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Dormir con un “infierno” de ruidos hasta las dos de la madrugada por una obra de Metro de Madrid autorizada por Almeida

Obras en el Paseo de las Delicias en la noche del pasado miércoles.

Guillermo Hormigo

Madrid —

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Son casi las 22.00 y el ensordecedor ruido de la maquinaria no permite mantener una conversación en el balcón de Patricia. “Y esto no es nada, llevan unos días portándose un poco y acabando antes”, dice ya en el interior del salón y con la ventana cerrada, sin que ello impida que el sonido exterior se cuele en su vivienda. Mientras relata su experiencia a este diario, un enorme bloque de hormigón suspendido en el aire atraviesa el cielo a no más de tres metros.

Su piso está situado en el Paseo de las Delicias, una de las principales arterias del distrito de Arganzuela, en Madrid. El bullicio habitual de esta vía pública lleva meses sustituido por el trasiego de escombreras, hormigoneras y grúas que se afanan en convertir la estación de Palos de la Frontera (hasta ahora una parada de la línea 3) en un intercambiador que conecte y se integre en la renovada línea 11.

Patricia y su pareja llegaron al piso en noviembre, con las obras ya en marcha aunque a una intensidad menor. Sabían que les resultaría un incordio, pero jamás imaginaron que tendrían que soportar el retumbar de sus casas hasta las 2.00 de la madrugada (o incluso más allá). Menos aún que durante meses esa sería la tónica general día tras día y no la excepción: “En principio nos dijeron que no estarían más allá de las 19.00 o las 20.00 como mucho. También que el fin de semana no harían nada. Ahora tenemos que aguantar esto constantemente y en prácticamente cualquier rincón de nuestra casa”.

La ampliación de la línea 11 termina su primera fase de obras en Palos el 31 de mayo (luego quedará otra etapa de trabajos subterráneos) para trasladarse después a Conde de Casal. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso la adjudicó a una unión temporal de empresas integrada por Rover Grupo, Acciona Construcción y Dragados. Desde que arrancó el pasado 19 de agosto las molestias que ha sufrido el barrio son palpables: atascos y cortes de tráfico, afectaciones a la movilidad o la seguridad peatonal por el corte y vallado de tramos del Paseo de las Delicias y la calle Acacias, grutas o desperfectos en la estructura de algunos edificios, problemas de suciedad o insalubridad en la vía pública e incluso en el suministro de agua, escapes de gas...

Pero han sido los ruidos constantes y nocturnos, cada vez más intensos por la cercanía de esa fecha límite el 31 de mayo, la gota que ha colmado la paciencia de la vecindad. Alba y Laura viven en el número 45 del Paseo de las Delicias. Alba además trabaja habitualmente desde casa: “Hoy he estado dando clases de guion y la verdad es que te lo pone muy difícil. A veces tengo hasta que irme a una cafetería. Pero me da rabia porque es mi casa y estaba muy a gusto. No nos quejamos de la obra, que también, sino que pedimos que se respete el horario de descanso”, aclara.

Cuenta que los primeros meses, en septiembre y octubre, fueron “medianamente aguantables”. En noviembre, sin embargo, empezó ese “desbarajuste de horarios que no es normal”. Y así han continuado hasta las últimas semanas, en los que la aparición de la noticia en diversos medios de comunicación ha provocado que los trabajos se detengan algo antes. Al menos de momento.

“El ruido constante es medianamente soportable a lo largo del día. Pero con el paso de las horas y del tiempo, y si encima le sumas que hasta se producen vibraciones, se acaba transformando en un ruido blanco. Hasta me ha llegado a pasar que Laura ha vuelto de trabajar fuera a las tantas y ha tenido que decirme ella que habían parado porque yo estaba segura de que seguían”, cuenta Alba. “He venido de estar unos días en casa, en Murcia, donde me he sentido en la gloria. Volver ha sido como venir al corazón del infierno”, añade.

He venido de estar unos días en casa, donde me he sentido en la gloria. Volver ha sido como venir al corazón del infierno

Este periódico ha consultado fuentes de la Consejería de Transportes, que dirige Jorge Rodrigo, con objeto de conocer si se estudiaron alternativas a la ampliación de la jornada de obras, herramientas para mitigar el impacto sonoro o cauces para establecer una comunicación fluida con los residentes. La única respuesta que ofrecen tiene que ver con el cumplimiento del horario estipulado mediante un permiso excepcional concedido por el Ayuntamiento de José Luis Martínez-Almeida: “El tope es a las 2.00 de la mañana, no se trabaja más allá de esa hora”.

Incluso en este punto los vecinos niegan la mayor. “Ha habido días que han estado hasta las 2.30 y han empezado el siguiente poco después de las 6.30”, asegura Patricia. Un vídeo grabado desde su balcón atestigua trabajos y molestias sonoras a las 2.08 del pasado 8 de febrero, con un camión hormigonera funcionando a pleno rendimiento.

Las quejas vecinales se han visto soliviantadas por la falta de comunicación por parte de los Gobiernos de Ayuso y Almeida: “La poca información que tenemos la hemos conseguido por nuestra cuenta, la Comunidad y el Ayuntamiento no nos dicen nada. Eso hace que no sepas qué está pasando, surjan muchos rumores y cunda todavía más el pánico”, explica Patricia. Distintos vecinos han tratado de conversar con la Junta Municipal de Arganzuela o la Consejería de Transportes de la Comunidad de Madrid, sin ninguna respuesta concluyente y sin que se establezca interlocución alguna. Alba apunta que los vecinos solicitaron a la Comunidad de Madrid una comisión de seguimiento, como suele establecerse en este tipo de macroproyectos. La petición no fue atendida.

Un permiso excepcional no exento de exigencias

Por todo ello Lola, una vecina del Paseo de las Delicias, muestra a este medio como oro en paño la carta que recibió el pasado 14 de febrero. Le llegó meses después del inicio de las obras y de que solicitara información sobre el porqué de esos trabajos nocturnos. En la misiva, la Dirección General de Sostenibilidad y Control Ambiental (dependiente del área de Urbanismo que dirige el concejal Borja Carabante) reconoce que los trabajos de madrugada contravienen la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica. Esta normativa establece que este tipo de trabajos en la vía pública no pueden ejecutarse entre las 22.00 y las 7.00 de lunes a viernes, ni entre las 22.00 y las 9.00 sábados, domingos y festivos. Pero a continuación, el escrito apunta que la Ordenanza permite otros horarios “por razones de urgencia, peligro o seguridad, o si por necesidades técnicas o de movilidad no pueden llevarse a cabo durante el día”.

En estos últimos casos de carácter excepcional, el Consistorio determina el período horario y el plazo en el que permite la actividad nocturna. El permiso municipal concedido a la Comunidad de Madrid amplía así la hora de finalización habitual desde las 22.00 a las 2.00 del día siguiente, en jornadas laborables.

Ahora bien, la epístola incluye una serie de exigencias a los responsables de las obras que no se están cumpliendo, según los vecinos. El texto recoge que “deberán adoptar las medidas más adecuadas para reducir los niveles sonoros que estas produzcan, así como por los generados por la maquinaria auxiliar”. Señala después que “la autorización [de este caso particular] establecía una serie de autorizaciones y prescripciones con objeto de compatibilizar el desarrollo de las obras con el descanso y la tranquilidad de los vecinos”.

La carta recuerda a la vecina su “posibilidad de presentar denuncia telefónica ante la Policía Municipal en el momento en el que se están produciendo los hechos”, algo que Lola ha hecho en repetidas ocasiones sin conseguir que los efectivos se presenten en el lugar. Patricia también ha llamado una y otra vez a la Policía Municipal. Según cuenta, los agentes “fingen que no saben de qué les hablas” e incluso les niegan la entrega del número de registro de la llamada (impidiendo con ello que quede constancia del aviso).

El escrito que Lola recibió asevera que “en caso de acreditarse alguna infracción, se procedería a tramitar el correspondiente expediente sancionador”. Acaba indicando asimismo que “el Servicio de Inspección, perteneciente a esta misma dirección general, ha efectuado las comprobaciones oportunas”. El problema apunta la propia Lola, es que “aquí no viene nadie a acreditar ni inspeccionar nada porque no les interesa”.

La experiencia anterior (y los reproches) de un referente en el sector

José María Díaz, ingeniero de caminos, fue uno de los máximos responsables de una ampliación previa de la línea 11 del Metro de Madrid, que la llevó de la estación de Pan Bendito de Carabanchel a la de La Fortuna, en Leganés. Voz autorizada en este tipo de proyectos, en su conversación con Somos Madrid ilustra que es posible acometerlos reduciendo las molestias. Explica que el motivo principal de que los trabajos se alarguen en la madrugada está en que, una vez empieza el proceso de hormigonado, ya no se puede detener (salvo que se empleen determinados materiales): “Tiene que hacerse de una sola vez. Si empiezas a las 22.00 no acabas hasta que termine, sean las 2.00 o las 3'.00”.

Por ello, desde su punto de vista se deberían haber diseñado módulos más pequeños, que habrían permitido un mayor control sobre el horario de fin de cada jornada, aunque a nivel general el proceso se acabe extendiendo: “Se podría haber apostado por pantallas con pilotes tangentes, con diámetro más pequeño, de unos 1,20 metros. O incluso utilizando las mismas pantallas que se están instalando, podrían ir a módulos más pequeños sin modificar las armaduras, solo con más juntas. Esta decisión habría bajado el rendimiento y alargado un poco las obras, pero al ser unidades más pequeñas necesitas menos metros cúbicos por cada una”.

Respecto al futuro de las obras, opina que la segunda fase no es en sí misma ni más ni menos molesta: “Todo depende de la dirección de las obras, si están dispuestos a mejorar la percepción vecinal a cambio de perder algo de tiempo o dinero. Sí puedo decir que cuando ejecutamos nuestra ampliación de la línea 11 teníamos reuniones constantes con los vecinos. Se trata de estar a su disposición y explicarles”. Cree que “cualquier cosa se puede mejorar, es solo una cuestión de dinero en función de las exigencias a la contrata”. Pese a ello, reconoce que es “pesimista” sobre la posibilidad de que se tome en mayor consideración las reclamaciones de residentes.

Ayudas a unos comercios aliados con la reivindicación vecinal

De momento, Ayuso sí ha avanzado compensaciones a los comerciantes la zona. La presidenta regional anunció el martes que su Gobierno lanzará una nueva línea de ayudas de hasta 5.000 euros por beneficiario para los negocios afectados directamente por las obras de ampliación del Metro. Al margen de esta medida, apenas han trascendido iniciativas que palien el efecto en el entorno por parte de la administración madrileña.

El apoyo entre el colectivo vecinal y los comerciantes ha sido patente en reuniones y encuentros, pese a que sus intereses divergen en algunos puntos (los trabajos nocturnos martirizan a los vecinos, pero tienen una afectación menor en la mayoría de locales). En un paseo por los alrededores de la obra, Lola y otros vecinos muestran su solidaridad con estos comercios. “Muchos han cerrado y encima los están sustituyendo inmobiliarias o pisos turísticos”, lamentan. Se resignan ante la pérdida de identidad del barrio que ilustran cierres como el del mítico Café Santamaría. Alba considera que esto no es ninguna casualidad, sino una consecuencia buscada por los dirigentes madrileños para “transformar un barrio con cierta solera en una zona turística, aprovechando que está cerca de Atocha”.

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