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Sobre este blog

Padre imperfecto, primo hermano de Orlando, feminista en construcción, jurista nómada, cinéfilo “aguafiestas”, además de egabrense y catedrático de la UCO. Llevo años estudiando desde el punto de vista jurídico, pero no solo, los problemas y los dilemas de la igualdad. He publicado libros como El hombre que no deberíamos ser, Autorretrato de un macho disidente o John Wayne que estás en los cielos. Empeñado en mirar con lentes feministas, a lo Siri Hustvedt, la realidad y su reflejo en las pantallas, me quedé tocado cuando vi Thelma y Louise en el Cine Isabel la Católica.

Todavía hoy, mientras releo a Virginia Woolf, sueño con escribir un final distinto para la historia. Mientras llega ese happy end, no dejo de ver películas en las que busco las respuestas que no me ofrecen ni el Derecho ni Boyero. Imaginando un mundo con menos palomitas y más conversación.

'A Complete Unknown': Las diosas eran ellas

Timothée Chalamet en 'A complete unknown' como Bob Dylan. Foto cedida por Disney.

Octavio Salazar

17 de marzo de 2025 20:13 h

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Nunca he seguido las andanzas de Bob Dylan ni tampoco he tenido en los altares a estrellas de la música. Con el paso de los años, además, he ido viéndole las costuras a la mayoría de esos genios hombres que, salvo excepciones honrosas, acaban siendo insufribles – todavía recuerdo con pesar los pesados protagonistas de Segundo premio, tan incapaces de quitarse su armadura de viriles caballeros -, con frecuencia más y más a medida que van cumpliendo años. Ahora que no dejo de darle vueltas a la masculinidad y la vejez, no hago sino encontrarme con tipos de edad avanzada que se vuelven huraños, insoportables y prisioneros de un ego que transita entre la melancolía y el narcisismo. También es frecuente que en muchas de esas biografías haya mujeres encargadas de sostenerlos, como sin ir más lejos hace poco reconocía el mismo Joaquín Sabina cuando hablaba de las razones por las que ahora le resulta imposible separarse de su mujer, es decir, de su obediente cuidadora.

No fui por tanto al cine para ver A complete unknown con muchas ilusiones, salvo por la curiosidad de ver la composición de Timothée Chalamet (sí, debo confesarlo, soy uno de esos chalameters, que andan fascinados por el potencial de este chico tan adorable y estiloso, que siempre me hace dudar si sus trajes amarillos o sus brazos sin músculos responden a una “nueva” masculinidad). Y no, la película no me decepcionó, aunque no me interesen lo más mínimo las andanzas personales y creativas del Premio Nobel, entre otras cosas porque me hizo situarme en un momento histórico al que hoy no puedo sino ver con una cierta nostalgia, porque me ubicó a la perfección en lugares y en contextos que definen a los personajes, porque retrata con exactitud ese mundillo de colegas varones que son la mano que mecen (todavía hoy) tantas cunas, entre ellas las de la industria musical,  y, sobre todo, porque me deslumbró con sus dos protagonistas femeninas que, éstas sí que me resultaron más interesantes que el pesado de Bobby.

No seré yo quien compare genialidades creativas, pero me resulta mucho más atractiva la historia de una Joan Baez a la que vemos ya consolidada  como una estrella y que es, no sé si a su pesar, un icono de esa época a la que antes me refería y en definitiva de un momento histórico en el que las canciones tenían una potencialidad política que hoy a algunos les puede parecer incluso naif. La belleza y la impecable interpretación de Mónica Barbaro, sin olvidar su preciosa voz, hacen de la Baez la imagen de todo aquello que hoy nos puede parecer un paraíso perdido, una alternativa luminosa frente a las gafas negras del creador macho, un cuerpo que sostiene y que se alza, al fin sin ser la señora de nadie. Los brotes de aquella segunda ola feminista. Y junto a ella, ese primer amor del genio que, por indicación del propio Dylan tras leer el guion, ha sido cambiado de nombre e identidad, pero que mantiene en la película el sentido que tuvo en la vida del autor de Blowing in the wind. La maravillosa interpretación de Elle Fanning nos permite descubrir cómo en este caso también fue una mujer la que movió los sesos del varón hacia una mirada situada en su tiempo y la que desempeñó durante un tiempo, todo un clásico, el papel impagable de sostenedora emocionale y cuidadora. En una vivencia del amor tan a punto de rayar el límite de la toxicidad.

Gracias a Barbaro y a Fanning, sin olvidarnos de un Edward Norton que compone uno de esos secundarios sin los que serían imposibles algunas películas, pero también gracias a un Chalamet que, para desgracia de sus detractores, nos demuestra su talento al que tal vez le sobren poses e intensidad en el tramo final de la historia, A complete unknwon se convierte en una experiencia cinematográfica muy disfrutable. Una de esas películas a las que sin ser obras maestras poco se le puede objetar. En este caso, además, sería una obviedad señalar que las canciones que se escuchan son el nervio emocionante de una historia de la que, espero, no haya segunda parte. Porque tal vez lo más maravilloso de la cinta de James Mangold sea sentir que es algo así como una historia irrepetible, un fragmento de luz que nos puede dar hospitalidad en estos tiempos oscuros y terribles, un recordatorio de tiempos complejos pero que alumbraron rebeldías, un intento entre fallido y valiente de descubrir de dónde salen las canciones. Quizás la pregunta que nunca nos deberíamos hacer ya que empezar a buscar la respuesta es, a menudo, la mejor manera de hacer que sus versos dejen de rimar.

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Padre imperfecto, primo hermano de Orlando, feminista en construcción, jurista nómada, cinéfilo “aguafiestas”, además de egabrense y catedrático de la UCO. Llevo años estudiando desde el punto de vista jurídico, pero no solo, los problemas y los dilemas de la igualdad. He publicado libros como El hombre que no deberíamos ser, Autorretrato de un macho disidente o John Wayne que estás en los cielos. Empeñado en mirar con lentes feministas, a lo Siri Hustvedt, la realidad y su reflejo en las pantallas, me quedé tocado cuando vi Thelma y Louise en el Cine Isabel la Católica.

Todavía hoy, mientras releo a Virginia Woolf, sueño con escribir un final distinto para la historia. Mientras llega ese happy end, no dejo de ver películas en las que busco las respuestas que no me ofrecen ni el Derecho ni Boyero. Imaginando un mundo con menos palomitas y más conversación.

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