La oscura verdad detrás del cuento de 'Blancanieves' que Disney no contó

En la versión de 1812, Blancanieves tenía solo siete años cuando su madre intentó asesinarla

Héctor Farrés

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La bruja extendió su mano, y la manzana brilló bajo la tenue luz del bosque. Un mordisco. Un segundo de duda. Luego, el cuerpo de Blancanieves cayó al suelo, inerte. No hubo testigos, solo el eco de la risa de la Reina desapareciendo entre los árboles. Si Disney hubiera contado la historia original, la escena no habría terminado ahí. Habría incluido el festín de la villana, que devoró los órganos que creía de su hijastra, y el espeluznante castigo que la esperaba en la boda de la joven.

Los cuentos de hadas no siempre fueron dulces historias para niños. Cuando los hermanos Grimm recopilaron el folclore europeo en el siglo XIX, su intención no era entretener a los pequeños, sino preservar relatos populares que, con el tiempo, fueron suavizados y reescritos para hacerlos más aceptables. La primera versión publicada de Blancanieves en 1812 presentaba una historia más cruel que la conocida hoy.

Espejito, espejito: ¿por qué el cuento no era tan bonito?

La malvada Reina no era su madrastra, sino su propia madre, quien, consumida por la envidia, ordenó su asesinato sin remordimientos. “Llévala al bosque y mátala”, escribieron Jacob y Wilhelm Grimm en su primera edición. La imagen de una madre buscando la muerte de su hija resultó demasiado perturbadora para la época, así que en ediciones posteriores la villana se convirtió en una madrastra.

El relato evolucionó, pero su esencia siguió siendo siniestra. Blancanieves, con apenas siete años, era considerada “más hermosa que el día”, lo que desataba la furia de la Reina. El cazador enviado a matarla no tuvo el valor de hacerlo y, como en la versión de Disney, la dejó escapar.

Sin embargo, la reina no se conformaba con suposiciones o promesas de terceros. Exigió pruebas, y por eso ordenó que le llevaran los pulmones y el hígado de la niña como prueba. “El cocinero tuvo que hervirlos con sal, y la malvada mujer los comió, creyendo que eran de Blancanieves”, escribieron los Grimm en su revisión de 1857.

La historia continuaba con Blancanieves refugiándose en la casa de siete enanos, quienes no eran los entrañables personajes que Disney presentó décadas después. En varias versiones del cuento, en lugar de mineros, eran ladrones que aceptaban a la niña bajo una condición clara: debía cocinar, limpiar y encargarse de la casa mientras ellos trabajaban. No se trataba de un refugio idílico en el bosque, sino de un pacto de supervivencia con mucho machismo.

Pero la Reina no había terminado. No una, ni dos, sino tres veces intentó matar a Blancanieves con sus propias manos. Primero, disfrazada de mercader, le vendió un corsé y lo ajustó con tanta fuerza que la dejó sin aliento. Los enanos lograron revivirla desatándolo. Luego, con un peine envenenado, intentó su segunda jugada, pero otra vez la niña fue salvada. Finalmente, llegó la manzana. Esta vez, el veneno era definitivo, y Blancanieves acabó en su ataúd de cristal.

Blancanieves sobrevivió por un tropezón

Disney transformó el desenlace con un beso de amor verdadero, pero en la historia original no hubo tal romanticismo. Un príncipe apareció, sí, pero no con intenciones heroicas. Al ver a Blancanieves en su ataúd, quedó tan fascinado por su belleza que insistió en llevarse el cuerpo para venerarlo. “No puedo vivir sin verla. La honraré y respetaré como a mi más preciada”, suplicó a los enanos hasta que cedieron.

Durante el traslado, un tropiezo de los sirvientes hizo que la pieza de manzana envenenada se desprendiera de su garganta, devolviéndole la vida. No hubo magia, solo un accidente.

El final tampoco fue el mismo. La Reina no cayó de un precipicio. En la boda de Blancanieves y el príncipe, la villana recibió su castigo: unas zapatillas de hierro al rojo vivo fueron colocadas en sus pies, y la obligaron a bailar hasta la muerte. Así cerraron los Grimm su versión del cuento, mucho antes de que Disney le diera un toque más amable.

Hoy, la historia de Blancanieves sigue reimaginándose en el cine con una película protagonizada por Rachel Zegler y Gal Gadot, pero sus orígenes son mucho más oscuros de lo que muchos recuerdan. Quizá por eso, después de más de dos siglos, el cuento sigue fascinando: no por su dulzura, sino por las sombras que se esconden detrás del espejo.

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