Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

El dolor contra el odio

Imagen de archivo de una concentración contra la violencia vicaria

0

Una polémica nos retrotrae a un momento especialmente aberrante de la historia reciente de la violencia vicaria en España. Se entiende por violencia vicaria aquella que utiliza a los hijos e hijas de una mujer para ocasionarle el máximo daño en el contexto de la violencia de género. Ruth y José, de seis y dos años respectivamente, fueron asesinados por su padre, José Bretón, con la finalidad de infligir el máximo daño posible a su exmujer Ruth Ortiz. Sucedió en una finca de Córdoba en 2011.

Ahora, un libro titulado El Odio, de la editorial Anagrama y firmado por Luisgé Martín, expone, al parecer, las declaraciones del asesino que confiesa el aberrante crimen por primera vez. 

Los abogados de la madre de Ruth han amenazado con denunciar la obra, y la editorial la ha retirado. No obstante, en un comunicado que destila falta de reflexión y de sensibilidad se defiende genéricamente la libertad de expresión para mostrar el horror.

Dar la voz a un asesino de sus propios hijos es una forma de seguir haciendo daño a una madre herida y dañada hasta el extremo. Es una forma de revictimización. El autor del libro y la editorial se convierten, por falta de reflexión ética, en cómplices del maltratador que eligió ocasionar el máximo daño a la madre de sus hijos al dejarla viva, pero sufriendo un dolor infinito.

En esta sociedad donde el género de moda es el true crime estamos transgrediendo todos los límites en aras del morbo y del sensacionalismo. Necesitamos pensar en los efectos deshumanizadores de prestar la máxima relevancia social a asesinos y violadores.

La mayoría de las opiniones que he leído sobre este asunto, y que defienden genéricamente la libertad de expresión, borran a la madre, a Ruth Ortiz, y su sufrimiento. Son sordos para su dolor.

El autor tendría que haber hablado con ella antes y obtener su permiso o, en caso contrario, desistir del proyecto. Hay duelos que nunca terminan.

Narrar el horror sí, pero desde la ética de la escucha de la víctima desde el principio. 

Ruth Ortiz, la madre de los niños asesinados por su propio padre, se enteró por la prensa. Nadie había pensado en ella, al parecer. Ni Luisgé Martín ni la editorial Anagrama.

Borrar a las víctimas femeninas es muy habitual. Eliminar a las mujeres del relato y del acto del consentimiento, y sobre todo a las víctimas de violencia, es otra manifestación de un sesgo patriarcal.

Bretón, un filicida, a través de un autor irresponsable y de una editorial sin asesoramiento ético, continúa torturando a Ruth Ortiz.

Se publique o no, el daño ya está hecho. Si se publica sin el consentimiento de Ruth Ortiz, y se alimenta el morbo sensacionalista, el daño será aún mayor.

Necesitamos recuperar cuanto antes la sensatez y la humanidad. No todo vale.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats