Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Reseña

Hablando de Miguel Hernández con Carmen Conde

María Victoria Martín González

José Ibarra Bastida

28 de marzo de 2025 17:33 h

0

El 28 de marzo de 1942 fallecía el poeta Miguel Hernández de tuberculosis en una cárcel franquista. La poeta cartagenera Carmen Conde mantuvo viva la llama de la obra hernandiana en los días dulces de la república, en los duros años de la guerra civil y en los tiempos más difíciles aún de la posguerra y la larga dictadura. 60 años de relación literaria entre un poeta muerto y una poeta superviviente que se encargó de mantener vivo el legado del amigo desaparecido. La cartagenera María Victoria Martín González ha realizado en su obra Con la alegre tristeza del olivo. Hablando de Miguel Hernández con Carmen Conde una ambiciosa investigación filológica buceando en el archivo personal de la poeta cartagenera, donde se desmenuzan todos los documentos, cartas, artículos y recuerdos de más de seis décadas de interacción entre ambos literatos.

Sonreír con la alegre tristeza del olivo es el primer verso de un soneto de Miguel Hernández, de su obra póstuma Cancionero y romancero de ausencias, y a la autora le pareció suficientemente evocador para narrar la relación literaria entre la Carmen Conde superviviente de la guerra civil y el poeta fallecido en la posguerra, que es de lo que va este libro.

La autora, María Victoria Martín González, nació en Cartagena en 1964 y es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. Desde 2004 es miembro de la Junta Rectora del Patronato Carmen Conde – Antonio Oliver, y ha publicado numerosos trabajos filológicos relacionados con estos poetas. Desde 1997 organiza y coordina actividades de divulgación como ponencias, jornadas y rutas literarias sobre la vida y obra de Carmen Conde. Como investigadora literaria realiza conferencias, colabora con artículos en ediciones conjuntas, revistas especializadas y prensa.

En el libro de María Victoria se distinguen dos etapas en la relación entre Carmen Conde y Miguel Hernández: en primer lugar, la memoria de los años vividos con Miguel Hernández entre 1932 y 1937, en la época de la II República anterior a la guerra civil, con visitas continuas entre Orihuela y Cartagena y contactos en Madrid entre el matrimonio Conde/Oliver y el poeta oriolano; y posteriormente la etapa de la memoria de los años recordando a Miguel Hernández, ya en la posguerra y tras su muerte, entre 1942 y 1992, que es un viaje por los recuerdos que Carmen Conde atesoró sobre la figura del poeta de Orihuela.

La relación de Miguel Hernández con Cartagena

Ha habido varios libros de otros autores en los que se ha hecho la crónica de las estancias de Miguel Hernández en Cartagena en los años 30. Ya hablaron de esto Paco Franco, Joaquín Jareño, Aitor Larrabide y la propia autora de hoy en al menos tres libros anteriores. Pero María Victoria profundiza en este aún más. Nos recuerda que tanto Carmen Conde como su marido Antonio Oliver eran poetas e intelectuales cartageneros que compartían multitud de espacios con otros poetas tanto de Murcia como de Alicante, y en ese microcosmos estaba claro que un día u otro iban a encontrarse el matrimonio cartagenero y el poeta oriolano. El encuentro se produjo finalmente en Orihuela, en el seno de un homenaje de todos los poetas regionales a Gabriel Miró el 2 de octubre de 1932, y allí nació una amistad eterna. Miguel Hernández formaría parte indeleble de la vida de Carmen Conde hasta el final.

En cuanto a la relación con nuestra ciudad, Miguel Hernández fue invitado por la Universidad Popular de Cartagena para presentar su obra Perito en lunas el 29 de julio de 1933, en un acto que fue ameno, original, muy aplaudido y en el que el poeta recitó alguno de sus poemas en tono juglaresco y también uno dedicado a los mineros de aquí: Oda al minero. Posteriormente y también a través de la Universidad Popular, Miguel Hernández vendrá a Cartagena en agosto de 1935 a conferenciar en un homenaje a Lope de Vega en el tercer centenario de su fallecimiento. Ese verano visitó La Unión y Cabo de Palos en una también famosa excursión que dio para su recuerdo en varios libros.

Tras la guerra civil

Todos estos poetas se significaron a favor del bando republicano y perdieron la guerra civil con consecuencias dramáticas y trágicas. Miguel Hernández fue encarcelado y falleció de tuberculosis en la prisión en 1942; y el matrimonio Conde/Oliver también sufrirá un cierto grado de represión. Carmen y Antonio decidieron no refugiarse en América o Francia, como sí pudieron hacer otros republicanos perseguidos, y permanecieron en un duro exilio interior, sobre todo en los primeros años de la posguerra. Vivieron casi escondidos en Madrid y sobrevivieron con muchas dificultades. Superados estos primeros golpes, el tiempo pasa y el franquismo acaba perdonándoles la vida, y comienzan entonces unos años de silencio y de censura en los que será muy difícil sobrevivir y también mantener viva la llama de la poesía hernandiana.

Miguel Hernández será un poeta maldito para el franquismo, como lo fueron Lorca y Machado, y muy pocos intelectuales españoles se atreverán a reivindicar sus respectivos legados salvo en perdidas revistas literarias de provincias y actos literarios de segundo orden. Se publican en el extranjero (Nueva York, Buenos Aires) algunos poemarios póstumos y antologías en los años cuarenta y cincuenta, que llegan con cuentagotas y casi de tapadillo a España. Carmen Conde será una de esas pocas personas que mantienen el legado, y queda convertida prácticamente en una albacea del poeta, con conexiones con la familia, con custodia de muchos documentos relacionados con el escritor, desde cartas hasta fotografías y recortes de prensa, y con la esperanza de que un día, recobradas las libertades, se pudiera homenajear al escritor alicantino como se merecía.

Por otro lado, en 1972 y de manera ajena a todo lo que se cuenta en este libro, sucede algo que desvelará definitivamente el manto que cubría la memoria oculta del poeta oriolano: la publicación del exitoso disco de Joan Manuel Serrat con canciones basadas en poemas de Miguel Hernández. En España entera (y en Latinoamérica) se redescubre entonces y se encumbra al poeta cuya memoria Carmen Conde venía cuidando en silencio y soledad durante tantos años.

Lo que nos viene a contar este libro de María Victoria Martín González es que durante sesenta años Carmen Conde supo evocar, contar, difundir y conservar la memoria de Miguel Hernández. Con afecto, constancia, lealtad, generosidad y conciencia histórica Conde atesoró un pequeño museo a base de recuerdos entre recortes, artículos, cartas y libros en los que colaboró.

Un trabajo filológico exhaustivo

En la solapa del libro se nos informa de que Con la alegre tristeza del olivo. Hablando de Miguel Hernández con Carmen Conde es, en esencia, un itinerario por el recuerdo de la juventud apasionadamente libre del poeta hasta su dolorosa e injusta muerte, a partir de la que existió el empeño incesante de muchas personas para construir su edificio inmortal, y que con Carmen Conde recorremos los años de silencio, los años de censura, las voces nunca calladas del todo de amigos y conocidos, y los inicios y el camino de los grandes hispanistas actuales que en la década de los sesenta eran jóvenes de apenas treinta años, cuando sobre Miguel Hernández quedaba tanto por hacer.

Se trata de un inmenso trabajo de varios años de una filóloga que se ha dedicado a escudriñar el enorme archivo de Carmen Conde, que lo guardaba todo, y que lo componen miles y miles de documentos personales con los que escribir este libro tiene que haber sido como bucear en un laberinto. Es una tarea titánica, una labor minuciosa y exhaustiva de 423 páginas en las que no falta por investigar detalle alguno de la relación literaria que mantuvieron Carmen Conde y Miguel Hernández antes, durante y después de la muerte del poeta. Son miles de cartas leídas y comentadas, con buenos anexos hemerográfico y fotográfico; un corpus documental densísimo.

La obra constituye un homenaje tanto a Carmen Conde como a Miguel Hernández, y se debe a la colaboración entre sendas entidades que son las columnas imprescindibles en la tarea de conservación y difusión de ambos legados: el Patronato Carmen Conde – Antonio Oliver de Cartagena y la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela.

Etiquetas
stats