Pierre Boulez, el compositor que quiso “hacer estallar los teatros de ópera” para seguir escribiendo la historia de la música

La historia de la música no solo se escribe con partituras, sino también con ideas capaces de sacudir sus cimientos. A lo largo del tiempo, ha habido compositores cuya influencia ha trascendido más allá de sus obras, dejando huella tanto con su arte como con sus declaraciones. Pierre Boulez (Montbrison, 1925 - Baden-Baden, 2016) pertenece a ese número reducido de personas que, con una genialidad que sigue haciéndose notar hoy día, ha escrito algunos de los temas más importantes del siglo XX en tanto incendiaba la industria musical con sus creencias, opiniones y reivindicaciones. El artista francés, que llegó a afirmar que había que “hacer estallar los teatros de ópera”, desafió las estructuras del pasado para transformar la manera en que entendemos y vivimos la música contemporánea.
A cien años de su nacimiento y casi una década después de su muerte, Pierre Boulez continúa siendo una figura fundamental para comprender la evolución del arte y viajar a lo largo de todo un siglo lleno de cambios y renovaciones. “Para explicar la historia de la música de la segunda mitad del siglo XX, hay que hablar de nombres y tendencias”, cuenta Eva Lainsa, profesora de la Universidad de Sevilla, a elDiario.es. “Boulez es uno de esos nombres. No solo creó música, sino que también dirigió, reinterpretó y dio a conocer el trabajo de sus contemporáneos, como Varèse, y de generaciones anteriores, como Stravinsky o la Segunda Escuela de Viena”, añade sobre el artista, que se ha convertido en uno de los más aclamados de su tiempo con hasta 26 premios Grammy y 67 nominaciones.
Pero a Boulez no se lo reconoce únicamente por escribir obras, pues su “labor más pedagógica” fue la de convertirse en un “defensor” de la música de su época. “Lo hizo con una naturalidad increíble”, comenta Lainsa, que alega que, “para él, ser músico significaba interpretar, componer, enseñar y gestionar la música”. La experta en educación artística, que tuvo la oportunidad de entrevistar a Boulez en 1996 y ha traducido al español su obra Pensar la música hoy, que recoge ensayos que el francés escribió a partir de conferencias a las que asistió, lo califica como un “espacio musical” abierto a todo el mundo, donde, además de su propio repertorio, también existe la posibilidad de encontrarse con otras propuestas. “El espíritu de Boulez se describe como la posibilidad de hacer las mediaciones necesarias para sacar la música adelante”, indica Lainsa.

Esta defensa de los suyos provocó que Boulez se ganara pronto la fama de “radical”, un atributo que lo acompañó durante toda su carrera pese a que él no le llegara a dar nunca ninguna importancia. Para la posteridad queda ya una de sus declaraciones a la revista alemana Der Spiegel, en 1967, por lo “extremadamente anticuados” que se habían quedado los teatros de ópera: “En un teatro que se dedica principalmente a los recitales, las óperas modernas se representan con grandes dificultades, lo cual es inverosímil. La solución más cara sería hacer estallar los teatros de ópera, pero ¿acaso no sería la más elegante?”.
“Es muy fácil quedarse con frases como esa”, señala Eva Lainsa, “pero hay que entenderlas en su contexto”. La musicóloga subraya que, en los años 60, la ópera seguía viéndose como un producto burgués, “algo donde la gente iba a dejarse ver más que a escuchar”. Como a Boulez le encantaba la ópera y, de hecho, dirigió algunas como Lulu y Wozzeck, además de obras de Wagner, el artista defendía que “había que renovar el repertorio y abrir el teatro al público”. Para Lainsa, declaraciones como esa tenían la intención de incitar a “tener una relación más natural con la música, hacer que forme parte de la vida de las personas, eliminar toda esa retórica que hay en los teatros de ópera e invitar a que la gente se quede con ella”.
Hacia el mismo lugar apunta el profesor de música Jesús Martínez Vargas, quien lo entrevistó en 1990 para la elaboración de su trabajo de investigación Pierre Boulez: estética, poética, política (1998): “Su deseo era derribar los muros que existían entre el público y el creador musical”. Boulez, que se instaló en París a los 18 años, en 1943 se encuentra con un panorama desolador al finalizar la Segunda Guerra Mundial, una Francia en declive económico y cultural marcada por su pasado colaboracionista y por un mundo musical dominado por el neoclasicismo. “En ese contexto, Boulez decide convertirse en un modernizador”, relata Martínez Vargas, ya que “se da cuenta de que no quiere ser un compositor marginal ni adoptar posturas utópicas”.

Boulez entiende que, para transformar el mundo musical que ha heredado, necesita algo más que rebelarse desde la periferia. “Como él mismo decía, en lugar de 'ladrar en la noche', su objetivo era consolidar una reputación profesional que le permitiera pasar a la acción”, comenta Jesús Martínez Vargas a este periódico. “Y ese deseo de modernización y reorganización conlleva inevitablemente decisiones de naturaleza política. Implica redefinir la función social del arte, transformar la enseñanza y cambiar cómo se compone y se interpreta la música”, añade. Pierre Boulez descubre que no es posible seguir el modelo tradicional: se necesitan nuevas formaciones instrumentales, músicos preparados en un repertorio diferente y con una nueva manera de tocar.
Es así, casi por obligación, como se convierte en director de orquesta. En 1953, funda junto a la artista Suzanne Tézenas Le Domaine Musical, un ciclo de conciertos dedicado a la difusión de la música contemporánea, combinando estrenos de jóvenes compositores con obras clave del siglo XX. Eva Lainsa reflexiona que la “radicalidad” que se le ha aludido probablemente tenga más que ver con una “cuestión de responsabilidad”. “Cuando alguien se adentra en la vida musical, escuchando, siendo contratado, asumiendo la programación o dirigiendo orquestas, comprende que todo ello implica una gran responsabilidad, y Boulez fue consciente desde el principio”, dice, sosteniendo que “quien gestiona la música inevitablemente se gana enemigos” y que “la mayoría de críticas han ido por ahí”.
De esta manera, Boulez buscó siempre mirar hacia el futuro aun tratando de mantener presentes los referentes que lo llevaron a su posición. Según Jesús Martínez Vargas, él decía que “el pasado era una referencia”, pero nunca algo ante lo que “sucumbir”. De hecho, el profesor revela que al compositor “le gustaba usar una frase del poeta René Char que afirmaba que el pasado era como una biblioteca que había que incendiar para que pudiera surgir algo nuevo”. Su afán de “polemista” consistía en poner la mirada, de forma muy radical, en qué debía hacerse con las instituciones para llevarlas hacia adelante. “Su objetivo era abrirlas a la creación contemporánea, en lugar de limitarse a seguir interpretando siempre a Verdi o Donizetti. No los rechazaba, pero su actitud polémica era una manera de señalar lo que debía cambiar y de llamar la atención sobre ello”, cuenta Martínez Vargas.
Mientras que hemos hecho el esfuerzo por apreciar a los pintores y escritores contemporáneos, en la audición nos hemos quedado a principios del siglo XX. La música es un arte temporal en el que la memoria juega un papel muy importante.
Entre los mayores logros de Pierre Boulez está la creación del Instituto de Coordinación e Investigación de Acústica y Música en Francia en 1970. “¿Cómo podemos transformar gradualmente las instituciones para que quede claro qué es importante para el futuro?”, había sido una de sus máximas preocupaciones, lo que lo motivó a seguir trabajando desde dentro. “Mientras que hemos hecho el esfuerzo por apreciar a los pintores y escritores contemporáneos, en la audición nos hemos quedado a principios del siglo XX”, resalta Jesús Martínez Vargas, que defiende que “la música es un arte temporal en el que la memoria juega un papel muy importante” y que, en tanto que “un cuadro lo vemos de un solo golpe de vista y podemos captar la totalidad de la obra”, en la música “hace falta un ejercicio de memoria para relacionar lo que estamos escuchando con lo que ya hemos escuchado”.
Ese ejercicio de memoria pasa por rememorar las composiciones de Boulez, que son un reflejo de lo que fuimos y también de lo que seremos. Algunas de las más relevantes son Le marteau sans maître (El martillo sin dueño), que lo catapulta como un compositor de referencia en 1955, y Rituel In Memoriam Bruno Maderna, que dedica a su fallecido amigo y director de orquesta Bruno Maderna. “Se trata de música abierta que te invita a levantarte y pasear, casi a tocar los instrumentos con las manos”, dice Eva Lainsa. “Invita a recrearte con el sonido, abrirte a él y dejar que te penetre”, añade sobre las composiciones, que Martínez Vargas describe como “muy refinadas, con gusto por el color sonoro”.
El centenario de Boulez está celebrándose en Francia con numerosas actividades en torno a la figura del artista. En España, será el próximo 31 de marzo cuando el pianista francés Pierre-Laurent Aimard tocará la Sonata para piano n.º 1 (1946) en un concierto de entrada gratuita en el Museo Reina Sofía. La actividad servirá para volver a imaginar, como relata Lainsa, “a ese Mozart de niño sentado al piano que tocaba y creaba cosas que hacían los mayores”, una escena en la que tampoco es difícil imaginar a Boulez como protagonista. La profesora indica que el compositor ha sintetizado “muy bien” lo que es “ser un músico” y que, cuando se le recuerde de ahora en adelante, lo hará siendo parte de “la historia de la música” que él mismo se encargó de escribir.
2