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El kit de la cuestión

Parece tan lejos que a muchos se les habrá olvidado. No hace tanto, los halcones alemanes del rigor presupuestario, encabezados por una Corte constitucional inflexible, golpearon con dureza a los pecadores, no en vano deuda y culpa tienen la misma raíz en lengua alemana.
Nada de deuda, de déficit público, de mutualización europea. Los halcones se mostraron encarnizadamente contra los más débiles, en particular los del sur, los llamados con desprecio, PIGS, que sufrieron todo tipo de escarnio público en sus costumbres y maneras de vivir, pero lo más grave es que se produjo una auténtica humillación de sus instituciones democráticas que tuvieron que ceder en algunos casos de manera cercana al golpismo.
No hubo piedad, junto al austericidio, en el Estado español. Su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, debido a presiones insuficientemente explicadas, llegó a formar una gran coalición exprés y temporal con el PP, un bipartidismo de soporte vital básico, para reformar una pétrea, para lo demás, Constitución, e introducir una nueva redacción del artículo 135 que colmase las exigencias del directorio europeo. A ese momento teatral que, probablemente y tras unos primeros pasos brillantes, le costó al presidente Zapatero su reelección, debería asomarse Pedro Sánchez.
De pronto, los halcones alemanes ahora han decidido otra cosa. Ya no les importa que nos endeudemos hasta los ojos. El déficit y la deuda han dejado de ser palabras infranqueables, ahora quieren que entre todos gastemos 800.000 millones de euros en defensa, en seguridad, y dos huevos duros. Los más maliciosos afirman que Alemania ha entrado en crisis, que ha perdido la partida industrial con China, es decir, que estamos ante un meneo económico, un New Deal, y qué mejor que desarrollando la industria de defensa en un desesperado Made in Germany.
Ya desde el discurso de investidura como presidenta de la Comisión de Ursula von Der Leyen, antes ministra federal de Defensa, nos estaba preparando con un discurso belicista acompañado de encuestas, columnas e intervenciones de los militantes de la nueva cultura de defensa, miedo publicado y temores.
No había ganado las elecciones aún Donald Trump y nadie había sugerido el fin de la McDefensa. Incluso los servicios de inteligencia de Alemania y Dinamarca se han atrevido recientemente a decir que Putin piensa invadir un país de la OTAN en breve. Curioso lo de los daneses porque parecen no saber, sin embargo, cuándo otro país de la OTAN va a invadir el suyo propio por Groenlandia.
A Alemania no le asusta, sin embargo, el horror real y televisado de la guerra contra Palestina con miles de asesinados, violando lo poco que queda de la Carta de las Naciones Unidas y todo el orden internacional, incluidas las aspiraciones de paz de los tratados europeos y la OTAN. Alemania cree purgar sus pecados con su actitud penitente con el Gobierno del Estado de Israel y nos complica a todos con su Schuld.
No es un capítulo aparte la vulgar recomendación de un kit para protegernos en caso de guerra. Infantil y simplista, sí, pero dañina y muy útil en la medida en que se trata de una medida más para meter miedo a la ciudadanía buscando una mayor predisposición y mansedumbre ante el más que previsible aumento del gasto presupuestario de todos en beneficio no de la paz sino de la industria de la guerra.
Quizá los protagonistas de las recomendaciones pretendan convencernos de que con ese kit, las decenas de miles de palestinos hubieran resistido mejor los bombardeos y misiles asesinos y que, igualmente, podremos resistir bombardeos como los de Varsovia, Dresde, Londres u otros más recientes que jalonan la peor historia de Europa, de los que apenas hoy se pide perdón ni se afrontan en el recuerdo sin falta de empatía.
El horror de la guerra no tiene resignificación, solo memoria para no repetirlo; un kit es tan solo la imagen de la impiedad, el bochorno y la falta de respeto a la ciudadanía. Tal vez habría que invitar a la comisaría proponente, Hadja Lahbib, al papa Francisco y a Pedro Sánchez para que visiten juntos Cuelgamuros y que nos expliquen si con el kit todas las víctimas que allí yacen podrían haber evitado los horrores de una guerra. No hay resignificación para la estupidez, tampoco para la guerra.
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