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Se llamaba Palestina. Se seguirá llamando Palestina

Palestinos caminan entre los escombros de sus casas destruidas durante el mes de Ramadán, en la ciudad de Beit Lahia
29 de marzo de 2025 09:05 h

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Cuando Ignacio Escolar me propuso que durante sus semanas de baja paternal asumiese el boletín semanal que os manda cada sábado le contesté que no me veía capaz. No manejo la información, siempre buena, que él consigue sobre jueces o investigaciones en curso. Me pasa lo mismo con muchos de los entresijos políticos que ocupan los titulares diarios.

Pero Escolar, el director más optimista y convincente que conozco, me respondió que no me pedía que hiciese su boletín sino mi boletín. “Céntrate en lo que te interesa y que no tiene que ser de lo que yo hablo más habitualmente. Escribe sobre los libros que nos recomiendas y que sirven para tener claves de muchas de las cosas que pasan”.

Me convenció (casi siempre lo hace) y eso es lo que intentaré. Otra cosa es que lo consiga. Le he dado vueltas a cuál podía ser el primer tema y he elegido Palestina porque siento la convicción personal y la obligación profesional de contribuir a que el dolor de tantas personas no desaparezca de las portadas. Por suerte en elDiario.es contamos con profesionales como Olga Rodríguez, Iñigo Sáenz de Ugarte, Javier Biosca o Francesca Cicardi que no dejan que el horror caiga en el olvido.

He tomado prestado un verso del poema ‘Sobre esta tierra’ de Mahmud Darwish para el título de este boletín. Porque es así, se llamaba Palestina y se seguirá llamando Palestina pase lo que pase y decida lo que decida la comunidad internacional que ha tratado con tanta miopía la realidad de ese territorio.

Pankaj Mishra, uno de los pensadores más interesantes y al que os aconsejo seguir, ha publicado hace poco ‘El mundo después de Gaza’ (Galaxia Gutenberg). Es un ensayo que ayuda a entender por qué aquello que conocíamos como Occidente ha permitido -y en la mayoría de casos ha defendido- una vulneración tan flagrante de los derechos humanos más fundamentales.

Para que nadie se confunda: esta reflexión no pretende en ningún caso justificar los atentados perpetrados el 7 de octubre por Hamás y otros grupos armados de la franja de Gaza. Pero como Olga Rodríguez ha explicado de manera tan clara en varios artículos, esos ataques fueron interpretados por sectores del Gobierno israelí como una oportunidad para impulsar la limpieza étnica. De ahí que Netanyahu no priorizase la puesta en libertad de los rehenes israelíes ni una salida negociada y apostase por la destrucción masiva y por “una guerra santa de aniquilación”.

Tampoco es que esa estrategia haya empezado ahora, aunque el actual gobierno israelí haya intentado llevarla hasta las últimas consecuencias.

Yosef Grodzinsky, autor de ‘In the Shadow of the Holocaust’ (‘La sombra del Holocausto, 2024), es de los que argumentan que el sionismo no tenía el apoyo de la mayoría de los judíos antes del Holocausto y que incluso después del genocidio de seis millones de personas, el movimiento sionista cosechaba un apoyo ambiguo. En este libro recuerda una de las frases que siempre persiguió al que acabó siendo primer ministro, David Ben-Gurion (Polonia, 1886 - Tel Aviv, 1973). La pronunció en 1938 en una conferencia del Partido Laborista Sionista: “Si yo supiera que era posible salvar a todos los niños de Alemania llevándolos a Inglaterra, y sólo a la mitad llevándolos a la Tierra de Israel, elegiría lo segundo. Porque no sólo tendremos que rendir cuentas a estos niños, sino a todo el pueblo judío a lo largo de la historia”.

Así que la confusión entre sionismo y judaísmo se produjo desde el mismo momento de la creación de Israel. Pankaj Misha también la repasa en su ensayo. Para ello recupera algunas de las voces que alertaron de ese error y de las consecuencias de ocupar la tierra palestina.

Una de las que incluye es la del escritor austríaco Jean Améry (Viena, 1912-Salzburgo, 1978). Sobrevivió a Auschwitz y a la vez advirtió de que los líderes sionistas no podían legitimar su expansión en nombre de la Shoah (el término hebreo utilizado para referirse al Holocausto). Poco antes de suicidarse, pidió a los israelíes que reconocieran que su libertad sólo puede lograrse “con su primo palestino”, no contra él.

La historia se repite, en este caso siempre como tragedia, y la actitud mayoritaria en Estados Unidos, ya antes del regreso de Trump, es un buen ejemplo. En 1948, después de la masacre de más de un centenar de civiles árabes en la aldea de Deir Yassin, nombres tan reconocidos como Hannah Arendt y Albert Einstein escribieron una carta al ‘New York Times’ en la que decían cosas que podrían argumentarse también ahora. Lo que no sabemos es si ese mismo diario se atrevería hoy a publicarlas. “Las declaraciones del partido de [Menahem] Begin no son una guía para su línea actual. Hablan de libertad, democracia y antiimperialismo, mientras que hasta hace poco defendían abiertamente la doctrina de un estado fascista. Es en sus acciones donde el partido terrorista traiciona a su verdadero carácter; de sus actos pasados podemos concluir lo que cabe esperar en el futuro (...) Y lo más trágico es que los altos dirigentes del sionismo estadounidense se han negado a hacer campaña contra los esfuerzos de Begin, e incluso a explicar a sus propios votantes el peligro que entraña para Israel apoyar a Begin”, defendieron. La advertencia sirvió de poco y gracias también a los sionistas estadounidenses, Begin se convirtió, años después, tras las elecciones de 1977, en primer ministro.

Permíteme una última referencia, también recuperada en ‘El mundo después de Gaza’ y que reafirma que nada de lo que hemos visto estos últimos meses puede desligarse de un pasado aún reciente. Es la voz del filósofo israelí Jacob Talmon. Escribió esto en 1968, un año después de la guerra de los Seis Días: “No soy lo bastante chovinista como para creer que los judíos están libres de las trampas y perversiones que acechan a la mayor parte de la humanidad…Porque un Israel que ha perdido sus antiguos rasgos - judío, liberal e idealista -, se acabará convirtiendo en algo repulsivo, similar a los perseguidores de los judíos”.

Es difícil expresarlo mejor. El estado-nación judío ha acabado siendo tan peligroso como también vaticinó Arendt. Ella confesó ese temor en 1946. Casi ocho décadas después, hay descendientes de víctimas del Holocausto que se han convertido en victimarios. Niegan el derecho de Palestina a existir y no solo como realidad geográfica. Lamentablemente eso tampoco es nuevo. Aún pueden encontrarse las declaraciones de la primera ministra israelí, Golda Meir (Kiev, 1898-Jerusalén, 1978) cuando en una entrevista al ‘Sunday Times’ afirmó literalmente que los palestinos no existen. Siete años después, en 1976, intentó matizar sus palabras en un artículo en el ‘New York Times’. “No hay un pueblo palestino. Hay refugiados palestinos”, señaló en lo que pretendía que fuese una aclaración.

He buscado en la página de UNRWA qué debemos entender cómo “Refugiados de Palestina”. A modo de resumen son aquellas personas “cuyo lugar de residencia habitual fue Palestina durante el período comprendido entre el 1 de junio de 1946 y el 15 de mayo de 1948, y que perdieron su hogar y sus medios de subsistencia como resultado del conflicto de 1948”. Pero no son solo ellos.

Los descendientes de aquellos refugiados tienen los mismos derechos para esta agencia, que atiende a aquellos que viven en las cinco zonas de operaciones en las cuales actúa (franja de Gaza, Cisjordania, incluida Jerusalén Este, Jordania, Líbano y Siria). Y sus números son los siguientes: la cifra ha pasado de 914.000 en 1950 a más de 5,6 millones en la actualidad.

No hace falta que te describa aquí en qué condiciones intentan sobrevivir tras estos meses en los que entidades como Amnistía Internacional o la relatora especial de la ONU Francesca Albanese han calificado de un genocidio.

No sabemos hasta dónde está dispuesto a llegar Trump, más allá de mostrar qué tipo de persona es al difundir el vídeo generado con inteligencia artificial en el que se convertía a Gaza en un gran resort. “Estados Unidos tomará el control de la Franja de Gaza y nosotros también haremos un trabajo con ella. Seremos dueños de ella”, declaró al recibir a Netanyahu en la Casa Blanca. Ese encuentro fue su manera de demostrar al mundo que a ambos les importa muy poco la orden de arresto del primer ministro israelí que la Corte Penal Internacional emitió en noviembre.

Tras la frágil tregua actual, rota ya por Israel, en la que se han multiplicado las víctimas y se sigue cortando servicios básicos como la luz a lo poco que queda en Gaza para así evitar que las plazas potabilizadoras de agua funcionen, el futuro de los palestinos continúa siendo un interrogante. Netanyahu habla de “tregua temporal” y todavía no sabemos cómo se aplicarán las fases que quedan (la tercera sería la de “reconstrucción y la paz definitiva”).

Ya antes de la guerra, cerca del 80% de la población de Gaza necesitaba ayuda humanitaria. Tras los 15 meses de conflicto, el Banco Mundial calcula lo que es o debería ser una evidencia a ojos del mundo y es que el 100% de la población palestina de esta zona malvive como puede en la pobreza.

Acabo este primer boletín como lo empecé, con los versos del poeta Darswish. Porque por más que lleven décadas intentando evitarlo, para ellos y para muchos de nosotros, pase lo que pase se seguirá llamando Palestina.

Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: la indecisión de abril, el olor del pan al alba, las opiniones de una mujer sobre los hombres, los escritos de Esquilo, las primicias del amor, la hierba sobre las piedras, las madres erguidas sobre un hilo de flauta y el miedo que los recuerdos inspiran a los invasores.

Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: el fin de septiembre, una dama que entra, con toda su lozanía, en la cuarentena, la hora del sol en la cárcel, una nube que imita un grupo de seres, las aclamaciones de un pueblo a quienes ascienden a la muerte sonriendo y el miedo que las canciones inspiran a los tiranos.

Sobre esta tierra hay algo que merece vivir: sobre esta tierra está la señora de la tierra, la madre de los comienzos, la madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina. Señora: yo merezco, porque tú eres mi dama, yo merezco vivir.

(Traducción de Luz Gómez García)

Te deseo que tengas un buen fin de semana.

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