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Desigualdad cultural: El impacto de la precariedad económica en el acceso a la Cultura

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En el contexto social y político en el que nos encontramos, donde la desigualdad económica no para de agrandarse, uno de los aspectos relevantes, pero del que no se habla tanto, es de cómo la precariedad económica influye en el acceso de las personas a la cultura. El consumo cultural, no solo se trata de una actividad de entretenimiento, sino también se trata de un derecho fundamental que enriquece la vida de los individuos y las sociedades y que ve directamente afectado por las condiciones económicas de las personas. Cuando mi salario solo me permite pagar el alquiler y comprar comida, para sobrevivir, la cultura suele quedar relegada a un casi tercer plano, haciendo que el disfrute y la participación en actividades culturales se conviertan en privilegios solo accesibles para quienes tienen estabilidad económica.

La precariedad económica no solo está asociada con la falta de empleo o bajos salarios, sino también con un entorno social donde el acceso a productos y servicios básicos se convierte en una prioridad sobre todo lo demás. Como es lógico, muchas personas se ven obligadas a elegir entre cubrir sus necesidades básicas, como la alimentación, la vivienda o el transporte, y la posibilidad de disfrutar de un concierto, una exposición, un teatro o comprarse un libro.

La cultura suele ser vista como algo opcional y se corre el riesgo de que quienes no tienen los medios suficientes se vean excluidos de estos beneficios, perdiendo así oportunidades de crecimiento personal, educación y desarrollo de su pensamiento crítico.

La cultura debería ser vista como un derecho fundamental y no como un lujo accesible solo para quienes pueden permitírselo. Sin embargo, en muchas sociedades, las ofertas culturales, especialmente las de alta calidad, están asociadas con precios elevados. Las entradas a teatros, museos, conciertos y eventos culturales se han incrementado considerablemente, y si bien algunas iniciativas ofrecen entradas reducidas o gratuitas, estas no son suficientes para cubrir las necesidades de una población que enfrenta serias dificultades económicas.

La imposibilidad de acceder a la cultura debido a la precariedad económica genera una segregación social grave. Las personas más vulnerables se ven privadas de experiencias que podrían ayudarles en su manera de entender cómo funciona el mundo, fomentar su creatividad y contribuir a su educación y desarrollo personal. Además, se pierde totalmente, la oportunidad de considerar la cultura como una herramienta para la reflexión, la crítica social y el diálogo entre distintas comunidades.

El Estado tiene un gran poder de decisión en esto y en la democratización de la cultura. Las políticas culturales deben orientarse a garantizar que todas las personas, independientemente de su situación económica, tengan acceso a la cultura. Esto implica la creación de espacios culturales accesibles, el fomento de la cultura local y la implementación de medidas que faciliten la participación de todos los sectores de la sociedad.

La existencia de actividades culturales, las ofertas de entradas gratuitas o con precios accesibles, y el apoyo a las iniciativas culturales comunitarias son medidas necesarias para reducir la brecha que genera la precariedad económica. La educación también tiene mucho que aportar en este fomento de la cultura, ya que proporcionar acceso a la formación artística y cultural desde las etapas más tempranas puede ayudar a las/os jóvenes que estén interesadas/o independientemente de su situación socioeconómia.

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