¿Y tú me lo preguntas?
![Ayuso en el programa de Ana Rosa](https://static.eldiario.es/clip/09ad092e-c7c9-4aa9-8df5-ba15b6af54db_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Decía Albert Einstein que sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana y que de la primera ni siquiera estaba seguro. Ciertamente, desde que la mediocridad conquistó la política parece que la necedad no conoce límites. Tanto que, por muy necesario que resulte, hay que hacer mucho esfuerzo por sacudirse la apatía para combatirla. Y es que hay sandeces que dichas por según quiénes acaban por instalarse en la conversación pública hasta ser repetidas tal cual por quienes no dudan, no discurren o no están dispuestos a contrariar a quienes buscan fomentar el despropósito, la frivolidad o el desvarío.
Es el caso de una Isabel Díaz Ayuso, que siendo alumna ilustre de la Universidad Complutense de Madrid, no se la distingue precisamente por su vasta formación sino más bien por un llano desparpajo o incluso una excesiva chabacanería. La sandez en su caso hay veces que sobrepasa los límites aceptables en política. Y aun así hay quien toma sus afirmaciones como verdades absolutas y las cacarea cual papagayo. Unos, porque son auténticos fans de sus habilidades políticas, que tenerlas no hay duda que las tiene. Otros, porque por naturaleza son de los que habitan en jaulas en las que no se permite razonar, dudar o discurrir. Y alguno, porque prefiere no contrariar a quien parte y reparte 30.000 millones de presupuesto público o ha dado muestras de acabar con todo aquel que se interpone en su camino, como fue el caso de Pablo Casado.
El caso es que la presidenta de la Comunidad de Madrid, que visitó este lunes el plató de El programa de AR, cargó como acostumbra contra el PSOE, contra el Gobierno y contra Pedro Sánchez. Hasta aquí, ninguna sorpresa. Tampoco fue novedad que dijera que los socialistas persiguen su “destrucción personal”, “deshumanizarla” y convertirla en “una bestia negra”. La majadería llegó cuando soltó que si cualquier ciudadano se pone en su lugar podrá entender “lo que significa que el presidente del Gobierno abiertamente diga que te va a matar y que quiere acabar contigo”. ¿Imaginan? “Sánchez quiere matar a Ayuso”. El titular, de haber sido verdad, hubiera dado la vuelta al mundo, entre otras cosas porque el inquilino de La Moncloa probablemente hubiera incurrido en un ilícito penal. Se entiende que Ayuso hablaba estrictamente desde un punto de vista político, pero no lo dijo.
No fue su única boutade, ya que volvió a reiterar aquello de que el presidente está “incapacitado para la política” y que utiliza todos los poderes del Estado “contra todo el que se ponga por el medio, especialmente la Comunidad de Madrid”. Ella, que amparó y justificó a su jefe de gabinete cuando dejó por escrito que quería triturar y cerrar a elDiario.es por publicar que Alberto (Quirón) González Amador se había forrado cobrando comisiones por la venta de mascarillas en plena pandemia y estaba siendo objeto de una investigación penal por cometer dos delitos de fraude fiscal y uno de falsedad documental, es de las que ve la paja en el ojo ajeno pero nunca la viga en el propio.
Y en su habitual ejercicio de confundir Madrid con ella misma, acusó a los socialistas de querer causar daño a la región, pese a que está “en el mejor momento de su historia en inversión, empleo, internacionalización, creación de puestos de trabajo, turismo, sanidad y temas educativos….”. Sobre todo en Sanidad, donde Madrid seguirá en 2025 siendo la comunidad que menos invierte por habitante (1.482,25 euros), muy lejos de Asturias, que es la que más destina a este capítulo de toda España, con 2.422,28 euros por habitante, según datos de la Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública.
El caso es que la lideresa regional que aspira a competir cada día en la liga nacional sólo ve odio en el PSOE y a un asesino en Pedro Sánchez. ¿Qué es odio?, dijo mientras clavó su pupila ante la cámara de televisión. ¿Y tú me lo preguntas? Odio… eres tú. ¿Quién si no dice airadamente que el presidente del Gobierno quiere matarla? ¿Quién si no desliza sin prueba alguna que La Moncloa ha borrado de su móvil mensajes “de poca importancia” con el jefe del Ejecutivo? ¿Quién si no es capaz de sostener que alguien busca su destrucción personal? ¿Quién si no vierte sospechas infundadas sobre los programas informáticos que usan en La Moncloa para un presunto espionaje contra ella? ¿Quién si no habla con tanta ligereza sobre “otras barbaridades que estarán cometiendo desde el Gobierno?”
Y todo porque, según su escalofriante relato, en la vía judicial no le pueden “hacer nada” porque no se ha llevado ni un boli de la EGB. No ha hecho falta llegar a sus años de la Enseñanza General Básica porque los ciudadanos se conformaría con saber por qué tienen derecho a ello y quién paga la segunda vivienda de la que disfruta en el piso superior al que reside de forma habitual en el barrio de Chamberí. O con que no respondiera astracanadas sobre la presunta comisión de los delitos cometidos por su novio que para ella sólo es una multa de Hacienda a la que puede enfrentarse cualquier ciudadano.
Sus palabras sobre “la cara visible” de una supuesta “operación de Estado” que “se les ha ido de las manos” y en la que, ha asegurado, sin aportar pruebas, que están ocurriendo más cosas “de manera soterrada” produce tanta indignación como sonrojo. Y el estrambótico relato sobre que “se roban ordenadores, se allanan viviendas, se destruyen pruebas y se persigue” a los abogados que representan a su pareja ya se encargó la Guardia Civil de atribuirlo a la delincuencia común. Pues nada, ella sigue empeñada en que no sabe “si tiene los teléfonos pinchados”, pero que en esas estamos en España, un país en el que “no hay garantías procesales, ni hay garantías judiciales”. No hay un día sin ayusada.
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