El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
De niño veía dibujos animados habitados por animales humanizados. Más tarde me aficioné a los documentales de la 2, en los que la Tierra y sus seres vivos se relacionaban restableciendo el equilibrio una y otra vez. Sus enseñanzas iniciaron en mí otra mirada.
Cuando recibimos un mensaje complejo, nuestro cerebro recupera experiencias con las que comparar y construir una imagen inteligible. Será por eso que la imagen es un poderoso recurso publicitario: no importa si miente o qué muestra, sino lo que evoca. Advierto, me gusta especular sobre los procesos mentales.
Hay personas de partido que aceptan su credo con fidelidad inquebrantable, mientras para otras el culto es intercambiable. También las hay indómitas, que lo cuestionan todo. Las hay que toman partido conscientemente y otras que se distancian creyendo que no lo hacen, pero no es así. Su renuncia supone la aceptación del credo de la inevitavilidad. Es una manera de trivializar aquello en lo que no podemos influir de forma individual.
La terminación -ismo me sugiere cierta conexión con algún tipo de doctrina y ésta, con el adoctrinamiento. En cambio cuando alguien se declara -ista lo interpreto de manera diferente, le concedo la potestad del libre albedrío. Asumo que la persona no sólo se identifica con una idea sino que elige una forma de estar y actuar frente al conflicto; de alguna manera adquiere un conjunto de valores con los que se presenta ante los demás.
A veces nos produce tanto temor la incertidumbre que evitamos el esfuerzo de acercarnos a ver y probar como resultaría buscar un camino en terreno desconocido; algo así como abrir una vía en una gran pared de una montaña. Entre los seres vivos tiene una función tan estimulante como peligrosa. Construimos nuestra autoestima sobre certezas que nos brindan la autonomía para relacionarnos saludablemente. Pero el entorno de los seres vivos no permanece inmutable mucho tiempo y son esos cambios los que invitan a explorar otras sendas. Es la incertidumbre la que nos descubre nuevos horizontes y muestra nuestros límites. Y en esa nueva búsqueda podemos descartar aquellos mensajes que evocan lugares y momentos rancios y proyectar imágenes de lo que podemos llegar a ser sin dejar a nadie atrás.
Todas las personas tenemos una conciencia social porque somos seres sociales y nos construimos en la relación que establecemos con los y las demás. Puede estar más o menos escondida, pero es fácil rescatarla en un entorno favorable: bien por la presencia de elementos lúdicos o creativos comunitarios o tras sufrir agresiones externas hacia la comunidad de pertenencia.
Hoy son tantos los golpes recibidos por tantos colectivos y comunidades, que se antoja posible escalar el conflicto a un espacio de lucha común. Nuestra capacidad de decidir se ve amenazada por un proceso de expropiación de bienes y saberes comunes y su cesión a fondos económicos que persiguen el negocio sin concesiones, por más que algunos políticos intenten maquillarlo. Los cambios que necesitamos comienzan creyendo que es posible y confiando en aquellos que te acompañan. El 23 de Marzo tenemos la oportunidad de encontrarnos y construir una imagen a partir de las pérdidas y los despojos que nos quedan tras los atropellos recibidos por nuestros regidores. Basta ya. Zaragoza no se vende.
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