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¿No habíamos quedado en que Puigdemont es un golpista?

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Me pongo a escribir estas líneas después de observar, desde estas “Islas asirocadas” (que diría el maestro Pepe Alemán), cómo la prensa española ha dejado de hablar -cuando no lo ha dejado pasar inadvertido, como si tal cosa- del ofrecimiento de Feijóo a Puigdemont para que con el voto de sus diputados en el Congreso convierta en presidente del Gobierno al propio Feijóo, “que no ha sido porque no quiso”, apoyando una moción de censura con el único objetivo de “convocar elecciones”. 

Convocarlas una vez, claro, que Feijóo sea presidente del Gobierno y decida disolver las Cortes (o el Congreso solo, cosa que puede hacerse constitucionalmente, porque el Senado lo tiene ahora el PP a buen recaudo). Porque esa disolución anticipada de la legislatura, como la presentación de una moción de confianza, son prerrogativas exclusivas del presidente del Gobierno.

De modo que Junts, Esquerra son “golpistas-separatistas”… y Bildu “heredera-de-ETA”, solamente si apoyan las leyes, los presupuestos de los gobiernos progresistas presididos por Pedro Sánchez. Entonces son indiscutiblemente socios y aliados suyos. Ese ha sido el guineo que llevamos aguantando todos los días desde 2018.

Pero qué son cuando se ajuntan en tal o cual votación parlamentaria con PP y Vox para rechazar cualquier iniciativa política o proyecto legislativo, cosa que ya  ha ocurrido en diversas ocasiones; o si toda esa “canalla separatista” aceptara el ofrecimiento de Feijóo para convertirlo en presidente, para lo que necesitarían también el voto de los herederos-de-Franco, entonces qué serían: ¿socios del PP? ¿honorables aliados? ¿golpistas-separatistas? ¿herederos-de-ETA?

He tenido la oportunidad y el deber de decirles estas cosas a la cara desde la tribuna del Senado en varias ocasiones. ¡Pero lo de ahora es mucho p’al body!

Pues el amigo-del-Narco (con la misma obscenidad con la que nos  espetó a todos que no sabía quién era de verdad ni lo que se traía entre manos Marcial Dorado, con el que compartió no remotos pupitres de infancia sino viajes y vacaciones con las parejas respectivas),  ahora -y sin cortarse un pelo-  SÍ quiere ser el presidente del Gobierno  que no quiso ser y le ha pedido el apoyo a Junts, es decir al prófugo, golpista… y no sé cuántas cosas más, Carles Puigdemont.

Todo esto después no sólo de toda la cantaleta de insultos, descalificaciones y demás improperios contra los golpistas separatistas, sino después de que se hayan opuesto a la Ley de Amnistía con todas las armas a su alcance, con la colaboración -ya a la desesperada- de algunos eminentes magistrados y después de un auto jurídicamente  ignominioso de la Sala II del Tribunal Supremo planteando una cuestión de inconstitucionalidad contra la amnistía.

¿Ustedes se imaginan, sólo por un momento, que hubiera sido cualquier líder del PSOE el que se ofreciera (casi suplicando) a Puigdemont para ser presidente “sólo para convocar elecciones”, si el PSOE hubiera desplegado desde la oposición sólo la tercera parte de la cuarta parte de los improperios dedicados por el PP a los secesionistas y sus histriónicas defensas de la Unidad y del “Ser Histórico” de España?

¿Y que no estarían todos los días y cada día repitiendo desde sus púlpitos los voceros y matones periodísticos de la derecha?

Pues yo sí lo he pensado.

Y ese ofrecimiento -pienso, pa’mí-  como tantas otras contradicciones insuperables en las que incurren Feijóo y compañía un día sí y otro también, se las permiten porque se saben protegidos por la más absoluta impunidad frente a la crítica  en la inmensa mayoría de medios de comunicación que los verdaderos amos del PP, ya se sabe quiénes, ponen a su disposición. Y este es uno de los rasgos más alarmantes, pienso, del aquí y ahora de la convivencia y el funcionamiento de la democracia en España.

Y a la vista del olvido, o de la censura, del ofrecimiento de Feijóo a Puigdemont me he decidido a recordarlo. Y con un “a perdonar”, como dice gente del campo por estos lares, les pido disculpas por mi atrevimiento.

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