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Eudoxia, Josefa, Luisa y Basi: las mujeres pioneras que abrieron camino en la medicina de Granada

Mujeres como Eudoxia Piriz, que aparece junto a sus compañeros de promoción en esta imagen, abrieron camino en la medicina granadina

Álvaro López

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Hace un siglo, ser mujer era casi sinónimo de estar condenada a participar de un rol en la sociedad exclusivamente dedicado a los cuidados y al trabajo en el hogar. Casi nada hacía posible que ellas tuviesen aspiraciones más allá de su entorno familiar y el mundo que se les brindaba estaba tan reducido como las expectativas que se le brindaban. La Granada de principios del siglo XX no era una excepción y, pese a que las mujeres sí podían, por ejemplo, estudiar magisterio porque estaba mejor visto socialmente, las aulas de la Facultad de Medicina estaban llenas de hombres.

La presencia de una mujer era un acontecimiento inusual, una anomalía que despertaba murmullos en los pasillos y miradas de incredulidad y desprecio por parte de una sociedad profundamente machista. Sin embargo, hubo quienes rompieron esa norma no escrita y decidieron ser pioneras. Eudoxia, Josefa, Luisa y Basi son los nombres de cuatro mujeres que no solo se abrieron camino en un mundo que no estaba hecho para ellas, sino que lo transformaron. La Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Medicina de Granada ha recuperado sus historias para rendirles un homenaje y recordar que la historia no puede volver a escribirse sin ellas.

Eudoxia, la mujer que se negó a rendirse

Eudoxia fue la primera alumna de la Facultad de Medicina de Granada. Su historia, recuperada por la ginecóloga Enriqueta Barranco, revela a una joven brillante y decidida que, tras la aprobación en 1910 de la ley que permitía a las mujeres matricularse en la universidad, no tardó ni un año en inscribirse. Fue en 1911 cuando comenzó su carrera, sin sospechar que su camino estaría lleno de obstáculos.

Barranco, que explica que encontró su rastro mientras investigaba la historia de la ginecología en Granada, relata cómo Eudoxia sufrió el desprecio de algunos profesores. Uno de ellos, Salvador Velázquez de Castro, llegó a suspenderla arbitrariamente en una asignatura, sin siquiera examinarla. Aquel desaire hizo incluso que los hermanos de Eudoxia esperasen al profesor para darle una paliza. El padre también intervino para evitar que su hija fuese suspendida, pero el claustro docente y la propia facultad se cebaron con ella obligándola a repetir curso.

No fue el único obstáculo que se encontró en el camino. Pese a que muy pronto se convirtió en una destacada ginecóloga y trabajó en la medicina privada, especializándose en la atención a mujeres en un tiempo en que el acceso a la salud era un privilegio para unas pocas, sus propios compañeros de oficio la descalificaban cada vez que hablaban de ella por pura misoginía. Después, el franquismo la condenó al olvido.

Su historia desapareció, su nombre quedó escondido entre papeles, orlas y recuerdos de mujeres que fueron atendidas por ella hasta que Barranco, décadas después, reconstruyó su legado. “Era una mujer sola en un mundo de hombres, con una brillantez innegable y una determinación inquebrantable”, señala la investigadora. Su historia es la de la resistencia silenciosa de muchas mujeres que la siguieron.

Josefa y el inconformismo

Y es que si Eudoxia fue la primera estudiante, Josefa Salmerón Ibáñez fue la primera en ejercer como practicante en Granada, cuando esa profesión estaba exclusivamente destinada a los hombres. Miguel Guirao, presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos y profesor de Anatomía, ha rescatado su figura de los archivos y los silencios del tiempo.

Josefa nació el 21 de julio de 1890 en una vivienda céntrica de Granada. Fue la tercera de nueve hermanos y nunca se casó, lo que ha dificultado el rastreo de su historia, según admite Guirao. Salmerón se formó en un colegio en el que desde muy pronto evidenció que iba sobrada de elocuencia e inteligencia. Algo que en 1914, con 24 años, quedó refrendado cuando se matriculó en la Facultad de Medicina para formarse como practicante, convirtiéndose en la primera mujer granadina en hacerlo, pocos años después de que Eudoxia se matriculase por primera vez.

La trayectoria profesional de Josefa Salmerón fue atípica. Comenzó a trabajar en el Instituto de Vacunación de Granada en 1916, pero lo hizo como meritoria durante tres años. O lo que es lo mismo: no cobró ningún sueldo, pese a que el propio Ayuntamiento de Granada llegó a reclamarlo en los plenos municipales. No percibió salario hasta 1919. Por si fuera poco, durante bastante tiempo compaginó su labor profesional con sus estudios, obteniendo el bachillerato con 33 años en Teruel, algo que sorprendente por su edad -ya que sus compañeros tendrían 10 años de media- y la localización, tan lejos de Granada, pero que permiten reafirmarse en el hecho de que Josefa fue diferente.

Tan diferente fue que no se conformó con ser practicante y pidió el traslado de su expediente a Madrid para estudiar odontología en la Facultad de Medicina, que entonces se situaba en la calle Atocha de la capital de España. Se tituló en 1935 y regresó a la ciudad de la Alhambra para convertirse en la primera odontóloga de Granada, abriendo su propia consulta en la calle Fábrica Vieja.

Josefa fue una profesional reconocida en su época. Su nombre aparecía en los periódicos locales, se le felicitaba públicamente en el día de San José y fue la primera mujer en ocupar un cargo en la Junta Directiva del Colegio de Practicantes. Sin embargo, su carrera fue corta: falleció el 6 de junio de 1942 a los 52 años a causa de una miocarditis crónica. “Era una mujer brillante, sin recursos económicos, que lo consiguió todo a base de esfuerzo”, destaca Guirao. Su legado, aunque silenciado, merece un mayor reconocimiento en la historia de la ciudad: “Hay que ponerle una calle en Granada”.

Luisa y Basi: dos hermanas pioneras

Como a Eudoxia y a Josefa, a las hermanas Luisa y Basilia Casares Córdoba, que nacieron en Pedro Martínez, en la comarca de Los Montes, la ilusión por ser mujeres adelantadas a su tiempo le nacía de las entrañas. Quizás porque crecieron en una familia marcada por la propia medicina y también por el exilio. Su padre, Rafael Casares, había sido un médico comprometido con la izquierda granadina y con la II República, lo que daba cuenta del carácter político de la familia Casares. Tanto que la Guerra Civil cambió sus vidas para siempre: en 1939, Rafael tuvo que huir al exilio y su madre, Visitación, fue encarcelada. Una persecución franquista que obligó a las hermanas a sobrevivir como pudieran marcadas por la precariedad..

A pesar de todo, Luisa y Basi no renunciaron a sus sueños y lograron ser las primeras mujeres granadinas que se licenciaron en Medicina y Cirugía. Luisa se especializó en Oftalmología y Basi en Análisis Clínicos. Ambas trabajaron en el ambulatorio de Gran Capitán y Basi terminó ejerciendo en el Hospital Virgen de las Nieves, uno de los centros referentes de Andalucía. “Eran mujeres de carácter fuerte, que vivieron una vida de sacrificios, pero nunca se quejaron”, relata Rafael López de la Torre Casares, hijo de Luisa y sobrino de Basi.

Luisa y Basi desafiaron los roles de su época y lo hicieron sin buscar protagonismo. En sus años de estudiantes, la gente las señalaba por la calle: “Esas son las que estudian Medicina”, cuchicheaban. Pese a ello, y con una naturalidad desarmante, siguieron adelante. “No querían ser revolucionarias, solo querían ejercer la profesión que habían visto en su padre y su abuelo”, dice López de la Torre.

Para Rafael, hijo de Luisa y sobrino de Basi, investigar sobre la vida de su madre y su tía ha sido revelador: “Para mí, ha sido una sorpresa encontrar una gran cantidad de detalles que había pasado por alto cuando he tenido que poner en un papel lo que fue su vida. Ellas nunca le dieron importancia porque nos educaron siempre pensando que la vida era así: encontrarse un problema, resolverlo y seguir adelante, independientemente de ser hombre o mujer, de que costase más esfuerzo o menos. Como decían, en un papelillo por la mañana hay que escribir cuatro cosas y cuando te duermas por la noche, las cuatro tienen que estar hechas. Ese era su planteamiento de vida”.

Un modo de vivir en un tiempo en el que vivir siendo mujer no era ni mucho menos sencillo. Por ello, las historias de Eudoxia, Josefa, Luisa y Basi, pese a ser distintas, comparten una misma esencia: la lucha por abrir las mismas puertas que otros querían mantener cerradas. Su paso por la Facultad de Medicina de Granada no fue sencillo, pero su legado ha permitido que hoy la presencia de mujeres en la medicina sea incuestionable.

El homenaje de la Asociación de Antiguos Alumnos es un paso para devolverles el lugar que les corresponde en la historia. Pero, como señala Miguel Guirao, aún queda mucho por hacer: “Hay que sacarlas del olvido, escribir sus nombres en las calles, en las aulas, en la memoria colectiva. Porque sin ellas, la medicina en Granada no sería la misma”.

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