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La isla que ignora las fronteras, combina lo mejor de dos países y tiene uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo

Es uno de los aeropuertos más espectaculares y peligrosos del mundo

Héctor Farrés

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Las fronteras existen en los mapas, pero en San Martín parecen ser solo una formalidad. En esta pequeña isla caribeña, donde holandeses y franceses comparten territorio desde hace siglos, la vida transcurre sin restricciones geográficas. Aquí, los vecinos cruzan de un lado a otro con total naturalidad, algunos para trabajar, otros para estudiar y muchos solo para disfrutar de lo mejor de ambos mundos. La isla es solo una, aunque dos naciones reclamen su parte.

El Tratado de Concordia, firmado en 1648, es el acuerdo más antiguo en vigor del Caribe y selló la división de San Martín entre Francia y los Países Bajos. Inicialmente, este pacto establecía la cooperación entre ambas partes y la protección mutua, pero su aplicación no fue inmediata. Hubo más de una docena de violaciones antes de que realmente se respetara. Con el tiempo, la isla dejó atrás los conflictos y hoy la relación entre ambos lados es un ejemplo de convivencia binacional.

Sint Maarten, al sur, forma parte del Reino de los Países Bajos y tiene una energía cosmopolita. Philipsburg, su capital, alberga el aeropuerto, el puerto de cruceros y una animada vida comercial. Aunque el holandés es el idioma oficial, el inglés es ampliamente hablado, junto con un criollo local. La moneda oficial es el florín antillano neerlandés, aunque el dólar estadounidense es el más utilizado.

En contraste, Saint Martin, al norte, refleja un ambiente más europeo y relajado. Marigot, su capital, conserva la arquitectura tradicional y mantiene costumbres francesas como el cierre de tiendas al mediodía para almorzar. El euro es la moneda predominante y las playas y reservas naturales ofrecen una experiencia más tranquila y ligada a la naturaleza.

El aeropuerto donde los aviones casi te despeinan

Uno de los lugares más impactantes de la isla es el Aeropuerto Internacional Princesa Juliana, en el lado holandés. Su pista de aterrizaje, de solo 2.180 metros, termina justo al borde de la playa de Maho, convirtiéndolo en un espectáculo único. Cada día, turistas y curiosos se reúnen en la arena para ver cómo los aviones descienden a escasos metros de sus cabezas.

El momento más intenso llega con los despegues: la potencia de los motores genera una ráfaga tan fuerte que puede derribar a quienes intentan aferrarse a la valla cercana. A pesar de las advertencias de las autoridades sobre los riesgos, la emoción y la adrenalina hacen que esta siga siendo una de las atracciones más populares de la isla.

Pero más allá de la expectación que genera, este aeropuerto está considerado uno de los más peligrosos del mundo. Su principal desafío es la corta longitud de la pista, lo que obliga a los pilotos a tocar tierra en el punto exacto para disponer del espacio necesario para frenar con seguridad. Como resultado, los aviones descienden a muy baja altura sobre la playa, ofreciendo una imagen espectacular pero exigiendo una precisión extrema en cada maniobra.

Una isla con más sabores que kilómetros

La diversidad cultural es otro de los grandes atractivos de San Martín. Más de 100 nacionalidades conviven en este pequeño territorio, lo que ha convertido a la isla en la capital culinaria del Caribe. La mezcla de influencias africanas, caribeñas y europeas se refleja en su gastronomía, desde los puestos callejeros con mariscos y carnes a la parrilla hasta los restaurantes de alta cocina. Según los locales, Grand Case, en el lado francés, es el epicentro gastronómico, con más de 65 restaurantes a lo largo de su paseo marítimo.

La riqueza natural de la isla es igual de impresionante. Con solo 34 millas cuadradas, San Martín cuenta con 37 playas de arena blanca y un interior montañoso que ofrece vistas espectaculares. Más alejadas de las multitudes, Happy Bay Beach y otras playas menos conocidas permiten disfrutar de paisajes casi vírgenes.

San Martín también destaca por su vida cultural. Su carnaval es el más largo del Caribe, con más de dos semanas de celebraciones que incluyen desfiles, competencias de calipso y espectáculos de danza. En el arte, Roland Richardson es una de las figuras más importantes de la isla. Reconocido por sus pinturas impresionistas del árbol nacional, el flamboyán, ha recibido distinciones de Francia y los Países Bajos, incluyendo el título de caballero otorgado por la reina Beatriz de Holanda.

La carrera etílica que dibujó la frontera

La historia de la isla está llena de anécdotas curiosas. Una de las más populares explica por qué la división territorial no es equitativa. Según la leyenda, se organizó una carrera en la que un francés, bebiendo vino, y un holandés, bebiendo ginebra, caminarían en direcciones opuestas desde un punto de partida común. El lugar donde se encontraran definiría la frontera.

Supuestamente, el francés avanzó más rápido mientras que el holandés, distraído por una mujer, se detuvo a descansar. Aunque la realidad fue menos pintoresca, la historia sigue contándose con orgullo en ambos lados.

Con tanto por descubrir, queda claro que en San Martín las fronteras son solo líneas en el papel. En la práctica, esta isla es un solo destino, donde la cultura, la historia y la gastronomía crean una identidad única que ignora los límites geográficos.

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