Carlos I y V, el 'César' que tomó decisiones de alcance planetario desde una Vitoria que fue su capital temporal en 1524

El rey y emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico llegó a Vitoria escoltado por una amplia corte en enero de 1524, hace ya 501 años, y se instaló en la ciudad durante más de dos meses. “En este tiempo, la capital de Álava se convirtió en una corte en la que por primera vez en la historia se trataban asuntos políticos, diplomáticos y bélicos que afectaban a todo el planeta”, recoge ahora una exposición organizada por el Archivo de Álava en la Casa del Cordón que se podrá visitar hasta el 4 de abril. Con documentos tomados de la propia colección del archivo provincial, a los que se suman otros prestados por el Consistorio de Agurain, el de Hondarribia y la biblioteca del Seminario de Vitoria, se traslada el mensaje de que el monarca y emperador —hijo de Felipe I de Castilla y nieto de los Reyes Católicos, entre otros muchos ilustres acomodados en las ramas de su árbol genealógico— fue un “César” en Vitoria, a la que elevó a centro de decisión de discusiones y pactos que tenían repercusión en los puntos más recónditos del globo, desde la isla de Malta hasta el archipiélago de las Molucas en el océano Pacífico, en lo que actualmente es Indonesia.
La exposición se articula en torno a una serie de documentos de diversa procedencia que ejemplifican, según los organizadores, la relevancia de la visita que Carlos I y V hizo a Vitoria y otros puntos de Álava hace ya más de medio milenio. Si el emperador arribó a estas tierras, fue en parte porque tenía en mente seguir desde una relativa y prudente cercanía el asedio de la fortaleza de Hondarribia, que la monarquía hispánica quería recuperar de manos de un ejército coaligado de los reinos de Navarra y Francia. Antes de instalarse en Vitoria con su nutrida corte, hizo dos noches en Agurain. “Esta corta visita tendría, sin embargo, una gran carga simbólica”, explica la exposición, pues señala que la villa se había alzado contra el último conde de Salvatierra, que había desempeñado un relevante papel en la revuelta comunera. Carlos honró la resistencia con la concesión del título de leal villa y revalidó su condición de realenga. El documento con el privilegio que hace efectivo este honor desapareció durante la guerra de la Independencia de comienzos del siglo XIX, pero se recuperó prácticamente dos siglos después, en 2005, y ahora puede apreciarse en la Casa del Cordón.
“El emperador estuvo en Vitoria y transformó nuestra ciudad y nuestra historia”, ha señalado en la inauguración de este jueves Pepe Sainz, jefe del Servicio de Archivo de Álava. “Fue el primer monarca universal, porque en su corte tenía italianos, flamencos, alemanes, castellanos... discutiendo sobre todos los continentes. Y Vitoria fue el primer sitio en el que se discutió sobre todo eso”, se ha congratulado. La diputada foral de Cultura y Deporte de Álava, la socialista Ana del Val, ha secundado esta idea: “Se convirtió en una auténtica corte internacional, que influyó en asuntos que afectaban a los cinco continentes. Se sentaron las bases de cambios económicos y sociales que transformaron la ciudad y el territorio alavés. Su paso por nuestra tierra dejó una huella indeleble”. Ha destacado también Del Val que la exposición sirve para avivar “la curiosidad de quienes buscan en el pasado respuestas a las preguntas de nuestro presente y nuestro futuro”.

Algunas de las cuestiones que hubieron de dirimirse durante la estancia del emperador y monarca en la ciudad habían surgido a raíz de la primera circunnavegación de la Tierra, la emprendida por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano y concluida por este último. El antemeridiano de Tordesillas delimitaba qué tierras pertenecían a España y cuáles a Portugal, pero la dificultad para medir distancias en las aguas dejó en el aire si las islas Molucas —situadas en el océano Pacífico, archipiélago que ahora forma parte de Indonesia— debían ser para unos o para otros. Las dudas fueron avivando la tensión entre ambas potencias, lo que condujo a la firma en Vitoria de un tratado que abogaba por crear la Junta de Geógrafos de Badajoz-Elvás. Para ello, había llegado a Vitoria una delegación de geógrafos portugueses. Así lo explicó en 2024, coincidiendo con el quingentésimo aniversario de la entrada de Carlos I y V en Vitoria, el historiador Ramón Jiménez Fraile, de la Asociación Histórica Vitoria 2013. Aunque la reunión de geógrafos y marinos que se celebró al calor de ese pacto no solventó el problema de la línea que dividía el mundo, a ojos de Jiménez Fraile supuso un “cambio de paradigma” y una clara frontera entre lo medieval y lo moderno. “Hay una clara diferencia entre la era medieval y lo que se hace en Vitoria: derecho internacional, diálogo y mapas. Carlos V ha nacido en 1500 y encarna unos ideales nuevos”, subrayaba entonces el historiador. En la actual exposición, la de la Casa del Cordón de la calle de la Cuchillería, se puede ver un mapa de la época, en el que Europa, Asia y África se presentan con mayor apego a lo que realmente son, mientras que el contorno de las Américas está por trazar casi por completo.

Otra de las operaciones que se fraguaron con Carlos en Vitoria fue la entrega de la isla de Malta a la Orden de San Juan de Jerusalén. Se concretó a cambio del pago de un halcón anual, si bien el arriendo no llegaría a materializarse hasta unos años después, en 1530. “[Carlos] recibió a una delegación de la Orden Hospitalaria de San Juan. Esta orden militar, fundada originalmente en Jerusalén, acababa de ser expulsada por Solimán el Magnífico de la isla de Rodas, su segundo asentamiento, y buscaban que el César les señalara, por merced, un nuevo lugar donde establecerse. Gracias a las cartas del vitoriano Martín de Salinas, embajador del infante Fernando I —hermano del emperador en su corte—, sabemos que Carlos les indicó que podrían asentarse en Malta fijando, como única contraprestación, la entrega anual de un halcón de caza”, se explica en uno de los paneles informativos que guían al visitante por la exposición.
La relación de Carlos con Vitoria está íntimamente ligada a sus lazos personales con Adriano de Utrecht. Con este hombre de origen neerlandés se había ya carteado el monarca cuando este se encontraba de paso por Vitoria. Fue en esa ciudad en la que se convertiría en Adriano VI, puesto que allí se hospedaba cuando recibió la nueva de que iba a ser elegido ducentésimo decimoctavo papa de la Iglesia católica. De las mismas tierras del norte de Europa procedía también Erasmo, este de Róterdam, al que Carlos tuvo de consejero personal en sus años adolescentes. “Sabemos de la presencia de obras de Erasmo en las bibiotecas de miembros destacados del consejo de Vitoria, y se apunta a que Fernán López de Escoriaza pudiera haber llegado a tratarlo personalmente durante su estancia en la Corte inglesa. La propia portada del palacio Escoriaza-Esquível es reflejo de este movimiento filosófico-cultural, aludiendo a los valores del ciudadano virtuoso”, cuenta la exposición, que señala que “ciertas élites de Vitoria habrían tenido acceso” a las “corrientes humanísticas de pensamiento” impulsadas por Erasmo.

Son muchos y variados los documentos que se exponen en vitrinas en la exposición, desde contratos hasta memoriales, pasando por testamentos y mapas, todos ellos relacionados con el emperador y monarca o con posos del influjo que tuvo. Hay, por ejemplo, un memorial dirigido a él en el que la villa de Hondarribia pide que se le reparen los daños sufridos por la ocupación del Ejército francés. Hay, asimismo, algunas ejecutorias de hidalguía, además de un contrato para la construcción de un mueble-librería en la colegiata —ahora catedral— de Santa María, en el centro de Vitoria. “Sabemos que los más distinguidos miembros de la nobleza alavesa buscaron ganarse el favor del emperador durante su estancia, y las actas reflejan cómo se esforzaron para obtener el encabezamiento perpetuo de las alcabalas, un tributo que las autoridades municipales cobraban como intermediarios de la Hacienda real. De haberse mantenido sin variaciones, hubiera supuesto grandes ingresos para las arcas del Ayuntamiento”, explica un panel.

Sobre los detalles más mundanos de la estancia de Carlos I y V en Vitoria la exposición no puede más que aventurar suposiciones. “Nada concreto sabemos acerca de los detalles más cotidianos de su estancia en Vitoria. Seguramente haría gala de un hondo fervor religioso y asistiría a las misas celebradas en las iglesias y conventos de la ciudad. Quizás se entretuviera con alguna de sus conocidas aficiones: la astronomía, los relojes o los mapas. Gustaba también de la buena mesa: de la carne de caza, del marisco o de la cerveza, aunque una de las dolencias que arrastraba desde niño —el prognatismo mandibular— le impidiera hablar o masticar con normalidad”, se explica. La 'capitalidad' de Vitoria tocó a su fin el 7 de marzo, con la partida del soberano. Lo que sí sabe, como entresacó Jiménez Fraile de lo plasmado en aquellas fechas en las actas municipales, es que la estancia del emperador y monarca dejó tras de sí un rastro de carestía en todos los productos básicos por la escasez que provocó y también un reguero de pobres como estela del convoy imperial. Se leía en aquellos documentos que “después de partydo Su Magestad desta çiudad en ella quedaron e quedan muchos probres e enfermos, que los que vuenamente podieren yr e anar los echen e digan que se bayan”.
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