Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Trump busca un final rápido de la guerra de Ucrania, pero Putin no tiene prisa

El presidente de EEUU, Donald Trump, en el palco presidencial del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas.

Antònia Crespí Ferrer / Albert Sort Creus / Icíar Gutiérrez

Washington / Moscú / Madrid —
21 de marzo de 2025 22:33 h

60

El ritmo vertiginoso de la segunda administración de Donald Trump no solo se siente en Estados Unidos, sino también fuera de sus fronteras. Trump ha dejado claro, con sus palabras y sus hechos, que quiere un acuerdo rápido que ponga fin a la guerra de Ucrania y no ha dudado en capitanear un giro abrupto en la política exterior del país, aproximándose a Rusia. Pero Vladímir Putin no tiene prisa.

El presidente ruso lo demostró en la llamada del martes con su homólogo estadounidense, en la que rechazó un alto el fuego de 30 días por tierra, mar y aire al que Ucrania ya había accedido. “Mientras Trump intenta avanzar rápidamente en la solución ucraniana, Moscú ve lo que está ocurriendo como un proceso mucho más dilatado en el tiempo en el que mucho, pero ni mucho menos todo, depende de Washington”, opinó después en un artículo Tatiana Stanovaya, fundadora del think tank R.Politik. 

Lo que la Casa Blanca definió como el primer paso en “el movimiento hacia la paz”, el cese temporal de los ataques a la infraestructura energética acordado con Kiev y Moscú, aún no se ha materializado. Se prevé que en los próximos días se intenten resolver las cuestiones técnicas y Kiev entregará una lista de instalaciones que quiere proteger. Los expertos advierten de que negociar, ejecutar y supervisar un alto el fuego lleva tiempo. Ambas partes tienen que acordar, por ejemplo, una fecha y hora concretas, mecanismos para supervisarlo y abordar las denuncias de violaciones.

EEUU se reunirá el próximo lunes en Arabia Saudí con equipos técnicos de Ucrania y Rusia de manera paralela. El objetivo es finalizar un acuerdo sobre la tregua limitada a las infraestructuras de energía y que las partes se enfrasquen en negociaciones para explorar una posible extensión al mar Negro, según ha avanzado un asesor del Kremlin. No es la primera vez que se trata de garantizar la seguridad en la navegación durante la invasión rusa. En julio de 2022, con la mediación de Turquía y la ONU, se selló la llamada Iniciativa del mar Negro para permitir navegar a los cargueros con cereales ucranianos. Moscú terminó descolgándose del acuerdo entre quejas de que no se habían cumplido sus condiciones.

Trump, frente a un Putin que no cede

El presidente de EEUU ha estado pisando el acelerador de las negociaciones desde su bronca a gritos a Volodímir Zelenski en el Despacho Oval. El líder ucraniano visitó Washington cuando se acababa de cumplir el primer mes de mandato de Trump, que llegó a la Casa Blanca asegurando que pondría fin a la guerra de Ucrania en 24 horas, aunque luego se retractó de su ya célebre promesa –ahora dice que estaba siendo sarcástico– y la matizó con la fórmula de acabar con el conflicto “rápidamente”. En este deseo expreso de poner fin cuanto antes a la guerra, mientras arranca concesiones a Kiev, Trump tiene enfrente a un Putin que no da muestras de ceder en sus líneas rojas que muchos analistas equiparan a una capitulación ucraniana. 

Dos meses después del regreso del magnate republicano al cargo, los misiles siguen sobrevolando los cielos y los soldados continúan en las trincheras de Ucrania. Con Putin, Trump no puede aplicar la fuerza que sí usó para plegar a Kiev a través del corte del suministro militar y de información inteligencia. Desde que tomó posesión, el presidente estadounidense no ha parado de insistir en su “buena relación” con su homólogo ruso y en casi todas conversaciones sobre las negociaciones se ha deshecho en halagos hacia él. Trump solo ha criticado a Putin en público una vez, en un post en Truth Social en el que lo apremió a aceptar una tregua y lo amenazó con amplias sanciones y aranceles “hasta que se llegue a un alto el fuego y un acuerdo de paz definitivo”. 

Aunque se desconocen los detalles entre bastidores y el estado real de las negociaciones, de momento, lo que se sabe es que Trump solo ha podido arrancar al líder ruso una tregua de mínimos. Pero el presidente estadounidense no ha parado de vender el trato como una victoria. “Vamos bien encaminados” y “nunca hemos estado más cerca de un acuerdo de paz que en este momento” son fórmulas repetidas con la esperanza de mantener la sensación de velocidad en las conversaciones. 

Una de las grandes incógnitas es si Trump empezará a perder la fe en Putin si el líder ruso prolonga las negociaciones. Algunos expertos apuntan a que el Kremlin está usando la propuesta de alto el fuego temporal para extraer concesiones preventivas antes de sentarse a hablar formalmente sobre cómo resolver la guerra. En este sentido, hay voces que sostienen que el afán del presidente estadounidense por un acuerdo rápido beneficia a Putin. Para José Antonio Sanahuja, catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, son precisamente las “concesiones que ha hecho Trump a Rusia, antes incluso de negociar”, las que “animan a Rusia a ganar tiempo, emplear tácticas dilatorias, y seguir en posiciones maximalistas”.

“A sabiendas de que Trump tiene en juego su propia credibilidad en esa negociación, las tácticas dilatorias de Putin pueden traducirse en una mayor presión estadounidense hacia Ucrania y concesiones aún mayores. Pero es una apuesta arriesgada: podría terminar volviéndose en contra de Rusia si Trump llega a asumir que es Putin quien realmente impide que se convierta en el world’s chief peacemaker que desea ser”, dice Sanahuja a elDiario.es.

Al remarcar constantemente que el fin de la guerra está cerca, el presidente de EEUU aprovecha para sacar pecho de su rol de dealmaker, el hombre que domina el arte de la negociación desde la fuerza. En la geopolítica de Trump, el ego también juega un papel y la necesidad de ser visto como un buen negociador forma parte de ello. Hay quienes apuntan a que detrás de su prisa por cerrar el frente de Ucrania está la disputa con China. Otra de las grandes preguntas es si realmente el interés del presidente está en poner fin a la guerra, o bien en el escenario posterior a este. 

Mientras presiona por un acuerdo de paz, EEUU parece estar ampliando sus demandas económicas al país invadido. Según ha revelado el Financial Times, la Administración Trump está buscando nuevas condiciones para el acceso de EEUU a minerales críticos y activos energéticos en Ucrania. De acuerdo con dos fuentes ucranianas, Washington quiere que Kiev acepte un alcance más amplio, que potencialmente abarque la propiedad estadounidense de otros activos económicos, como las centrales nucleares. Para ello habría que reabrir el acuerdo sobre minerales, aún sin firmar y urdido días antes del tenso episodio ante las cámaras en el Despacho Oval, que evidenció la fractura en las relaciones entre Kiev y Washington. 

La Casa Blanca causó sorpresa el miércoles al anunciar que Trump planteó en su llamada con Zelenski la posibilidad de que EEUU se convierta en propietario de las centrales eléctricas ucranianas como medida para garantizar su seguridad. El presidente ucraniano ha rechazado que la planta de Zaporiyia, ocupada por Rusia desde hace tres años, pase a ser propiedad de Washington, resaltando que todas las centrales nucleares son de “propiedad estatal” y pertenecen al “pueblo de Ucrania”.

Esta semana también han emergido nuevas señales de los esfuerzos de Trump por acercarse a Putin y aliviar la presión sobre él para facilitar un acuerdo. Washington se ha salido del Centro Internacional para el Enjuiciamiento del Crimen de Agresión a Ucrania (ICPA), con sede en La Haya, encargado de investigar y recopilar pruebas de la invasión que implican a altos cargos militares y políticos rusos para facilitar un juicio en el futuro. Según ha revelado Reuters, varias agencias de seguridad nacional estadounidenses han interrumpido el trabajo en un esfuerzo coordinado para contrarrestar el sabotaje, la desinformación y los ciberataques rusos.

También ha sido notable la ausencia de las cumbres diplomáticas del representante especial para Ucrania de Trump, Keith Kellogg, mientras que el magnate inmobiliario Steve Witkoff, enviado para Oriente Medio, se posiciona como un actor clave en los contactos con Rusia. La cadena estadounidense NBC informó que el Kremlin había presionado para que Kellogg fuera excluido de las conversaciones de alto nivel, alegando que era proucraniano –a pesar de tener un historial de simpatía con Moscú, según informó The Guardian–. El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU dijo que Kellogg sigue siendo “una pieza valiosa del equipo, especialmente en lo que respecta” a los contactos con Europa. 

Por lo pronto, Trump ya ha puesto a los departamentos de Estado y del Tesoro a trabajar para decidir qué sanciones se pueden levantar. Además, ha mencionado en diversas ocasiones la necesidad de restablecer las relaciones comerciales con Rusia. “Los dos líderes coincidieron en que un futuro con una relación bilateral mejorada entre Estados Unidos y Rusia tiene un enorme potencial. Esto incluye grandes acuerdos económicos y estabilidad geopolítica una vez alcanzada la paz”, concluyó el comunicado de la Casa Blanca sobre la llamada con Putin.

Rusia, contenta con el acercamiento

En Rusia, la euforia de uno de los hombres que hace de puente entre el Kremlin y la Casa Blanca justo después de la llamada entre presidentes ilustró hasta qué punto el desarrollo de la conversación fue positivo para Moscú. “Histórico, épico”, escribió Kirill Dmitriev, director del fondo soberano ruso, en X. Putin se encuentra en la difícil tesitura de mostrar una voluntad irreprochable de resolver el conflicto para no menoscabar el rol pacificador que quiere desempeñar Trump y su sed de resultados, a la vez que se mantiene firme en su negativa a aceptar un alto el fuego total.

Y aparentemente, se siente cómodo en este equilibrio. Asumir una tregua sobre la infraestructura energética se percibe en Rusia como una concesión mínima en un momento en que, con la llegada del buen tiempo, el potencial dañino de dejar a los ucranianos sin luz o gas se reduce drásticamente. El presidente ruso esconde la pelota que Trump y Zelenski habían dejado en su campo con la propuesta de alto el fuego de 30 días, y burocratiza el juego creando grupos de expertos que discutan detalles técnicos –mandando, sin embargo, emisarios con peso político–. De este modo, gana tiempo en el campo de batalla –en Kursk ha expulsado rápidamente a las tropas ucranianas– y el presidente norteamericano puede vender progresos.

Lo cierto es que el líder ruso ya rechazó en esencia la propuesta estadounidense de un alto el fuego total días antes de hablar por teléfono con Trump. “Las exigencias rusas hacen que las perspectivas de un acuerdo de paz con Ucrania sean más que dudosas y remotas, pero Putin entiende lo importantes que son para Trump los éxitos y acuerdos tangibles, así que preparó una serie de regalos más terrenales para la conversación”, indica Stanovaya, en referencia a la tregua acotada a los objetivos energéticos. Según la experta, el presidente ruso necesita que Occidente “deje de apoyar a Ucrania por completo y la doblegue para que se rinda”. 

Así, a la vez que intenta que no se rompa la dinámica positiva en sus relaciones con la nueva Administración estadounidense, Putin no rebaja ni un milímetro sus exigencias, incluido el cese total de la asistencia militar occidental a Kiev. Su Gobierno desmiente de forma reiterada a Trump, que aseguró no haber debatido durante la conversación telefónica el cese de suministros de armas a Ucrania, una de sus principales palancas en estos momentos. El Kremlin insiste en que es una cuestión central, de la que se habló y se va a continuar hablando, y que “espera que Washington haya escuchado sus demandas”.

Otro tema que ni la Casa Blanca ni el Kremlin afirmaron haber comentado es qué pasa con los territorios ucranianos ocupados, aunque que no lo hicieran público no significa que no lo abordaran. Por si acaso, poco antes, Putin se encargó de dejar clara la posición de Rusia en una reunión a puerta cerrada con empresarios. El presidente dijo que el punto de partida de las negociaciones es “no devolver a Ucrania los territorios bajo control ruso” y el reconocimiento internacional de Crimea, la ciudad federal de Sebastopol, y las provincias de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Fue más allá: amenazó con reclamar otros territorios que nunca ha dominado como Odesa, enclave estratégico para la viabilidad futura de Ucrania como estado.

Es decir, tampoco aquí cede ni un centímetro. Buena prueba de ello es que este jueves firmó un decreto presidencial que ordena la expulsión de las regiones ocupadas de todo ciudadano que no disponga de pasaporte ruso el 10 de septiembre.

En la prensa afín al Kremlin no se detecta la euforia posterior a la primera llamada entre Trump y Putin, pero sí existe el convencimiento de que Rusia se está acercando a su objetivo. Una frase del experto en seguridad global Vadim Kozyulin en el diario Kommersant lo resume: “No hubo sorpresas ni se añadieron cambios significativos a los estados de ánimo y a las posiciones de las partes, lo cual, en las condiciones actuales, se puede considerar el resultado más importante”.

Además de bloquear un alto el fuego perjudicial para los intereses rusos, la conversación entre Trump y Putin también ha acelerado la normalización de las relaciones bilaterales, opina Stanovaya. El objetivo a medio plazo del Kremlin no es otro que el de aprovechar el resurgir de la asociación con EEUU para recuperar su estatus de potencia mundial y salir del atolladero en que se encuentra desde la invasión a Ucrania. Sin renunciar a nada, si Trump se lo permite. Y, de momento, se lo está permitiendo.

Ucrania, debilitada

Debilitada y bajo la presión del que era su mayor aliado, Ucrania repite sus condiciones para poner fin a la guerra: dice que no está dispuesta a discutir el estatus neutral ni la reducción de sus fuerzas armadas, asegura que nunca reconocerá como rusos los territorios ocupados y continúa reclamando garantías de seguridad para impedir un nuevo ataque en el futuro. No obstante, al menos en el plano retórico, la aspiración de entrar en la OTAN parece ahora mucho más lejana después de que Trump enterrara esta posibilidad. “No hay mucho que discutir porque EEUU no apoya la idea de que Ucrania ingrese en la OTAN. Sacar este tema de la mesa de discusión es un regalo a los rusos”, dijo Zelenski el jueves.

El presidente ucraniano se está concentrando en pedir a EEUU y Europa aumente la presión sobre Moscú “para que la diplomacia funcione”. De fondo, parece encomendarse a que el avance de las conversaciones demuestre que el Kremlin no es de fiar. Zelenski ha acusado a Putin de hacer “exigencias innecesarias” que alargan la guerra y de sabotear los esfuerzos diplomáticos, “arrastrando a todos a discusiones interminables, malgastando días, semanas y meses en negociaciones sin sentido”.

Pero, en cierta medida, la dilación rusa también permite a Kiev ganar algo de tiempo. “La ayuda militar y el intercambio de inteligencia de Estados Unidos continúan, y Zelenski tiene más tiempo para reparar las relaciones con la Casa Blanca e influir en los posibles resultados de las negociaciones”, escribe Mark Galeotti, experto en Rusia, en un artículo reciente. La ralentización del ritmo político también da a Europa cierto margen para ganar más tracción en el proceso, añade. “Los diplomáticos británicos están haciendo lo que mejor saben hacer, trabajar en silencio entre bastidores, y parecen tener alguna esperanza de poder recuperar todavía parte del debate”.

La Unión Europea, que observa con una enorme desconfianza las negociaciones entre Trump y Putin, sigue lanzando un mensaje nítido: no se aceptan condiciones previas del mandatario ruso para una negociación de paz, y eso incluye el rechazo a la exigencia de que Occidente pare la asistencia militar a Kiev.

A medida que Washington acelera el paso, Londres y París procuran avanzar con otros aliados europeos en su plan de una misión limitada de apoyo a la seguridad de Ucrania en el futuro. Si hay un acuerdo de paz o cese de hostilidades, el posible contingente europeo estaría destinado a proteger ciudades, puertos, aeropuertos e infraestructuras energéticas. La BBC informó de que más que una fuerza para garantizar la paz, se trataría de una fuerza para “dar seguridad” a lugares clave.

“Hay varias incógnitas sobre el despliegue militar europeo, como el mandato, el alcance y si tendrá garantías de EEUU”, dice Sanahuja.

¿Qué acuerdo de paz es imaginable en estos momentos? El catedrático cree que puede pasar por una Ucrania fuera de la OTAN “aunque sin reparo a su adhesión a la UE” y bajo el modelo “puercoespín”, es decir, “con un fuerte apoyo militar de Occidente, a largo plazo, en línea con los acuerdos de garantías de seguridad ya adoptados”. Las conquistas territoriales de Rusia quedarían “congeladas’ en la línea del frente actual y por supuesto, sin reconocimiento en el derecho internacional, manteniendo formalmente el principio de integridad territorial”, señala Sanahuja, que cree que también es posible algún tipo de acuerdo que aleje a las tropas de ambas partes de la línea de demarcación. A ello pueden añadirse pactos en el ámbito humanitario (intercambio de prisioneros, repatriación de niños), el levantamiento de sanciones por parte de EEUU y una posible “implicación de terceros” en la central de Zaporiyia.

Etiquetas
stats