El “derecho de beso” en la Antigua Roma: una extraña medida para controlar el consumo de vino

En la Antigua Roma, donde el vino era un bien muy preciado y símbolo de estatus, se puso en marcha alguna que otra medida más que curiosa para regular su consumo. Una de ellas se denominaba ius osculi o derecho de beso, que buscaba que se cumpliera la prohibición de beber vino entre las mujeres, los esclavos y los hombres menores de 30 años de la época. No podían beber y había que vigilarlos… muy de cerca.
Saber extraer el mejor mosto y fermentarlo para convertirlo en un vino era un arte que no dominaban todos los ciudadanos de aquella época. De hecho, hay expertos que aseguran que los romanos tomaron contacto con la viticultura a través de los colonos griegos. Y, ya que eran pocos los que dominaban la técnica, el vino era escaso y había que vigilar quién lo consumía. De ahí que, por ejemplo, los esclavos que sabían elaborarlo se pagaban hasta tres veces más caros.
La peculiar ley del beso permitía a los hombres que sí que podían consumir vino besar a cualquier pariente cercano con el fin de verificar si había consumido vino. Es decir, que un hombre podía besar a cualquier mujer, que fuese de su familia para, gracias al beso, comprobar si dicha mujer había bebido o no vino.
Catón, el primero
Según algunos textos, Catón fue el primero en citar este derecho a besar casi indiscriminadamente, algo que hicieron igualmente Plinio y Aulo Gelio. Se trataba de una medida motivada por la escasez de vino y su elevado precio, escasez y precio que perjudicaba y discriminaba aún más a las mujeres.
Sin embargo, cuando la producción de vino fue más abundante, a partir del siglo II a.C., afortunadamente algunas restricciones que miraban de vigilar su consumo fueron perdiendo fuelle. Incluida la del derecho de beso.
También recogen algunos estudiosos de la época que Agripina, según Suetonio, pedía continuamente ser besada por su tío, el emperador Claudio, argumentando que gracias al ius osculi Claudio podía detectar si ella había bebido o no vino.
Esta singular costumbre tenía, además, trágicas consecuencias. Y es que, según autores como Plinio o Fabio Pictor, los castigos que se tomaban contra las mujeres que habían bebido el vino de sus esposos podían ser asesinadas a golpes o ser condenadas a morir de hambre por su propia familia.
0