“'El 47' es también un homenaje a mis abuelos cordobeses”

El 7 de mayo de 1978, un conductor de la red metropolitana de transporte de Barcelona secuestró un autobús. Manuel Vital, líder sindical y emigrante extremeño, abandonó el itinerario habitual de la línea 47 y tomó rumbo a uno de los barrios periféricos más pobres de Cataluña. Al frente del volante, remontó las estrechas y empinadas calles de Torre Baró, uno de los núcleos chabolistas construidos años atrás por emigrantes del sur.
Manolo Vital vivía en Torre Baró. Fue uno de los primeros pobladores que levantaron en 1951 aquellos barracones de madera en medio de la nada. Durante años el barrio careció de los servicios básicos. Ni luz, ni agua ni, por supuesto, transporte público. Para el Ayuntamiento de Barcelona, Torre Baró no existía. Y el gobierno local se negaba a habilitarle una línea de autobús bajo el pretexto de que los vehículos no podrían subir por aquellas angostas cuestas.
Fatigado de exigir un derecho ciudadano elemental, Manolo Vital quiso demostrar que su barrio merecía transporte público como cualquier otro vecino de Barcelona y que las excusas municipales no tenían justificación alguna. El líder vecinal fue procesado por secuestro. Y aquella hazaña de los albores de la democracia fue inmortalizada el año pasado en una conmovedora película firmada por Marcel Barrena y galardonada con cinco Goyas. El director catalán sabía lo que estaba rodando. Sus abuelos habían emigrado a finales de los 50 desde el Valle del Guadiato a Cataluña y la proeza de Manolo Vital rememoraba sus propios orígenes familiares.
Marcel Barrena está al otro lado del teléfono. Nunca ha pisado Peñarroya ni El Hoyo de Belmez donde nacieron sus abuelos. Pero el latido rural de las dos localidades cordobesas gravitan sobre su memoria gracias a la evocación permanente y sentida de aquellos dos emigrantes que abandonaron la miseria de la posguerra para labrarse un futuro en Cataluña.
Mis abuelos siempre hablaban maravillas de Peñarroya y El Hoyo de Belmez
PREGUNTA (P). ¿Quiénes eran sus abuelos?
RESPUESTA (R). Mis abuelos maternos eran Carmen, una señora catalana de origen aragonés, y Antonio, un señor catalán de pura cepa. Y mis abuelos paternos eran dos andaluces de pura cepa. Manuela, que todavía está con nosotros, era de Peñarroya-Pueblo Nuevo, y su marido, mi abuelo Antonio, de El Hoyo de Belmez.
P. ¿Y qué le contaban a usted de niño sobre sus orígenes?
R. Ellos se vinieron a Barcelona en los 60. Mi abuelo tuvo aquí su casa en Hospitalet, en las afueras de Barcelona, y ahí se quedaron hasta sus últimos días. Mi abuelo fue uno de tantos que llegó a Barcelona y luego se fue a trabajar a Alemania. O sea, que cambió de tierra dos veces. De sus orígenes siempre hablaban maravillas. De hecho, ellos nunca dejaron su cultura ni su lengua. Educaron a su hijo en castellano y a mí siempre me hablaron castellano. Yo les contestaba en castellano y en catalán. Eran muy andaluces y cada verano, hasta que la salud se lo impidió, se iban en tren a Córdoba. Entonces era un viaje largo. Luego cogían el bus hasta Peñarroya. Hace poco encontré una entrevista que le hice en la Universidad. Yo estudié Comunicación Audiovisual y había una rama de Periodismo. En un ejercicio de clase nos encargaron una entrevista y yo elegí a mi abuelo, Antonio Barrena.
El otro día encontré el audio. Dos horas de charla con mi abuelo. Hace ya 13 años que no puedo hablar con él porque falleció. Fue altamente emocionante. Él explicaba su infancia en El Hoyo. Creció en la Guerra Civil y me contó todas las barbaridades que vio en su infancia. Él vio explotar a su hermano que estaba jugando con una mina y reventó. Vio a su hermano desintegrarse. Me decía que era un gran cazador de gatos porque no había nada que comer. Esas fueron muchas de las razones por las cuales intentaron buscar un futuro. Conoció a mi abuela en Peñarroya y vinieron a Barcelona para volver a empezar desde cero.

P. ¿Por qué eligieron Cataluña para emigrar?
R. Como tantos otros, tenían familiares que habían venido aquí. Algunas hermanas de mi abuela. Él encontró trabajo en una fábrica de oxígeno. Se compraron un piso muy modesto en la calle La Viña, de Hospitalet. Una calle muy pequeñita. Mi abuela lo conserva todavía. Allí vive. Es un piso de 30 metros. Y ahí se quedaron toda la vida. Yo me he educado con mis abuelos. Con los cuatro. Un poco más con los andaluces. Me he pasado los días comiendo con ellos, cenando con ellos, incluso durmiendo con ellos. Y han sido como unos segundos padres.
Mi abuelo creció en la Guerra Civil y vio explotar a su propio hermano con una mina
P. ¿Cómo imaginaba usted Peñarroya y El Hoyo?
R. A pesar de los pesares y de las penurias, porque a ellos les tocó vivir una época muy complicada, siempre hablaban en positivo. Siempre fue su tierra. Luego ya sintieron que eran andaluces y catalanes por igual. Murió su hermano y también murió su gemela un poco después y siempre tuvieron un excelente recuerdo de su tierra. Ellos fueron muy andaluces, pero no del folclore. No ejercían. Pero su música y sus cosas estuvieron relacionadas con su tierra. Sacaban pecho y estaban muy orgullosos. Mi abuelo era una persona muy positiva y siempre hablada bien de El Hoyo, que es una aldea donde no había nada. Pero allí estaba su gente, su familia y su sangre.
P. ¿Con cuántos años se fueron a Cataluña?
R. Se fueron en los 60. Deberían tener unos 35 años, supongo.

P. ¿A qué se dedicaban?
R. En Cataluña mi abuelo trabajó en una fábrica de oxígeno. Creo que también trabajó en la Seat. Mi abuela estaba en casa.
P. ¿Y a qué se dedicaban en Córdoba antes de emigrar?
R. Ahí ya me coge. No lo sé. Mi abuela a coser para modistas. Seguro. Y mi abuelo lo que pillaba.
P. ¿Usted tuvo oportunidad de viajar con ellos a Peñarroya?
R. No. Ellos viajaban una vez al año en verano. Nunca lo hablamos. Era algo íntimo suyo para reencontrarse con su gente. Iban a casa del hermano de mi abuelo. Es algo que tengo pendiente. En el momento en que yo empecé a ser un poco mayor y ya quería viajar con ellos, mis abuelos dejaron de ir por salud.
Mis abuelos viajaban al Guadiato cada verano y traían una paletilla de jamón
P. Le traían regalos.
R. Traían jamón. Lo que podían. Mis abuelos eran gente muy honesta, muy sencilla. Traían una paletilla. Yo recuerdo el día en que íbamos a buscar el jamón a casa de mis abuelos.
P. También son conocidos El Hoyo y Peñarroya por el vino de pitarra.
R. Exacto. En la película puse varios homenajes a mis abuelos. La película se enfoca más en los extremeños, pero todos venimos a ser lo mismo. Manolo Vital era extremeño y eso quise mantenerlo, pero lo rodeé de andaluces que habían hecho la misma peripecia. Si tú vas a Torre Baró, es altísimo el porcentaje de gente que viene de Andalucía. Y eso yo lo vinculé con mis abuelos. Hay varias cosas en la película que son un homenaje a mis abuelos. El vino de pitarra. Y en versiones anteriores del guion había muchísimas cosas de Valderrama. De su música. O el personaje de Salva Reina. Es verdad que él hace más de otra zona de Andalucía, así como Vicente Romero, que es sevillano. Pero está todo ahí. El andaluz en El 47 tiene mucha presencia por mis abuelos.
P. El 47 es un homenaje a sus abuelos.
R. Sí. A mis abuelos y a mucha gente como ellos. Sí, claro. Es la misma clase social, el mismo viaje, la misma estima, el mismo amor de donde vienen. Pero también hacia dónde van y el respeto a la tierra que les acoge. Mis abuelos no sabían hablar catalán, pero su ideario era el máximo respeto y el máximo amor por la cultura de Cataluña y por su idioma. Mis abuelos no tenían estudios. Les costaba mucho y no pudieron aprenderlo, pero ellos siempre hicieron el amago de soltar alguna frase. Su implicación en esta tierra y su amor por Cataluña era solo comparable al amor por Andalucía. Esto es así.
P. Nunca aprendieron catalán ninguno de los dos.
R. Lo intentaron. Yo siempre me metía con ellos. “Joder, yayo”, les decía. Le pasó lo mismo con el alemán cuando fue a Alemania. Mi abuelo solo aprendió los números y con eso le bastó. Aquí lo mismo. Las lenguas no eran su fuerte. Como tantos otros. En Cataluña no hay ningún problema en vivir en castellano y ellos así lo hicieron. Pero eso no quita para nada que su forma de vivir fuera siempre desde el máximo de los respetos y desde el amor hacia las costumbres de aquí. Sus nietos les hablaban en catalán muchas veces.
No hablaban catalán pero tenían era el máximo respeto a la tierra que los acogió
P. ¿Para ellos el idioma fue una barrera?
R. Nunca. No fue una barrera para ellos porque no se les daba bien. Mi abuela todavía hoy vive y dice que ojalá hubiera podido expresarse como ella quería en esta tierra.
P. Su abuela ha visto la película.
R. Mi abuela sí ha visto la película. Está muy mayor ya y ha tenido un mal año. No está en su mejor momento.

P. ¿Le ha dicho algo?
R. Ella está muy feliz. Me ha visto un poco pesado en la tele y en la prensa, y está muy orgullosa. Mi abuela me ha ayudado cuando nadie más me ayudaba. Así que mis abuelos han sido mi bastión. Mis abuelos siempre han sido mi pilar. Mi primer corto que hice en la Universidad se lo dediqué a mis abuelos. La entrevista que yo elegí en dos asignaturas distintas, una se la hice a mi abuelo andaluz y la otra a mi abuela catalana. Mis abuelos son las personas que más me han ayudado en mi vida en todos los sentidos.
P. ¿Qué ha aprendido usted de sus abuelos andaluces?
R. Es una pregunta muy compleja que requeriría pensármelo bien. Pero lo he aprendido todo. Mis abuelos siempre fueron mi salvavidas. En todos los sentidos. Cuando yo no tenía dónde ir, iba a casa de mis abuelos. Cuando yo no tenía dónde comer, iba a casa de mis abuelos. Cuando yo me quedé sin dinero, iba a casa de mis abuelos. Eran una gente muy sencilla, muy humilde, muy generosa. Mi abuelo es la persona más divertida que yo he conocido en mi vida. Yo hice una TV Movie, una película para televisión, que fue lo primero que rodé, aunque todavía estoy esperando a que me la paguen. Era 2009, cuando yo era un chaval. Es un guion que escribí en la Universidad. Una película muy cutre hecha entre los amigos. No había dinero y yo le pedí a todos mis amigos que me ayudaran a salir de extras para llenar un bar y una discoteca. Para mi abuelo, que vivía en Hospitalet, a una parada de metro, ir a Barcelona era como una epopeya. El día del rodaje en el barrio de Gracia, que es donde yo vivía, él se plantó allí para ver como su nieto estaba dirigiendo una película.
En mi primera TV Movie puse a mi abuelo a bailar en una discoteca con dos brasileñas
Era una escena de una discoteca que montamos en un teatro porque no había dinero. Y él me dijo que quería salir en la peli de su niñito. Entonces le puse a bailar en la discoteca con dos brasileñas de 18 años. Y cuando la película se emitió, que fue un éxito bastante enorme en Cataluña y ganó el Premio Gaudí, la gente de Hospitalet vio a mi abuelo en la tele. Y cuando iba al supermercado o a la panadería iba todo hinchado porque, claro, sus vecinos le habían visto bailando con dos brasileñas en una película. Para mí fue uno de los mejores momentos de mi vida. Pensar que mi abuelo vio esa gala del Gaudí en directo y que siempre va a estar bailando con dos brasileñas en una película mía.
P. Le regaló usted un minuto de gloria.
R. Sí. Nunca le voy a poder compensar todo lo que él me dio a mí. Yo sé que estuvo muy feliz con aquello. El gran pesar que he tenido en mi vida es que mi abuelo murió a tres meses del nacimiento de mi hija, que era su primera bisnieta. No la llegó a conocer. Mi hija al nacer tuvo muchísimos problemas, de vida o muerte, y yo, que no creo en cosas que no puedo ver, siento que mi abuelo ayudó a que las cosas salieran bien.
P. ¿Sus abuelos conservaron el acento?
R. Un poco. Pero tampoco muy marcado. Al final, ya era un castellano más central. Cuando hablaban por teléfono un poco más.
P. ¿Qué tiene usted de andaluz?
R. Yo no sé qué tengo de andaluz. No sé qué tengo de ningún lado. Lo que sí digo es que cuando voy a Andalucía me siento en casa. Es curioso porque no he hecho vida en Andalucía. Cuando he tenido que viajar por trabajo, ha sido bajar del tren y estar bien. Es algo raro que no puedo explicar.
Mi asignatura pendiente es ir a conocer Peñarroya y El Hoyo de Belmez
P. ¿Conoce usted Córdoba?
R. Conozco Córdoba.
P. ¿Y no ha tenido la tentación de ir a Peñarroya?
R. No me he atrevido del todo. Estoy esperando el momento de hacerlo bien. Las veces que he ido a Córdoba han sido de pasada por festivales o por películas. Y estoy esperando el momento correcto para ir con tiempo. Nacieron mis hijos y siempre ha habido algo que me lo ha impedido para hacerlo bien, pero tengo la asignatura pendiente. He hecho una cosa un poco cutre salchichera: he recorrido todas las calles de mis abuelos online. Esto sí lo he hecho. Pero el momento de pisar su casa y sus calles no sé qué pasa dentro de mí que estoy esperando el momento para hacerlo bien.

P. Tiene miedo.
R. Miedo no. ¿Sabe cuando quieres hacer las cosas bien? Y quizás ir con mis hijos. Es algo que va a pasar, pero quiero que pase bien.
P. ¿Qué le debe Cataluña a los andaluces?
R. No sé si le debe algo. Nosotros somos una especie viajera que siempre busca lo bueno para su gente. Y en esa época Cataluña estaba un poco mejor que Andalucía. Mucha gente vino aquí, construyó barrios enteros, creó nuevas generaciones, trajo talento. Cataluña también se nutre de eso, como cualquier tierra de acogida. Así lo siento. Y yo soy fruto de eso. Existen barrios que han construido andaluces y extremeños como, por ejemplo, Torre Baró.
Es injusto y malvado decir que en Cataluña no se puede hablar castellano
Me gustaría pensar que no nos debemos nada. Que la humanidad es generosa y, si alguien necesita ser acogido en una tierra, pues se le ayuda y ya está. Porque nosotros, tarde o temprano, también necesitaremos irnos a otra tierra. Así fue, así ha sido y así será. Sin los andaluces que llegaron aquí yo no hubiera nacido y mis hijos tampoco. Casi nadie se va de su casa por gusto. Te vas de tu casa porque te expulsan o te obligan a irte. O porque las condiciones no son buenas. No me gustaría hablar de deudas. Me gustaría más hablar de solidaridad.
P. ¿Cómo conectó con la historia de Manuel vital?
R. Empezaron a vibrar muchas cosas dentro de mi tierra, de mis abuelos, de mi ciudad, de la gente de mi clase, que es la gente trabajadora. Yo venía de hacer una película que se titula Mediterráneo, que fue muy dura. La rodamos en seis lenguas, en Grecia, durante la pandemia, con mi amigo y socio Dani Rovira, al que le habían diagnosticado un cáncer. Y yo tenía ganas de no moverme de mi casa y de mi familia. Había estado tres meses bloqueado fuera, con las fronteras cerradas por la pandemia, y quería hacer algo aquí. Y descubrí la historia de Manolo, que había secuestrado un autobús. No había nada. No había narrativa. No había biografía de Manolo. Solo en un blog, una noticia breve que decía que había muerto el señor que había secuestrado el autobús.
Y en ese blog había un agradecimiento: “Gracias por hablar de mi abuelo”. Tiré del hilo y contacté con la nieta de Manolo Vital. Me contó la historia de Manolo y de Carmen, la monja. Y vi que había muchos temas de los que hablar. De mis abuelos, del viaje a Cataluña de la gente obrera humilde de España, del problema de la vivienda, de cómo recibimos a los que vienen de fuera. A mí un tema que me preocupa es el tema de las lenguas. Me interesaba mucho cómo hablar sobre la mezcla y la riqueza de las lenguas en Cataluña y en España. Y hasta qué punto a mí me parece injusto, cruel y malvado decir que en Cataluña no se puede hablar castellano. O que el castellano está castigado, cosa que es mentira. La mayoría de la gente de Andalucía que tiene vínculos con Cataluña lo sabe porque han vivido aquí. Yo vivo aquí y mis abuelos han vivido aquí y saben que no hay ningún problema. Y ahí salió El 47.
Gracias a Carmen, la monja, miles de andaluces saben hoy leer y escribir
P. ¿Qué nos enseña Manuel Vital?
R. Manuel Vital nos enseña que los derechos hay que mantenerlos. Que hay que luchar por las cosas porque, si no, las perdemos. Que si nos adormecemos nos las van a quitar. Que hay que luchar pacíficamente por la dignidad. Manuel Vital se convirtió no solo en un líder para su familia, sino también para su barrio. No es solo Manuel. Es también Carmen. Me gustaría que se mencionara también a Carmen, una monja que, en lo más oscuro de una dictadura, se hacía 8 kilómetros andando para acoger a la gente que venía de Extremadura y de Andalucía. Que les enseñaba a leer y escribir, y hablar catalán. Y dejó los hábitos por amor. Y, gracias a Carmen Vila, cientos o miles de andaluces hoy saben leer y escribir, y se pueden expresar en catalán. Ayer una monja me dijo que gracias por el personaje de Carmen porque le recordaba lo que ella había vivido en el Carmel, otro barrio humilde de Barcelona. Para nosotros, es muy importante el papel de la gente como Manolo que luchó por los demás viniendo de fuera, pero también de la buena gente de aquí como Carmen Vila.
P. Tiene usted que venir a Peñarroya y El Hoyo.
R. Sí. Es una asignatura pendiente que tengo muy presente. Mi abuelo siempre me decía que no fuera en verano.
P. En verano aquí es un infierno.
R. Es un infierno. De hecho, la última vez que mi abuelo se puso malo de verdad es porque se fue al pueblo. Pasó tanto calor que se metió el aire acondicionado a tope y le pegó un viaje bonito. Y desde ese día decidió que nunca en la vida tendría aire acondicionado en su casa.
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