma de piedra

el tibio calor del astro engreído.

Es el retorno de un ciclo de vida

que vierte su luz por abril y mayo

llenando calles, plazas y avenidas.

Hasta que pase el estío, sus rayos

saetearán la delgada espadina

marcándole firme a la sombra su trazo

y a nosotros, el tiempo y su rutina.

Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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