‘Es mi sentir sin consuelo, pues no lo hallo en las doctrinas ni en mi pérdida’: La Palma llora la muerte del humanista Andrés Sánchez Robayna

Cuando Andrés Sánchez Robayna (Santa Brígida, 1952-Tenerife, 2025) aterrizó como docente en las aulas filológicas de la Universidad de La Laguna comenzaba entonces a gestarse toda una escuela de discípulos que, motivados por sus lecciones en el aula o empujados (algunos) por la especial capacidad de convicción del maestro, reabrieron o estrenaron la caja de las letras en las islas. Por lo que atañe a La Palma y a su patrimonio literario, Sánchez Robayna logró beneficiar y hacer avanzar de forma sustancial nuestro juicio sobre el grupo palmero de poetas del Barroco reunidos en torno a una tertulia-academia en la que sus integrantes ponían al día sus propias creaciones y que sirvió de nexo con los escritores de otras islas y de la península por medio de obras dedicadas, a través del intercambio de libros y manuscritos y, sobre todo, mediante el método de la crítica literaria.
Precisamente a este último campo Sánchez Robayna consagró varios años de su trayectoria investigadora para dar a conocer a la comunidad internacional a Pedro Álvarez de Lugo Usodemar (Santa Cruz de La Palma, 1628-1706), profesional de la abogacía, pero también afanado poeta, ensayista y crítico literario, lo que probablemente le valga ser calificado como el primer analista literario en sentido estricto de la historia secular de las letras en Canarias.
Ya en 1981 Sánchez Robayna publicaba y comentaba para la revista Aguayro tres poemas del autor palmero seleccionados de su libro Vigilias del sueño (Madrid, 1667), uno de los dos únicos que vieron la estampa. Pero su primera gran contribución a la obra de Álvarez apareció con la edición del manuscrito de la incompleta Ilustración al «Sueño» de la décima musa mexicana, más despierta en él que en todos sus ilustres desvelos, para desvelo de muchos. Fiel seguidor de los comentaristas coetáneos de la obra de Góngora, Pedro Álvarez de Lugo explica, con mayor o menor acierto, algunas de las claves semánticas y fuentes literarias del largo poema Primero sueño de la mexicana sor Juana Inés de la Cruz (Nepantla de Sor Juan Inés de la Cruz, 1648-Ciudad de México, 1695), publicado en el Segundo volumen de las obras de sóror Juana Inés de la Cruz, monja profesa en el Monasterio del señor San Gerónimo de la imperial ciudad de México (Sevilla, 1692). Aunque en el otoño de 1984 ya había presentado un adelanto de su trabajo en la revista Syntaxis, que él mismo dirigía, Sánchez Robayna edita la obra, con introducción, notas y tres artículos como apéndice, en el Fondo de Cultura Económica de México en 1991. Fruto de una beca de investigación concedida por el Ministerio de Cultura de España, a partir de entonces la obra de Álvarez de Lugo habría de publicitarse ampliamente. Como el propio autor afirmó, la Ilustración al «Sueño» «permite, en sus limitaciones, conocer, cuando menos, el honesto testimonio de la lectura de un escritor coetáneo de sor Juana, que escribe en fecha todavía muy próxima a la de la publicación del poema. Aunque sólo fuera este su único mérito […], no escasos serían ya su valor y significado».

Con todo, la tarea autoimpuesta por Sánchez Robayna a favor del rescate documental de la producción de nuestro poeta-crítico le llevará en 1993 —ahora en la colección «Facsímiles de Canarias» de la Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias (también bajo su dirección)— a publicar la edición original del tratado moral Convalecencia del alma más perdida cuanto más bien hallada en el inmundo cieno de los vicios (Madrid, 1689). Con amplia introducción al autor y a la obra, se incluyó como apéndice el comentario crítico en forma de poema titulado Apología soñada, en el que Álvarez de Lugo defiende la elocuencia y el valor del Gobierno moral a Lelio (Murcia, 1657) de Salvador Jacinto Polo de Medina (Murcia, 1603-Alcantarilla, 1676), desacreditado por un supuesto anónimo por su excesiva brevedad.
Gracias a la localización señalada en la Bio-bibliografía de escritores canarios de Agustín Millares Carlo y a partir de sus propias pesquisas en los fondos manuscritos de la Real Sociedad Cosmológica, Sánchez Robayna proyecta la figura de Álvarez de Lugo fuera de nuestra demarcación regional y lo sitúa en el mapa más amplio de la literatura española de los Siglos de Oro; en realidad, va más allá y logra encajarlo, con rigor y sin apresurados ni falsos patriotismos, dentro de esa cultura literaria panhispánica a la que, no en vano, Álvarez perteneció.
En 1983, en su antología Museo Atlántico ya había comprendido la obra de Pedro Álvarez de Lugo y de Juan Bautista Poggio Monteverde (Santa Cruz de La Palma, 1632-1707) en el contexto poético isleño. Luego, en 1990, en su ensayo Poetas canarios de los Siglos de Oro, publicado en la serie «Conferencias y Lecturas» del Instituto de Estudios Canarios, Sánchez Robayna establecerá —después de la última puesta al día sobre la cuestión, debida a Andrés de Lorenzo-Cáceres (La Laguna, 1942)—, un panorama de las principales contribuciones al conocimiento filológico de los principales autores del Renacimiento y el Barroco nacidos en las islas, destacándose entre ellos a los miembros del «grupo de la isla de La Palma», al que dedica un apartado monográfico. En él actualiza los estudios sobre cada escritor y, a la luz de los avances descubiertos hasta entonces, se centra sólo en Álvarez de Lugo, Poggio Monteverde y Juan Pinto de Guisla (Santa Cruz de La Palma, 1631-1695). Como resultado de sus primeros pasos como director de trabajos de discípulos, anuncia el hallazgo y el estudio del cartapacio de Gabriel Bosques del Espino («que contiene piezas de algunos poetas palmeros de este periodo y de otros poetas ocasionales») por Ana Pilar Figueroa, que finalmente no llegaría a ver la luz.
Su interés particular por Poggio Monteverde habría de saldarse con la edición, de nuevo en la colección «Facsímiles de Canarias», del impreso Sonetos a los héroes ilustres y sucesos de Hungría (1688), obra dedicada a exaltar el asedio de la capital húngara de Buda, en poder del Imperio otomano, por la Liga Santa.
Junto a su propia producción, Sánchez Robayna promocionó el trabajo de otros investigadores para crear una escuela de seguidores interesados en el estudio, con criterios científicos filológicos, de la obra de autores canarios de los Siglos de Oro. En el caso palmero, aparte del intento de editar el cartapacio de Gabriel Bosques del Espino, en 1989 Rafael Fernández Hernández, quien ya había dado a la luz algunos análisis y ediciones parciales de la obra de J. B. Poggio Monteverde, lee su tesis doctoral, titulada Juan Bautista Poggio Monteverde: un autor de La Palma en el siglo XVII, bajo la dirección de Sebastián de la Nuez Caballero. En la edición promovida en 1992, aunque publicada en 1993, en la serie «Lingüística y Literatura», es Sánchez Robayna quien, como máxima autoridad en la materia en las islas, prologa el voluminoso y sesudo libro, retitulado Juan Bautista Poggio Monteverde (1632-1707): estudio y obra completa. En él, además de comenzar con un ensayo sobre la importancia de exhumar el patrimonio literario de este periodo, no duda en ponderar la tarea emprendida por Fernández por traer obras desconocidas, por su conveniente y acertado examen de las etapas evolutivas en su producción, por su sabia enmarcación de nuestro poeta y dramaturgo local en el contexto de la poesía española áurea y por los detalles que permiten identificar la «inconfundible voz personal» de Poggio dentro de una «coloración clásica», atemperada, propia del último Barroco.

«Es mi sentir sin consuelo, pues no lo hallo en las doctrinas ni en mi pérdida». Con tan desoladoras y conscientes palabras, en carta fechada en La Palma el 10 de diciembre de 1669, Poggio agradecía al padre fray Juan Lesur su pésame por el fallecimiento de su hermano Agustín. Sirvan para condolernos por el fallecimiento de Andrés Sánchez Robayna con quienes han continuado su legado, con cuantos lectores y estudiosos han seguido atentamente su obra y con cuantas instituciones, la Cosmológica al frente, han visto sus manuscritos editados con precisión y proyectados entre la comunidad investigadora universal.
Y vaya nuestra aflicción compartida a sus discípulos palmeros Anelio Rodríguez Concepción (Santa Cruz de La Palma, 1963), al que dirigió su tesis Vida y obra de Ramón Feria (Universidad de La Laguna, 1996), y Carlos Brito Díaz (Breña Baja, 1964), a quien tuteló su tesina Sobre el Libro del Mundo en algunas producciones poéticas de los siglos de oro en Canarias (Universidad de La Laguna, 1991) y su tesis Lope y el mundo escrito: variantes estéticas y epistemológicas del libro como símbolo en las poesías y prosas de Lope de Vega (Universidad de La Laguna, 1996). Y a quienes, además de una vocación común, unió una sincera amistad.
0