Por qué RTVE debe pedir la expulsión de Israel de Eurovisión

Es posible que, a estas alturas, hablar de las cifras del genocidio en Gaza haya perdido la capacidad de impactar en la opinión pública. Leía hace escasos días que el exceso de imágenes de muerte y destrucción provoca una suerte de anestesia colectiva que nos permite continuar con nuestras vidas. Quizá sea así y la vida sigue, pero la situación insostenible en Gaza permanece inalterable. Solo hablar de vida en un escenario tan dramático debería provocarnos pudor y empujarnos a seguir en la lucha con todos los recursos a nuestro alcance.
Desde la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP) seguimos insistiendo en la importancia de apoyar el Movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) como arma colectiva pacífica, accesible al conjunto de la sociedad y exigible a los poderes públicos. El boicot en todos los ámbitos socioeconómicos al Estado de Israel ha demostrado su eficacia y, desde finales de 2023, ha aumentado significativamente su impacto mundial con indicadores cuantitativos y cualitativos que están influyendo en las políticas de algunos Estados.
Quienes defendemos el boicot cultural a Israel insistimos en su importancia a nivel estratégico, porque puede dirigirse a sectores sociales muy amplios y diversos, algunos habitualmente desconectados del activismo social, pero a los que podríamos acceder por estos medios. Además, cuenta con sus propios recursos para tener visibilidad gracias a la colaboración de profesionales del mundo del arte y la cultura. Como en el caso de Eurovisión, nos brinda la oportunidad de organizar acciones conjuntas que llegan a millones de personas en un periodo muy corto de tiempo.
Para Israel es fundamental ofrecer al mundo una imagen amable, capaz de maquillar su proyecto colonial y genocida. Por ello, prioriza su presencia en eventos internacionales que le permiten este lavado de cara. Se emplea a fondo para venderse como el oasis de Oriente Medio, un Estado democrático, moderno, cosmopolita y LGTBIfriendly, en contraste con un retrato estereotipado del pueblo palestino que, entre otras falsedades, niega su propia evolución interna y oculta el protagonismo de las mujeres en la resistencia palestina. Estas múltiples resistencias, además de su capacidad reivindicativa y sus conquistas sociales, quedan así invisibilizadas.
Frente a la pretendida sumisión de las mujeres palestinas —una imagen que refuerza la percepción monolítica occidental sobre las sociedades árabes—, Israel ofrece una visión de igualdad en la sociedad israelí que, sin embargo, es muy cuestionable según los datos. Una vez más, las mujeres somos instrumentalizadas en beneficio de intenciones espurias que nos utilizan como moneda de cambio y alimentan narrativas enfrentadas que no nos representan.
Las estrategias de marketing de Israel también tienen entre sus sujetos colectivos preferentes a los grupos LGTBI. El pinkwashing israelí presenta la ciudad de Tel Aviv como un supuesto paraíso gay, un espacio aparentemente libre de homofobia en el que, por descontado, no cabe la población palestina. Un arcoíris en Oriente Medio para ocultar las bombas que están matando a la gente, también a la comunidad LGTBI, en Gaza.
Desde hace más de un año, la RESCOP y otros muchos colectivos europeos pro-palestinos exigimos a la UER (Unión Europea de Radiodifusión) que Israel sea vetado en el Festival de Eurovisión por la masacre que está cometiendo en territorio palestino, al igual que Rusia lo fue en 2022 por su ataque a Ucrania. La expulsión de Rusia se basó en los Estatutos de la UER, que son de obligado cumplimiento para todos sus miembros. Aplicar un doble rasero perjudica notablemente la imagen de esta entidad corporativa, que se define por objetivos como la promoción de la diversidad, el diálogo intercultural, la tolerancia, la solidaridad y el refuerzo de la identidad de los pueblos. En el artículo 3 de sus estatutos, la UER reitera como obligación de sus miembros: “cumplir los Estatutos y el reglamento de la UER”.
La Unión Europea de Radiodifusión insiste en subrayar el carácter apolítico del festival y ha reiterado que quienes compiten en él son las cadenas de radiodifusión de los países participantes, no sus gobiernos. Sin embargo, este argumento no ha justificado su proceder ni ha resultado convincente. En primer lugar, porque al expulsar a Rusia el criterio fue claro y sin ambigüedades. La decisión, se argumentó entonces, “refleja nuestra preocupación de que, a la vista de la crisis sin precedentes en Ucrania, la inclusión de una candidatura rusa en el certamen de este año trajera descrédito a la competición”. Omitir esto ahora legitima la arbitrariedad en el funcionamiento interno de la UER a favor de otros intereses y contraviene los valores que la definen.
Por otro lado, incluso si se acepta que las cadenas de radiodifusión son las únicas responsables, sería imposible ignorar el papel propagandístico que desempeña la cadena pública israelí en la política del gobierno de Israel. La cadena KAN sustituyó en 2017 a la anterior cadena pública israelí, Israel Broadcasting Authority (IBA), durante el cuarto mandato de Netanyahu. Desde su creación, ha sido un instrumento más de las acciones de su gobierno. Sus contenidos racistas y supremacistas alimentan la narrativa que sostiene el apartheid y el etnocidio de la población palestina, además de servir como escaparate del discurso de odio antipalestino y, en general, arabofóbico, que pretende justificar lo injustificable: el exterminio televisado al que estamos asistiendo. Basta con revisar sus emisiones diarias y algunos de los titulares que, desde la RESCOP, llevamos tiempo recopilando. Por ello, incumple reiteradamente los Estatutos de la UER y no debe participar en Eurovisión.
Pero hay más. Para Israel, la participación en Eurovisión es una oportunidad única que anualmente le permite proyectar su imagen prooccidental y su condición de víctima histórica del antisemitismo ante una audiencia de unos 162 millones de personas, y sabe aprovecharla.
Eurovisión 2024, en plena ofensiva salvaje contra Gaza, ofreció un espectáculo bochornoso. La pasividad de la organización ante las actitudes provocadoras, despectivas y, en ocasiones, xenófobas de la delegación de Israel contrastó con la censura extrema e injustificada con la que la UER atajó cualquier muestra de apoyo a la causa palestina. La desproporcionada expulsión del representante de Países Bajos, Joost Klein, por una acusación finalmente archivada por la justicia sueca, no ayudó a calmar las tensiones. Tampoco lo hizo el gesto de complicidad con Israel que se vivió en la final, cuando los abucheos a su participación fueron disfrazados con sonido grabado de aplausos.
Mientras esto ocurría, miles de personas llegadas de muchas zonas de Suecia y otros países se manifestaban en Malmö a favor del boicot, y las movilizaciones contra la participación de Israel se multiplicaban por toda Europa y en muchas ciudades de España.
Tampoco ahora vamos a callarnos. Desde hace meses la RESCOP trabaja conjuntamente con organizaciones de otros países para preparar actos de rechazo a la presencia israelí en el festival. En el marco de estas acciones hemos entregado una petición al Consejo de Administración de RTVE en la que solicitamos al ente público que exija a la UER la expulsión de la cadena KAN por incumplimiento de sus estatutos.
El Consejo va a someterla a votación interna a finales de marzo. Es un paso adelante que valoramos mucho como gesto y que está en consonancia con otras muestras de apoyo que ha tenido el actual gobierno de España con la causa palestina, sin que ello nos impida alzar la voz contra el incumplimiento de otras promesas del Ejecutivo y su falta de compromiso real con la paz y con los derechos del pueblo palestino. Esperamos que esta vez RTVE siga los pasos de la cadena Eslovena RTVSLO a favor de un veto de Eurovisión a la KAN por sus reiteradas transgresiones de los valores que deben compartir todas las cadenas socias de UER.
Y si la UER no responde, debe hacer un gesto público de protesta contra la participación de Israel en este contexto de devastación extrema, violación de derechos humanos y asesinatos masivos en Gaza que se prolonga sin tregua real desde octubre de 2023. Permitirlo es normalizar, en un evento musical que publicita nuestros vínculos europeos y aboga por el diálogo intercultural y la cohesión social, la presencia de un Estado investigado por genocidio, con dictámenes condenatorios de la Corte Internacional de Justicia y de Naciones Unidas y que es responsable del asesinato de más de 58.000 personas, la mayoría de ellas, en torno a las 52.000 civiles y más de 18.000 niñas y niños en menos de un año y medio. Permitirlo convierte a la UER y a quienes apoyan su decisión en cómplices.
No lo podemos consentir. Como llevamos repitiendo todos estos meses con la colaboración de profesionales de la música y muchas figuras relevantes del sector cultural: una canción no puede tapar un genocidio.
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