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El 'adiós' de Santiago Cantera: historia de una negociación “muy difícil” para 'limpiar' de franquistas Cuelgamuros

Santiago Cantera, prior de los benedictinos del Valle de los Caídos

Jesús Bastante

en religiondigital.com —
21 de marzo de 2025 22:33 h

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En los próximos días será oficial. Alfredo Maroto relevará a Santiago Cantera como prior de la abadía benedictina de Cuelgamuros, poniendo fin así a dos décadas de mandato de un monje que ha sido más político que eclesiástico, de un religioso que ha hecho de la defensa de los valores por los que Francisco Franco creó el Valle una continua guerra, de una persona que amenazó con dañar de muerte las relaciones Iglesia-Estado en España.

Cantera simboliza todo el poder que, aún hoy, mantiene la extrema derecha en la Iglesia católica española, y que continúa bloqueando la renovación en el episcopado. El ya exprior de Cuelgamuros ha contado, durante años, con el apoyo expreso de buena parte de la jerarquía, desde el cardenal Antonio María Rouco Varela y su secretario, Juan Antonio Martínez Camino, al actual presidente, Luis Argüello, y arzobispos como el de Oviedo, Jesús Sanz, o el siempre polémico obispo José Ignacio Munilla.

El religioso ha contado incluso con la complicidad de los dos últimos nuncios (los embajadores de la Santa Sede): el italiano Renzo Fratini –quien se opuso con firmeza incluso al traslado de los restos de Franco– y el actual (cuya salida también se espera pronto), Bernardito Auza, a quien fuentes cercanas al Gobierno definen como un negociador duro y opuesto a resignificar el Valle. La caída de Cantera es significativa y simbólica, pero ese apoyo con el que cuenta no ha terminado.

Una negociación “muy difícil”

¿Cómo se ha gestado la salida de Cantera? “Ha sido muy difícil, con continuos bloqueos. Siempre que intentábamos algo, salía la fachosfera a boicotearlo”, señala a elDiario.es una de las personas que han mantenido, desde julio del año pasado, una negociación a tres bandas entre el Gobierno, el Arzobispado de Madrid y la Secretaría de Estado de la Santa Sede. El objetivo era llegar a un acuerdo que permitiera cumplir con la Ley de Memoria Democrática en Cuelgamuros y que, a la vez, respetase el carácter sagrado de la abadía, que según fuentes de las conversaciones en ningún momento se planteó desacralizar, como tampoco estuvo sobre la mesa la demolición de la inmensa cruz que preside el valle.

La inminencia de los actos en conmemoración de los 50 años de la muerte del dictador aceleraron un proceso en el que, tras la visita de Pedro Sánchez al papa Francisco en octubre pasado, tuvo especial importancia la figura del cardenal de Madrid, José Cobo. Cobo sustituyó al presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello –un intelectual conservador, pero convencido de la guerra cultural contra los valores cristianos en la sociedad– como interlocutor de la Iglesia, siempre respaldado por la Secretaría de Estado y manteniendo informada a la Abadía de Solesmes (Francia), de la que depende Cuelgamuros. De hecho, la decisión de cesar a Cantera la ha tomado, oficialmente, el abad presidente de los benedictinos en Solesmes, Geoffroy Kemlin, de quien depende el complejo.

Desde noviembre, y especialmente tras la Asamblea Plenaria del episcopado de ese mes, se intensificaron las negociaciones entre el Ministerio de Presidencia y el Arzobispado de Madrid con un objetivo claro: quitar a Cantera de cualquier puesto de responsabilidad. Al menos en dos ocasiones se estuvo a punto de alcanzar un acuerdo, pero acabaron dinamitados por filtraciones de los benedictinos, lo cual motivó una queja expresa del Gobierno y una línea roja: no habría acuerdo con Cantera presente.

Desde ese momento, y con el aval del Vaticano, se trabajó en buscar una fórmula para lograr su salida, que se ha materializado en el nombramiento de un nuevo prior y que se sustanciará en breve con la marcha de Cantera para un año sabático, según la versión oficial. En sus primeras declaraciones tras conocerse su cese, concedidas a El Debate, Cantera ha confirmado que el relevo se producirá a inicios de la próxima semana, y califica a su sucesor, Alfredo Maroto, como “un hombre de Dios, sensato y sereno”.

El Gobierno ha aceptado que con la marcha del exprior –y de algún otro elemento muy cercano al franquismo entre los presentes en la comunidad– la permanencia de los benedictinos en Cuelgamuros es negociable. Al menos en lo que se refiere a su presencia como gestores de la basílica. El Ejecutivo de Pedro Sánchez tiene preparado, a falta de aprobación, un real decreto que establecerá el marco jurídico aplicable al Valle de Cuelgamuros y determinará su organización, funcionamiento y régimen patrimonial en aplicación de la Ley de Memoria Democrática.

Esa normativa hará efectiva la extinción de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, encargada desde 1958 de la gestión del Valle. Esto supondría la marcha de los benedictinos, que sin embargo sí podrían continuar en Cuelgamuros como garantes del culto en la basílica. Probablemente también podrían continuar con los estudios de la Escolanía, aunque ya no gestionarían la Hospedería ni otros aspectos del complejo, que son propios de Patrimonio Nacional.

La marcha de Cantera y el inminente cese del Nuncio Auza permitirán, por otro lado, avanzar en las negociaciones para que la resignificación del Valle se produzca, como desea el Ejecutivo, antes de que finalice 2025. Como cuestión no menor, Gobierno e Iglesia también deben desencallar el diálogo en lo referente al inmenso osario (que la ley ya denomina como cementerio civil, pero que está alojado en terreno sagrado), que alberga la mayor fosa común de España, con más de 33.000 cuerpos traídos de distintos puntos de España tras la Guerra Civil.

Las ‘perlas’ de Cantera

“Ni me arrepiento ni me avergüenzo”. Así zanjó Santiago Cantera su polémico pasado como candidato de la Falange, de cuyas listas electorales formó parte tanto en las generales de 1993 como en las europeas de 1994. Nacido en 1972 en Madrid, antes de ser fraile fue historiador, profesor y escritor, con más de una docena de libros publicados.

La crisis de los treinta llegó para Cantera en forma de celibato. ¿La razón? Fuentes de su entorno de aquel momento afirman que un desengaño amoroso le llevó a querer abandonar su vida como docente para meterse a monje en la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, conocida como la Orden de la Trapa, con un estricto código de silencio y reclusión. Sus amigos le insistieron para que eligiera una opción menos restrictiva. “Le convencimos para optar por el Valle”, relata un antiguo profesor.

Fue así como en 2002 ingresó en la abadía de Cuelgamuros, de la orden benedictina. Poco después quedaría a cargo del monasterio, sustituyendo al último abad del Valle, Anselmo Álvarez, quien se retiró por motivos de salud. Pero no le sucedió en la misma jerarquía, ya que no obtuvo los apoyos necesarios para ser abad. Fue nombrado prior administrador ad nutum superioris del monasterio por el superior mayor de la Federación benedictina de Solesmes. Esa categoría implica que su superior puede revocar el nombramiento en cualquier momento, como ha sucedido.

Durante la polémica por la exhumación de Franco, el benedictino criticó con dureza la Ley de Memoria Democrática al considerar que la norma “reabre las heridas del pasado”, que el Gobierno de Sánchez quería utilizarla “con fines políticos y enfrentar a la sociedad”. A su vez, llegó a negar que los presos republicanos obligados a construir el Valle lo hubieran hecho en condiciones de esclavitud, lo que tildó de “leyenda negra”.

Cantera se opuso a la exhumación de los restos de Franco hasta el último momento, y estuvo a punto de ser detenido por la Guardia Civil el día en que se produjo, el 24 de octubre de 2019, por su “posición obstruccionista”. También quiso impedir otras exhumaciones, como la de los hermanos Lapeña. Ya no podrá seguir haciéndolo.

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