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La leyenda de Sant Jordi nació en este pequeño pueblo de Tarragona

Parte del recinto amurallado de Montblanc

Alberto Gómez

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Cuando a cualquier enamorado de los libros o de las rosas le preguntan por la celebración de Sant Jordi, seguramente su cabeza se irá directamente hasta La Rambla, esa majestuosa calle barcelonesa que el 23 de abril de cada año es todo un regalo para los sentidos. El día más bonito para visitar la capital catalana, para muchos de sus visitantes.

Sin embargo, tal vez sean muchos los que no sepan que, aunque Barcelona también ofrezca a quien la visita un determinado recinto amurallado, fue a unos 120 kilómetros y en una pequeña localidad de una majestuosa muralla donde se gestó buena parte de la leyenda de Sant Jordi y el dragón.

Se llama Montblanc y está enclavada en la comarca de la Conca de Barberà, en la provincia de Tarragona. Posee muralla monumental, del siglo XIV, con forma de castillo y considerada una de las mejor conservadas de toda Cataluña. Todavía hoy se mantienen en pie 30 torres defensivas.

Al margen del esplendor de la muralla que puede sorprender a más de un despistado turista, la leyenda une a Montblanc y Sant Jordi. Y es que la tradición cuenta, según los más viejos del lugar, había un temido dragón atemorizando a los pobladores de Montblanc, dragón que acababa con cosechas y ganados. Cansados y resignados, los vecinos acordaron entregar al insaciable dragón, como señal de buena voluntad, una persona del propio pueblo. Una cada día. Y en esas llegó el turno de la hija del rey.

Porque fue, en el crucial momento en el que el dragón iba a devorar a la princesa, cuando apareció un caballero que atravesó el corazón del dragón con una espada, salvando a la joven. Y, siguiendo al pie de la letra la leyenda, de la sangre que brotó de la bestia acabó naciendo un rosal. El caballero, Sant Jordi, cortó una de esas rosas y se la regaló a la princesa. 

Tiempo después, Sant Jordi se erigió patrón de Cataluña (en el siglo XIX), convirtiéndose en símbolo del territorio catalán con la Renaixença, movimiento político y cultural que recuperó las señas de identidad catalanas. 

Y, mientras, Montblanc revive aquel gesto de valentía con recreaciones teatrales y desfiles sobre sus calles empedradas. De hecho y desde 1987, en su famosa y transitada calle Mayor más de 300 vecinos se visten con vestidos de la época y recrean la derrota del dragón a manos del caballero y vecino de Montblanc. Escena coreada por lugareños y turistas que acaba con la entrega de la mítica rosa.

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