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'Ya no queda nada de todo esto': el proyecto artístico que reivindica Tetuán y sus barrios para evitar que desaparezcan

Flor, Ashley y David, tres de los participantes en el proyecto 'Interphono'

Nerea Díaz Ochando

Madrid —
16 de febrero de 2025 01:00 h

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Desde hace algún tiempo caminar por el barrio ya no se siente igual. La carnicería de la esquina ha cerrado, el bar al que ibas después del trabajo es ahora una consigna para guardar maletas y compartes rellano con un grupo de turistas diferente cada semana. Bajas a la calle, vas al parque y ves que a tu alrededor las cosas ya no son como las recordabas. No reconoces el barrio que te rodea y del que tanto participaste. Lo echas de menos, pero hay algo de esta nostalgia que no te encaja. Esta es un estampa cada vez más común en muchos lugares y en Madrid es raro el día en que no cierra algún negocio histórico y abre un piso turístico. Aquí es donde entran en acción Inés Collado e Irene Doher, las artífices de Ya no queda nada de todo esto, un proyecto teatral que tiene de fondo al Colectivo Drift, un grupo de artistas que reivindican los barrios y hacen frente a la nostalgia para evitar que todas estas pequeñas cosas desaparezcan.

Esta pieza es la rama española de Interphono, una iniciativa en la que tres equipos europeos han trabajado paralelamente sobre tres barrios: Saint-Gilles en Bruselas, Gennevillers en París y Tetuán en Madrid. Tres zonas que tienen en común su multiculturalidad, un origen obrero y una transformación urbana muy notable en las últimas décadas. Además, en los tres barrios el tejido social y comunitario juega un papel clave. Estas cualidades fueron las que hicieron a Inés e Irene escoger a Tetuán como protagonistas de Ya no queda nada de todo esto.

El proyecto, que nace con la idea de conectar comunidades y explorar sus realidades a través del arte, tiene como finalidad reflexionar sobre el concepto de pertenencia y la relación de las personas con el entorno donde viven a través, en este caso, de los vecinos de Tetuán. Irene Doher, explica en conversación con Somos Tetuán, que el proceso se ha desarrollado en varias fases. “La primera consistió en establecer contacto con personas de distintos barrios, seleccionando aquellos con características particulares, como una mayor presencia de población en riesgo de exclusión o con altos niveles de inmigración”, cuenta. En este contexto, las autoras se decidieron por Tetuán, un distrito de Madrid con un marcado contraste social, donde conviven zonas muy populares con algunas de las más ricas de la ciudad y del país. “Este contraste ofrecía una oportunidad interesante para la reflexión y el diálogo”, asegura Irene.

Cuando ya tenía claro el barrio en el que querían enfocarse, lo primero que hicieron fue acercarse a sus vecinos organizando encuentros en colaboración con distintas asociaciones. De estas reuniones surgieron cuatro talleres en espacios muy diversos: un grupo de teatro comunitario, un centro juvenil, un centro para menores inmigrantes y el espacio Bellas Vistas, un centro cultural autogestionado por vecinas. “A través de estos talleres pudimos generar conversaciones sobre el barrio y acercarnos a sus habitantes”, indican las autoras.

A partir de estos talleres, seleccionaron a diez vecinos y vecinas que participaron en la siguiente fase del proyecto: la creación de retratos sonoros. Llevaron a cabo entrevistas de aproximadamente media hora con cada participante, condensando sus historias en piezas sonoras de dos o tres minutos. Ellos y ellas son Ashley, Flor, María, Charo, Mari Cruz, David, Celio, Jorge, Lucas y Cristina. Cada uno con una edad y una vida muy diferentes, pero con algo en común: la preocupación por perder su barrio.

“Estas diez personas son solo una pequeña muestra de lo que hemos conocido en Tetuán y de los lugares a los que hemos podido llegar. Aunque existe la consciencia de la falta de representación y de diversidad, esta muestra precisamente plantea las complicaciones que comunidades migrantes y personas con mayores dificultades de tiempo y dinero (que habitan y viven Tetuán desde hace años) tienen a la hora de poder acceder a este tipo de actividades. Por eso, desde la absoluta consciencia queremos presentar a estas diez personas como una muestra aleatoria (y afortunada), pero no totalmente fiel a la realidad”, relatan Irene e Inés.

Según cuentan las autoras, las entrevistas con los vecinos arrojaron muchas reflexiones. Al principio, se buscaba una muestra diversa que reflejara la pluralidad del barrio en términos de género, clase social y origen. Sin embargo, la conexión con la comunidad surgió principalmente a través de asociaciones vecinales, lo que reveló algo que ni Irene ni Inés habían tenido en cuenta: el papel fundamental del tejido asociativo en la vida del barrio. “Muchas personas logran transformar su entorno mediante la organización y la colaboración, pero esto solo es posible cuando sienten el barrio como propio. Para quienes se ven obligados a mudarse constantemente, esta conexión se vuelve más difícil”, señala Irene.

Estos retratos sonoros, acompañados por fotografías, fueron expuestos en el teatro de La Abadía y, posteriormente, en el espacio Bellas Vistas. Ahora se encuentran en el centro cultural Hermanas Mirabal, donde se pueden visitar hasta el 31 de marzo de forma gratuita. Con ellos, tanto Irene como Inés, buscan que la gente reflexione sobre la nostalgia, el sentimiento de pertenencia y la importancia de reivindicar la diversidad en nuestros barrios.

La pieza final

Los retratos sonoros solo fueron una parte de todo el conjunto, que desembocó en la creación de una pieza escénica. Esta es la tercera y última fase del proyecto en la que, utilizando el barrio de Tetuán como punto de partida, se trabajó con los testimonios recogidos y con las experiencias vividas durante el proceso. “Más allá de narrar historias individuales, la obra reflexiona sobre temas como la pertenencia, la nostalgia, la soledad y la capacidad de imaginar futuros posibles. También cuestiona cómo a veces la nostalgia puede impedirnos soñar utopías y nos mantiene en una perspectiva más distópica”, detalla Inés.

Además de la dirección del proyecto, las creadoras decidieron formar parte del reparto, lo que supuso un desafío importante. Contaban con una formación inicial como actrices, y con el tiempo cada una fue desarrollando su propio camino en la creación artística. Sin embargo, el deseo de involucrarse en escena “fue un impulso natural, una mezcla de ganas de actuar y la necesidad de vivirlo desde dentro, no solo como organizadoras externas”.

Todo este proceso creativo les dejó una gran lección: el activismo y la transformación social están al alcance de cualquiera, pero requieren involucrarse y decir “aquí estoy”. En cuanto al resultado final, que vio la luz el pasado 7 de febrero en el Teatro de La Abadía, el público pudo disfrutar de una obra construida desde la honestidad y el compromiso.

Ya no queda nada de todo esto no es solo una historia sobre Tetuán, es un relato sobre la relación de las personas con su entorno desde múltiples perspectivas. “No se trata solo de presentar una realidad documental, sino de dotarla de texturas, colores y emociones que la hagan vibrante. Eso es lo que hemos querido conseguir con la obra, que captura la esencia de Tetuán, su ruido, su caos, su diversidad y su colorido”, apuntan las autoras.

Además, con este proyecto, Irene e Inés han buscado explorar nuevas formas de teatro social y documental, rompiendo con estructuras rígidas y ofreciendo una puesta en escena plural, tanto en su contenido como en su forma. Han trabajado con material real, pero desde una mirada creativa que permite abrir múltiples lecturas y emociones. En defenitiva, esta obra es un reflejo del proceso vivido, de las voces del barrio y de la búsqueda de nuevas formas de contar historias.

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